La trampa del catalanismo pol¨ªtico
La intimidaci¨®n, la cobard¨ªa y la mala conciencia, debidamente distribuidas, est¨¢n ocultando con cortinas de humo -hip¨®critas, electoralistas e interesadas- la realidad catalana.Dice la Constituci¨®n, apoyada y defendida por los l¨ªderes de los partidos parlamentarios del Principado, que el castellano es la lengua oficial del Estado, teniendo los espa?oles el deber de conocerla y el derecho de usarla y que los espa?oles somos iguales ante la ley. Pero lo que nadie se atreve a decir, ante el temor de que el catalanismo pol¨ªtico les tilde de lerrouxistas, fascistas, sucursalistas o anticatalanes, en una implacable acci¨®n del terrorismo intelectual que padecemos, nadie se atreve a decir, insisto, que los espa?oles no tienen derecho a ser honorables, consellers, consejeros del consell, altos funcionarios de la Generalitat o miembros de la comisiones mixtas, si no son catalanes. Ni tan siquiera los ?charnegos agradecidos?, que dir¨ªa Jim¨¦nez Losantos, ni los charnegos domesticados o amaestrados, que digo yo, ocupan en estos momentos cargos de responsabilidad en el Gobierno de la Generalitat.
La historia (incluso la objetiva marxista) exigir¨¢ responsabilidades a los l¨ªderes de los partidos pol¨ªticos catalanes ante la falta de valor seminal en unos y la falta de claridad en otros a la hora de defender una lengua y, sobre todo, a la hora de defender a Espa?a, no ya como naci¨®n o Estado -e interpreto a Federico Jim¨¦nez Losantos-, sino como la de una cultura espa?ola que es la que alimenta la idea misma de Espa?a.
Los intelectuales castellanos (quiero decir los espa?oles que viven de su inteligencia y se expresan en castellano), ante la cobard¨ªa de los ppl¨ªticos, hemos de defender nuestra lengua y nuestra patria. No podemos permitir que su defensa la exclusivice la derecha o la extrema derecha, porque acabar¨¢n como ha ocurrido con la bandera, prohibi¨¦ndonos tambi¨¦n la lengua y la identidad.
Amando de Miguel ha precisado recientemente que en la literatura p¨²blica, tan hospitalaria y educada, en Catalu?a todos somos catalanes, pero en la pr¨¢ctica unos lo son m¨¢s que otros. El catalanismo pol¨ªtico es muy sutil a la hora de disimular la pol¨ªtica puesta en marcha de imperialismo de una lengua sobre otra. Precisemos hoy una cuesti¨®n.
Una sola comunidad
No creo que en Catalu?a existan dos comunidades culturales radicalmente distintas y diferenciadas. Existe una sola comunidad que se expresa en dos idiomas. Una esencialmente minoritaria, que utiliza el idioma catal¨¢n en sus manifestaciones orales y escritas, y otra que utiliza el castellano.
El catalanismo pol¨ªtico ha tenido especial inter¨¦s en crear la idea, y defenderla, de la realidad de una cultura catalana espec¨ªficamente distinta de la espa?ola y esto constituye una falsedad en t¨¦rminos absolutos. El empleo minoritario de una lengua diferente no justifica la existencia de una cultura diferente. Cultura (es decir contenido, tradici¨®n, religi¨®n, espiritualidad, forma de entender la vida, forma de entender la muerte) no es s¨®lo vehiculo idiom¨¢tico, es decir, lengua. La asimilaci¨®n de cultura- lenguaje corresponde a una vast¨ªsima operaci¨®n mistificadora, para justificar acto seguido la creaci¨®n te¨®rica de dos comunidades culturales. De esta forma se traslada al terreno indefinido de la diferenciaci¨®n cultural el espinoso tema de la lucha de clases. Esencialmente existe una comunidad rica, socialmente ascendente, que expresa la cultura espa?ola en catal¨¢n, y otra comunidad pobre, que ¨ªntegra la base de la pir¨¢mide social (clase trabajadora), que se expresa en castellano. Y da la casualidad, como indica Amando de Miguel, de que la pr¨¢ctica totalidad de las personas con poder e influencia en Catalu?a son nacidas en el Principado.
