El interlocutor v¨¢lido
Por espacio de una semana, los campesinos de la provincia de Badajoz se han echado a la calle, en huelga. Los agricultores y ganaderos de Badajoz, a su calle, la intemperie, colocando sus tractores en el arc¨¦n de la carretera, la que han cortado alguna que otra vez. En el arc¨¦n de la carretera, si ¨¦sta ten¨ªa arc¨¦n, y si no, a un lado de la misma, imposibilitados tambi¨¦n de orillarse demasiado porque las cunetas de la provincia, abandonadas por Obras P¨²blicas, son f¨¢cil pasto de las llamas este verano incendiable. Todo ello, a unos cincuenta grados al sol o a unas m¨ªnimas nocturnas de quinientos mosquitos por persona, y la mayor¨ªa del personal que se ha congregado alrededor de los 10.000 tractores en huelga, sin la sombra de un ¨¢rbol - ?con la cantidad de encinas que hab¨ªa!- donde poderse refugiar. Hasta el medio del campesino est¨¢ talado. Ha sido la huelga m¨¢s al sol que se conoce. Y tambi¨¦n, la m¨¢s un¨¢nime y rotunda.Por una semana se ha trasladado el usual y ciudadano ¨¢mbito de la llamada reivindicaci¨®n social a la intemperie que dicen de Dios y all¨ª se ha planteado, as¨ª, a la clara luz -?y tan clara!- del sol, una cuesti¨®n aut¨¦ntica, una cuesti¨®n campesina. ?Al fin! Por fin se ha hablado en este pa¨ªs en nombre propio. El ministro del ramo ha recibido a los representantes, los asuntos est¨¢n sobre la mesa de negociaciones, los tractores se han retirado y nuevamente vuelven -ocho d¨ªas despu¨¦s- los affaires a sus cauces, por lo que no se podr¨¢ saber en qu¨¦ componenda concluir¨¢n, pero la hermosa estampa de estos 10.000 tractores en demanda, cual una carcajada mec¨¢nica, varada a las orillas del progreso, aparcados all¨ª por los ¨¢nimos conjuntos de todos los intereses campesinos sin discriminaci¨®n (s¨®lo era preciso ser agricultor y acudir en nombre de la agricultura), para este agosto m¨¢s, consensual, humeante y blanquecino, ha vuelto a congraciar al ser humano con su identidad, reencontr¨¢ndolo con la Naturaleza. Hasta la urraca, pega, chotacabra o picapica, ha acudido en gran n¨²mero a la cita, revoleando con ese su vuelo, aparentemente tonto, alrededor del lugar, unos quince o veinte puntos de concentraci¨®n en total, por toda la provincia de Badajoz, donde se han estacionado los tractores en protesta. Ya se sabe que a la urraca le gusta lo desusado, y de esta huelga se ha hecho amiga, porque pocas cosas m¨¢s desusadas que ver a todos los agricultores (y los ganaderos) en activo, de una provincia (la provincia mayor de Espa?a, por cierto), de acuerdo.
All¨ª estaban todos los que trabajan de sol a sol, incluidos los domingos, y muchas noches del a?o, sin vacaciones, en lo suyo, y no en demanda de trabajo, precisamente, del cual est¨¢n orgullosos, ni en demanda de pluses, devengos, trienios o pagas extraordinarias, sino poniendo en juego su trabajo, abandonado durante ocho d¨ªas, en demanda de una seguridad para el mismo, una confianza que les permita seguir siendo labradores todav¨ªa, y un reconocimiento, el que se dijera previo o primordial, por parte del pa¨ªs -cuya intemperie usufruct¨²an- y su Gobierno, que le devuelva la paz a su noble quehacer natural. Hoy, por un mundo contaminado, donde medra la hipocres¨ªa y sus suced¨¢neos.
