Informaci¨®n nuclear
?En opini¨®n de EL PAIS del s¨¢bado 1 de septiembre de 1979, y haci¨¦ndose eco de los espa?oles, dice, entre otras cosas, que ¨¦stos quieren tener una informaci¨®n, fidedigna'y contrastada. Atendiendo a esta petici¨®n, y por considerarme.un poco conocedor del tema nuclear, quisi,era daf alguna informaci¨®n que pretende ser fidedigna y, desde luego, contrastada con la del editorial a comentar y que titulan: ?Valdecaballeros?.La primera parte del p¨¢rrafo cuarto dice:
?La sensaci¨®n de que la estrategia nuclear del Gobierno es un tr¨¢gala a la sociedad se alimenta no s¨®lo de los apresuramientos y semiclandestinidades de su instrumentaci¨®n, sino tambi¨¦n delatorpeza para convencer al ciudadano de sus buenas razones y para desmontar los argumentos de los adversarios ... ?
Adem¨¢s de esa sensaci¨®n negativa es m¨¢s lamentable a¨²n que dicia estrategia tenga tan poco de positiva al decidir acci¨®n tan importante a un mes de la fecha prevista para contar con lo que los parlamentarios han apuntado como soluci¨®n para disponer de una cierta tranquilidad en relaci¨®n con las instalaciones nucleares y radiactivas. Como recordar¨¢, en los pasados d¨ªas 27 y 28 de julio, junto con la aprobaci¨®n del PEN se fij¨® el 30 de septiembre como fecha l¨ªmite de presentaci¨®n de la ley-decreto sobre creaci¨®n y posiblemente composici¨®n, funci¨®n y medios necesarios y suficientes para que un consejo de seguridad nuclear pueda cumplir con independencia la alta responsabilidad de que la industria nuclear se desarrolle en nuestro pa¨ªs con las garant¨ªas de seguridad necesarias. Al parecer, nuestros parlamentarios han visto que tambi¨¦n en lo nuclear es incompatible serjuez y parte.
Pues bien, volviendo a la estrategia nuclear de nuestro Gobierno, parece ser que, pese a la inoportunidad del momento y cumplimentados todos los requisitos t¨¦cnicos y legales (a la antigua usanza), la Administraci¨®n considera necesario conceder las autorizaciones nucleares publicadas, y lo hace, posiblemente, pensando en el inter¨¦s nacional. Ni la veracidad de esta raz¨®n justifica la decisi¨®n precipitada. Nos recuerda al chocolate del loro. Tal decisi¨®n, que pretende paliar el problema energ¨¦tico, no urge tanto como para ganar un mes o dos a toda costa. Est¨¢ a toda luz que las ventajas de ese corto espacio de tiempo se ver¨¢n superadas por los inconvenientes a que dar¨¢n lugar las intrigas y dudas que se est¨¢n creando hasta en los ucedistas extreme?os. Sin embargo, s¨ª hubiera tenido sentido pol¨ªticoecon¨®mico de inter¨¦s nacional que esas autorizaciones fueran realidad desde hace dos o tres ministros de Industria y Energ¨ªa. Las ventajas del tiempo y sus efectos hubieran sido enormes, sobre todo a igualdad de garant¨ªa de seguridad, pues entonces eran los mismos que han sido hoy. Es obvio que en las ¨¦pocas anteriores prevaleci¨® el inter¨¦s pol¨ªtico-personal. Hoy puede que hayan sido m¨¢s nacionalistas, energ¨¦ticamente hablando, pero la inoportunidad ha llevado a la Administraci¨®n a la consecuci¨®n del chocolate del loro y..., posiblemente, amargo.
Otro punto que quisiera comentar de su editorial ?Valdecaballeros? es relativo al p¨¢rrafo sexto, y concretamente, donde se dice:
?Nunca sabr¨¢n,los defensores de las centrales nucleares el da?o,que hicieron a su causa al descartar displicentemente los riesgos de su funcionamiento, puestos luego de manifiesto en Harrisburg. ( ... )?
Se?or director, es obvio que el buen deseo del editorial quecomentamos y su llamada a la comprensi¨®n objetiva, tanto del Gobierno como del ciudadano espa?ol, pero la afirmaci¨®n de esa
(Pasa a p¨¢gina 10)
(Viene de p¨¢gina 9)
frase es arriesgada y posiblemente m¨¢s grave que el mismo accidente de Harrisburg. Son imprevisibles las interpretaciones de sus lectores y, lo que es peor, los efectos secundarios. Esa afirmaci¨®n ofende duramente a quienes trabajamos en la industria nuclear y m¨¢s a¨²n a quienes se ocupan de la seguridad nuclear.
La afirmaci¨®n que nos permitimos calificar de grave se salva parcialmente al decir ?... los defensores...?, pues cabe la existencia de defensores que desconocen la t¨¦cnica nuclear, pero la sensaci¨®n -palabra frecuentada en el editorial- no es esa, y por ello me ratifico en el calificativo. Con el cr¨¦dito que puedan darme veinti¨²n a?os de trabajo en el campo nuclear, de ellos once en seguridad nuclear, y la participaci¨®n en varias reuniones y conferencias nacionales e internacionales, he de decirle que jam¨¢s un t¨¦cnico nuclear ha descartado con displicencia los riesgos de funcionamiento de una instalaci¨®n nuclear. Prueba de ello es justo lo contrario de cuanto se pretende concluir en el p¨¢rrafo que se comenta. Lo que ha puesto de manifiesto el accidente de Harrisburg es que, pese a la gravedad del accidente, las consecuencias de da?os biol¨®gicos han sido m¨ªnimas y prec¨ªsamente porque los t¨¦cnicos nucleares, conocedores de los riesgos de funcionamiento, hab¨ªan previsto medios de seguridad para que, e incluso en, el caso improbable, pero posible, de que ocurriera, sus da?os fueran rri¨ªnimos. Probablemente no exista, pero si EL PAIS tiene a bien publicar estos comentarios, agradecer¨ªa la informaci¨®n de cualquier lector que tenga conocimientos de la existencia de alg¨²n accidente, incluidas las cat¨¢strofes naturales, que sea c¨®rnparable el da?o material ocasionado en Harrisburg y cuyas consecuencias al p¨²blico hayan sido iguales o inferiores.
Secretario General de la Sociedad Nuclear Espa?ola
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