Enrique Broglia
La exposici¨®n del mes de junio en Bruselas, siguiendo a las de Par¨ªs (Centro Pompidou), Madrid y Zurich, ha culminado, con la que ha tenido lugar en Mallorca durante julio y agosto, una temporada particularmente decisiva para la difusi¨®n de la escultura de Enrique Broglia en el ¨¢mbito internacional.La escultura de Enrique Broglia se sit¨²a de lleno en el dominio de los artistas heracliteanos. Tal es, efectivamente, el enfoque o visi¨®n del mundo desde el que su obra se caliza como arte y, al mismo Liempo, en s¨ª misma, como historia del arte. Justificados ambos aspectos, uno e id¨¦ntico bajo acepciones m¨¢s totalizantes, por la imagen personal aportada en la representaci¨®n del gran conflicto que atraviesa las edades. Principio y fin, dec¨ªa m¨¢s arriba, dicotom¨ªa que en el paradigma del mundo se oculta, en tanto que dial¨¦ctica de los contrarios, bajo otras m¨²ltiples parejas de contrarios: vida/muerte, luz/oscuridad, lo org¨¢nico/lo inorg¨¢nico, estabilidad/ inestabilidad, forma /contenido, raz¨®n/sentimiento, por citar s¨®lo algunas.
?C¨®mo no ver en la escultura de Broglia la traducci¨®n pl¨¢stica de esa oposici¨®n fundamental que tan diversas apariencias reviste en el lenguaje revelador? Por eso no es posible interpretar la escultura de Broglia, sobre todo la de los ¨²ltimos a?os, en t¨¦rminos de resultante de una conflagraci¨®n cualquiera, de destructora erupci¨®n volc¨¢nica, visi¨®n apocal¨ªptica y nihilista. Toda su fuerza reside, por el contrario, en lajusteza con que es mantenida la tensi¨®n interna de la vida, el nervio sustentador de energ¨ªas creadoras. Las fisuras, los huecos, las entra?as que dejan al descubierto los tensos discos estallados son tanto herida reci¨¦n abierta como cicatrizaci¨®n eterna del conflicto interminable. Es permitimos ver, simult¨¢neamente, la d¨®cil, la pulida, la bella y enga?osa apariencia, y el ¨¢spero, granuloso, primitivo y tosco meollo del ente, que resultar¨¢, a la postre, tan apariencial como su vestidura. Brillantez, pulcritud, belleza est¨¦tica, o rugosidad, calcinaci¨®n, naterial bruto, corrosi¨®n, pertenecen con id¨¦ntica propiedad a la realidad. Paso constante de una a la otra de esas determinaciones, donde cada momento se constituye en la verdad del que se le opone. La subsistencia de uno de ellos, negando y eliminando al otro, resultar¨ªa enga?osa ocultaci¨®n de una de las fi iuras pertinentes de cualquier existencia.
Toda la obra de Broglia est¨¢ penetrada por la angustiosa voluntad de manifestar el contrapunto conjugado de las fuerzas del bien y del mal, inseparables, puestas al servicio de la perduraci¨®n de la vida. Bien y mal, belleza y fealdad, deben coexistir para que la vida inunde el mundo. Y tal es el contenido expresivo de las esculturas de Broglia, donde la carater¨ªstica confrontaci¨®n de los contrarios en cualquiera de sus etapas o fases plasma esa especie de sentimiento tr¨¢gico unamuniano que las embarga. Los relucientes fragmentos de disco no s¨®lo nos revelan el corruptible magma soterr¨¢neo, sino que, desgajados, se mantienen en tensa relaci¨®n gracias a los fragmentos brutos que los unen entre s¨ª. El aspecto apaciguador, casi convencional, es inmediatamente negado por la agresividad, por la ruptura impl¨ªcita de p¨²as, cubos tumorosos, estado erosionado del material. Es el arco tendido de los extremos, el equilibrio inveros¨ªmil de las fuerzas en pugna, la incre¨ªble compensaci¨®n de los dispares vectores que hacen posible la unidad de la raz¨®n y del instinto.
No es la de Broglia, en consecuencia, una obra desesperada, pero s¨ª dram¨¢tica, un constante vaiv¨¦n entre los polos positivo y negativo. El desasosiego es su raz¨®n de ser. Pero desasosiego ag¨®nico, es decir, apuntando a la permanencia fundada en la vivificadora lucha. Hay, en una palabra, dolorosas menibraduras en la escultura de Broglia, aunque manifestando siempre la necesidad de su insobornable erguirse en un espacio constructivo.
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