?Qu¨¦ ped¨ªan los huelguistas? Cosas bastante elementales en una lista de peticiones concretas, tras la que se agiganta una verdad: el producto agrario -no s¨®lo el de la provincia de Badajoz- sufre de un desinter¨¦s a escala decisoria nacional, quien gusta -c¨ªnicamente- de consumir antes carnes, vinos, pieles, maderas, leguminosas y piensos ajenos que propios. De llanto. Todo el producto de la agricultura desechado, de una agricultura que desde posguerra carg¨® sobre sus espaldas con -el desarrollo, un d¨ªa, la industrializaci¨®n, despu¨¦s, y el encarecimiento sin medida de sus costos, luego, cual si de una especie despreciable se tratara.
La huelga comenz¨® aparatosa, aquello nadie se lo quer¨ªa creer, tal unanimidad; luego vino la barah¨²nda: se incrementaron las fuerzas de orden p¨²blico con toda su operatividad, la opini¨®n p¨²blica se hizo un l¨ªo e igualmente los estamentos pol¨ªticos, todav¨ªa, concluida la huelga, at¨®nitos. Los transe¨²ntes, moment¨¢neamente detenidos, alegaban que la abuela, o los ni?os, camino de la playa, se sofocaban. Los usuarios demandaban m¨¢s sem¨¢foros; alguno protestaba: no se puede hacer una huelga sin aire acondicionado. La radio y la televisi¨®n tardaron algo en ponerse de acuerdo; luego, es de justicia reconocer que, por lo menos la regional, apoy¨® totalmente el hecho. Algunos peri¨®dicos nacionales, como los pol¨ªticos, todav¨ªa no han salido de su asombro y siguen circunvolando el limbo. Es l¨®gica esta consternaci¨®n por un mundo poco acostumbrado a que la gente act¨²e en nombre propio, por lo que es y no por lo que quiere ser: el se?uelo, su ambici¨®n. S¨ª, se quiso y se hizo una huelga totalmente apol¨ªtica de cuna, aunque decir que una huelga no es pol¨ªtica ya es disparate, pero, una vez sobre el telar (de la intemperie, en este caso), qu¨¦ ocasi¨®n han perdido confederaciones, sindicatos y partidos pol¨ªticos, al no apoyarla decididamente. S¨®lo ha habido dos parlamentarios que, eso s¨ª, desde el principio, dieron la cara por la huelga: uno, diputado, porque no olvida que a ¨¦l, agricultor, lo eligieron los agricultores; el otro, senador, y presidente de la Junta extreme?a.
?Qu¨¦ ocasi¨®n perdida! ?Qu¨¦ despiste! S¨ª, la convocatoria no era pol¨ªtica, ni la huelga legal, pero all¨ª estaban los agricultores provenientes de cualquier credo -o de ninguno- unidos por una raz¨®n com¨²n. All¨ª estaba el interlocutor puesto de acuerdo: el interlocutor v¨¢lido, el elector, posible. La denominada mayor¨ªa silenciosa, en este caso, provincial. All¨ª estaba el paisano sincero sobre la integridad del pa¨ªs, solanero y total. All¨ª estaba el pa¨ªs posible. No, no era una huelga pol¨ªtica, pero si los pol¨ªticos se hubieran enterado, posiblemente le hubiese ido mejor a la huelga y, despu¨¦s, al pa¨ªs. El de la intemperie. Suceder¨¢ lo que suceda una vez sucedidas las negociaciones; ha habido desgracias, pero lo sucedido, aquella semana en el agro pacense con tal un¨¢nime huelga, no se olvidar¨¢. Yo me fui a la huelga -que no vino de la pluma, sino de lo que sudo como agricultor- con los de Almendral, donde me correspond¨ªa, y he sido, por tanto, eso que llaman testigo de excepci¨®n, como cualquiera de los 10.000 mudos tractores y sus miles de agricultores m¨¢s. Y, la verdad, he vuelto ufano, suceda lo que suceda. Hora es ya de que suene la hora del campesino, ese, el interlocutor v¨¢lido, por el cotarro nacional.
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