Con todas las matizaciones que se quieran, este es el planteamiento real del problema. Interesa m¨¢s decir que las diferencias son culturales que de clase; por ello el catalanismo pol¨ªtico plantea la existencia. en Catalu?a de dos comunidades culturales y evita exponer cu¨¢les son, a su juicio, las clases de catalanes.
Estas cuestiones no tienen ning¨²n inter¨¦s per se, ni lo han tenido nunca en Catalu?a, si no es en funci¨®n de la lucha pol¨ªtica, l¨¦ase conquista del poder. El catal¨¢n no tiene ni ha tenido nunca una concepci¨®n de la vida aut¨®noma del resto de Espa?a. Ahora, con mayor raz¨®n, puesto que incluso el vehiculo de expresi¨®n s¨®lo es utilizado oralmente por menos de la mitad de la poblaci¨®n. No deja de ser parad¨®jico que pr¨¦cisamente la propaganda catalanista utilice el catellano como veh¨ªculo de transmisi¨®n de sus ideas y que Barcelona sea la capital editorial del ¨¢rea mundial de libros en castellano.
El problema, sin embargo, es otro, y no debemos dejarnos desorientar. Cuando nos hablan de cultura: nos est¨¢n hablando de predominio; cuando nos hablan de lengua, nos est¨¢n hablando de poder pol¨ªtico; cuando nos hablan de comunidades, realmente lo que quieren decir es proletariado. En definitiva, lo que debemos desmenuzar y analizar con frialdad es la forma en que esta pretendida identidad cultural es utilizada para conseguir el poder, primero, y conservarlo, despu¨¦s. Dejemos las disquisiciones de tipo culturalista en el terreno de la socioling¨¹¨ªstica. Ahora hablamos de pol¨ªtica; es decir, del gobierno de unos hombres por otros hombres.
En Catalu?a, efectivamente, existe un fen¨®meno ling¨¹¨ªstico que se denomina diglosia, es decir, la situaci¨®n social que comporta la coexistencia de dos lenguas, de las que una de ellas desempe?a la funci¨®n alta para la vida cultural y oficial, y la otra queda para la comunicaci¨®n oral, ordinaria o familiar.
La concurrencia de dos lenguas que, con todos los matices que se quieran; representan una misma cultura, no implica necesariamente que una deba imponerse a la otra. La mec¨¢nica de imposici¨®n ling¨¹¨ªstica (asimilaci¨®n) no tiene nada que ver con la cultura, sino con la hegemon¨ªa pol¨ªtica.
El catal¨¢n, un instrumento de dominio
La masa inmigrada y los catalanes castellanoparlantes conforman la mayor¨ªa ling¨¹¨ªstica en Catalu?a. Sin, embargo, es el catal¨¢n el idioma adoptado como arma coadyuvante por las ¨¦lites para asegurarse el predominio pol¨ªtico.
Nuestra cultura com¨²n es analizada con marcado exclusivismo a trav¨¦s del catal¨¢n, idioma pol¨ªtico reciente, que adem¨¢s de veh¨ªculo de expresi¨®n general se ha convertido en veh¨ªculo de expresi¨®n pol¨ªtica. Sin embargo, y parad¨®jicamente -insistimos-, las relaciones idiom¨¢tico-pol¨ªticas y comerciales de la minor¨ªa catalanoparlante con el resto de la poblaci¨®n son siempre en castellano. Los peri¨®dicos y revistas de informaci¨®n general est¨¢n redactados abrumadoramente en castellano; la propaganda comercial y pol¨ªtica masiva es castellana. As¨ª pues, el idioma pol¨ªtico utilizado entre s¨ª por las clases dirigentes es el catal¨¢n y el idioma de captaci¨®n y control social es el castellano.
Por todo esto, la menci¨®n cultural en Catalu?a y el mero hecho de hablar no es cuesti¨®n neutra, sino que se convierte en una afirmaci¨®n social y pol¨ªfica constante.
