Pitita ha levitado
Viene Pitita a casa, despu¨¦s de sus Marbellas estivales con Margarita de Inglaterra:-Paco, que he levitado.
-Pues qu¨¦ bien. Y yo tengo faringitis.
No me explica si ha venido levitando hasta casa, por el carril s¨®lo-bus, o si ha tomado un taxi, pero s¨ª me explica que ha hecho ejercicios de levitaci¨®n en Londres, con otras veinticuatro mujeres, y que de las veinticinco levitaron veintitr¨¦s.
-Las otras dos ser¨ªan un poco cachondas, Pitita. Las cachondas no levitan, o levitan de otra forma.
Esto de levitar no lo hab¨ªa conseguido la mujer espa?ola desde santa Teresa. Ni siquiera las m¨¢s iluminadas mujeres de Secci¨®n Femenina, tan teresianas e isabelinas, llegaron nunca a levitar, o al menos no consta.
No es que yo dude de la levitaci¨®n de Pitita. Estoy seguro de ella, creo ciegamente, pero dentro de mi ceguera pienso que hay toda una clase social (que tiene en Pitita s¨ªmbolo y perfil injustamente manejados) que levita todo el a?o de fiesta en fiesta, de Consejo en Consejo de Administraci¨®n, que levita de frontera en frontera y de Espa?a a Suiza.
Una sociedad-jet que no pone los pies en el suelo de la realidad espa?ola, empedrada de pueblo. Esa levitaci¨®n general de ciertos sectores de uced¨¦, de tantos empresarios, de todo el retropornofranquismo ahist¨®rico (Historia es lo que no para), ese levantar los pies del suelo es lo que tiene al pa¨ªs econ¨®micamente en vilo, en un grito, en un susurro, en un susp¨ªro.
Cierta vez dialogaban Aranguren y Pepe Lozano sobre mis problemas teol¨®gicos. Miguel Delibes, tan creyente, pero tan pragm¨¢tico y aferrado a la lucidez terru?era, fue y me dijo:
-Mira, Paco, lo que hacen estos dos genios est¨¢ muy bien, pero es ya levantar los pies del suelo.
Levita el intelectual cuando le conviene, y hace bien; levita Tierno Galv¨¢n cuando el arroyo est¨¢, m¨¢s que municipal, espeso y enfangado, y entonces hace surrealismo, dada; pero sus pr¨®ximos, como no le entienden, creen que hace o est¨¢ gag¨¢. Pero bien saben ellos que es dad¨¢ (aunque no sepan nada del dada¨ªsmo), o sea iron¨ªa, obstrucci¨®n a los obstruccionistas:
-Se?ores, esta alcald¨ªa empieza a aburrirse.
Levita Esperanza Ridruejo porque para eso ha hecho un curso o cursillo de mucho m¨¢s all¨¢ de la cristiandad, pero levita toda una clase social, toda -una Espa?a-high, toda una basca de oro, porque no quiere bajar a la realidad, prefiere pasar como sobre ascuas sobre los problemas sociales, el mapa pol¨ªtico en relieve y el aseo de la calle.
Me lo dijo S¨®ren Kierkegaard en Copenhague, una tarde que le hab¨ªamos dado puerta a Regina Olsen, a favor de la niebla, para intercambiar nuestros diarios de seductores:
-La cristiandad lleva siglos jugando al cristianismo.
Los franquistas llevan tres a?os jugando al posfranquismo. Los socialistas llevan otros tres jugando a la socialdemocracia. Todo el mundo levita o quiere levitar, levantar los pies del suelo, perder su propio peso y liberarse de su persona y su biograf¨ªa. Ya ni va uno por el caf¨¦ ese con leones que hay frente al Palace, pero era de ver, cuando uno iba, c¨®mo los personajes pol¨ªticos se deslizaban por los pasillos a cinco cent¨ªmetros de la alfombra, sin macular para nada el c¨¦sped alfonsino de los tapices.
Nadie quer¨ªa -nadie quiere- tomar tierra en s¨ª mismo. Un art¨ªculo de Carrillo y otros dos de Francisco Fern¨¢ndez-Santos (¨¦stos aqu¨ª en las p¨¢ginas amarillas) son los ¨²nicos ejemplos, o casi, que hemos visto en la rentr¨¦e de gente con los pies en el suelo y la cabeza al nivel de la actualidad. Todos los dem¨¢s han llegado de sus vacaciones levitando, como levitando llega Pitita desde Marbella hasta mi casa.
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