?Cu¨¢l debe ser la postura de los castellanoparlantes ante el asimilacionismo ling¨¹¨ªstico?
Ante el integracionismo y asimilacionismo que conlleva la situaci¨®n l¨ªng¨¹¨ªstica, los castellanoparlantes deben expresar pol¨ªticamente su oposici¨®n. Digo pol¨ªticamente porque es evidente que no nos encontramos ante un problema cultural, sino de la naturaleza indicada. Tenemos que dar expresi¨®n pol¨ªtica a la coexistencia de nuestro idioma en absoluta igualdad de condiciones y su transmisi¨®n. Debemos negamos a ser incluidos en la otra comunidad por el mero hecho de utilizar uno de los idiomas de Catalu?a, ya que, repito, la idiom¨¢tica es una divisi¨®n artificiosa sin entidad suficiente para marcar una comunidad cultural diferenciada.
Y el problema es grave, muy grave. Corremos el riesgo, como dice Jim¨¦nez Losantos (uno de los pocos intelectuales castellanos valientes y honestos de la llamada inmigraci¨®n), de que dentro de cinco a?os el castellano en Catalu?a puede estar en un proceso de marginaci¨®n irreversible. Por lo pronto, se ha iniciado la marginaci¨®n pol¨ªtica y est¨¢n preparados los mecanismos necesarios para la discriminaci¨®n por raz¨®n de la lengua.
No podemos tolerar, tampoco, que el tema del Estatuto se convierta en un arma m¨¢s en manos del terrorismo intelectual practicado por el catalanismo pol¨ªtico.
Aqu¨ª muy poca gente est¨¢ en contra el Estatut, en contra del autogobiemo de Catalu?a; pero s¨ª fueron los llamados inmigrantes de Barcelona y su cintur¨®n quienes, como se?ala Manuel de Guzm¨¢n, ocasionaron la derrota del nacionalismo burgu¨¦s y el triunfo de los partidos denominados sucursalistas, las cosas deben quedar claras desde el principio. Y, en su cerraz¨®n, el catalanismo pol¨ªtico puede provocar una reacci¨®n imprevisible entre quienes dudan si les ser¨¢n respetados, en igualdad de condiciones, sus derechos y deberes, y los derechos de uso, respeto y promoci¨®n de su lengua e identidad propias.
Si el debate est¨¢ abierto, que se plantee democr¨¢ticamente. ?Debate p¨²blico y fuera los exclusivismos! Nadie tema el lerrouxismo. La f¨®rmula para evitarlo la plante¨® Jim¨¦nez Losantos -a quien forzosamente hay que citar constantemente- hace poco: defensa de los derechos laborales y culturales de la emigraci¨®n; mantenimiento de una universidad castellana junto a una en catal¨¢n; ning¨²n tipo de discriminaci¨®n laboral, pol¨ªtica o social por diferencia de lengua, ?y que no haya que uniformarse con las Cuatro barras para ser un ciudadano con todas las d¨¦ la ley?.
Que se asuman estos principios con claridad y la unidad en Catalu?a en defensa del Estatut ser¨¢ un clamor. Pero que se asuma, dici¨¦ndolo y suscribi¨¦ndolo, es decir responsabiliz¨¢ndose por si llegara la hora de recordar...
Si Espa?a, y dentro de Espa?a la mayor¨ªa de los catalanes, no advierten a tiempo los peligros que denunciamos unos cuantos intelectuales castellanos, la mitad de la poblaci¨®n de Catalu?a se ver¨¢ obligada a renunciar a su cultura y muchos catalanes a aceptar, por m¨¦todo espa?ol¨ªsimo del tr¨¢gala, la incompatibilidad entre lo catal¨¢n o lo espa?ol. Disyuntiva absurda a la que puede conducirnos el catalanismo pol¨ªtico, ejecutor consciente o inconsciente de la pol¨ªtica cultural nacionalista-regionalista, fomentada por una izquierda desorientada que se convierte en reaccionaria por agnosia intelectual.
Profesor de Derecho Romano de la Universidad de Barcelona
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