La normalizaci¨®n de las relaciones con Estados Unidos est¨¢ todav¨ªa muy lejana
Veinte a?os despu¨¦s del triunfo revolucionario de los barbudos de sierra Maestra y dieciocho del fracaso de la invasi¨®n ?cubano-norteamericana?, autorizada por el presidente Kennedy, de la isla caribe?a por playa Gir¨®n, Cuba sigue manteniendo la guardia alta contra la amenaza de una eventual contrarrevoluci¨®n, que a los Ojos de cualquier observador aparece como imposible. En la realidad, todo este sistema de cautelas y represiones de la libertad ciudadana no es m¨¢s que el reflejo del control total sobre la poblaci¨®n, a la que se sigue impidiendo pensar y actuar por su cuenta. Esta impresi¨®n, junto con la de falta de entusiasmo revolucionario, visible en cambio en los a?os sesenta, es quiz¨¢ la m¨¢s negativa que recibe el visitante actual de Cuba.La isla contin¨²a siendo todav¨ªa hoy un Estado policial. El instrumento utilizado para conseguirlo son los Comit¨¦s de Defensa de la Revoluci¨®n (CDR), que encuadran a cinco millones de cubanos y fueron creados a finales de 1960, cuando las amenazas norteamericanas contra el proceso pol¨ªtico cubano eran reales. ?Vamos a implantar, frente a las campa?as de agresiones del imperialismo?, dijo entonces Fidel en un discurso, ?un sistema de vigilancia colectiva revolucionaria y que todo el mundo sepa qui¨¦n es y qu¨¦ hace el que vive en la manzana, y qu¨¦ relaciones tuvo con la tiran¨ªa y a qu¨¦ se dedica, con qui¨¦n se junta y en qu¨¦ actividades anda.?
Miedo a hablar
No hay manzana de casas ni barrio que no cuente con su local del CDR. Los ?cederistas? lo saben todo, lo escuchan todo y, se supone, lo cuentan todo a los servicios de seguridad del Estado. El miedo a hablar est¨¢ generalizado en la poblaci¨®n, sobre todo si se trata de la relaci¨®n con los extranjeros, ?desaconsejada? por las autoridades. En el ?a?o veinte de la revoluci¨®n? no se ha avanzado nada en este terreno. El Gobierno mantiene el aislamiento de los cubanos con los visitantes del exterior para evitar la ?contaminaci¨®n? ideol¨®gica. Esto pudo comprobarse en la reciente sexta cumbre de los pa¨ªses no alineados, cuando se prohibi¨® terminantemente a los ciudadanos entrar en los hoteles donde se alojaban los periodistas. S¨®lo pod¨ªan acceder algunos cubanos, los ?gu¨ªas? de los informadores, funcionarios de los ministerios de Exteriores o el Interior, encargados de ?seguir? nuestras actividades. Todav¨ªa una mujer cubana puede tener problemas si es vista con un extranjero.
En Cuba a¨²n hay presos pol¨ªticos en una cantidad cuya confirmaci¨®n es dificil -en los ¨²ltimos meses Castro ha puesto en libertad a m¨¢s de 1.500- Este tipo de cuestiones no reciben tratamiento en la prensa cubana, que mantiene objetivamente desinformada a la poblaci¨®n en las cuestiones de inter¨¦s, pero que se dedica machaconamente a repetir los esl¨®ganes y consignas socialistas, a alabar sin medida a los l¨ªderes y a inundar sus p¨¢ginas con noticias de los pa¨ªses del Este y tercermundistas. La actualidad occidental recibe, sistem¨¢ticamente, un tratamiento negativo con el reflejo de todas sus ?lacras?.
La principal apertura del sistema se realiz¨® en el mes de abril de este a?o, con la celebraci¨®n de las elecciones municipales, para elegir a 10.000 representantes de asambleas municipales, ¨®rgano b¨¢sico del poder popular. Estos, a su vez, eligen a los representantes de las nueve asambleas provinciales que, finalmente, designan a los 481 de la Asamblea Nacional, el ¨®rgano supremo del poder estatal. Aunque la mayor¨ªa de los candidatos eran miembros del partido comunista, la oposici¨®n no existe y las cifras de participaci¨®n fueron abrumadoramente positivas; estas elecciones permitieron un cierto cauce para la cr¨ªtica de los problemas materiales a nivel municipal. Pero su principal resultado ha sido un comienzo de descentralizaci¨®n en el tratamiento de los peque?os asuntos que hasta hace poco se dirig¨ªan rigidamente desde La Habana.
El di¨¢logo abierto por Fidel Castro con la comunidad cubana exiliada en Miami, traducido en el regreso de ciudadanos que abandonaron la isla despu¨¦s de la revoluci¨®n o en la salida de cubanos hacia Estados Unidos, es, por otra parte, el dato m¨¢s significativo producido en el pa¨ªs desde hace veinte a?os. Este inicio de reconciliaci¨®n es una buena prueba de pragmatismo por parte del Gobierno cubano, pero la explicaci¨®n de la necesidad de permitir el regreso de estos exiliados, sin duda alguna ?contrarrevolucionarios?, no le ha sido nada f¨¢cil a Fidel Castro y ha encontrado la incomprensi¨®n de una parte de la poblaci¨®n que ha aguantado en la isla durante los a?os dif¨ªciles.
Fidel, a Estados Unidos
Aunque el antiamericanismo exacerbado, en gran parte justificado por el aislamiento a que Estados Unidos ha sometido a la isla y la presencia de tropas norteamericanas en la base de Guant¨¢namo, contin¨²a siendo uno de los ejes de la pol¨ªtica cubana, se detecta un deseo de normalizaci¨®n con Washington. En un primer momento, la pol¨ªtica exterior de Carter hizo concebir esperanzas a los cubanos, pero las exigencias norteamericanas no son de recibo para Cuba. La apertura de Castro, al permitir abandonar la isla a varios grupos de presos pol¨ªticos y otros ciudadanos ha encontrado una respuesta r¨ªgida de Estados Unidos, cuyo Departamento de Inmigraci¨®n tramita las entradas en EEUU muy lentamente.
En el discurso del veinte aniversario de la revoluci¨®n, el pueblo pidi¨® a Castro: ?Fidel, Fidel, seguro, a los yanquis d¨¢les duro?, y en la apertura de la cumbre de no alineados, el dirigente cubano dej¨® bien claro cu¨¢l era su sentimiento respecto a Estados Unidos. Sin embargo, el realismo y la penuria econ¨®mica derivada del bloqueo comercial y econ¨®mico fuerzan al r¨¦gimen castrista a intentar conseguir un modus vivendi con Estados Unidos. A este respecto es importante el viaje que realizar¨¢ Fidel a la ONU, en Nueva York, en los pr¨®ximos d¨ªas (el presidente cubano no pone pie en EEU U desde 1961). Es posible que Castro mantenga conversaciones con personalidades del mundo econ¨®mico y financiero norteamericano.
Sin embargo, la posici¨®n efectiva del l¨ªder del Tercer Mundo, asumida por Fidel despu¨¦s de la cumbre de no alineados, su pol¨ªtica internacionalista de intervenci¨®n en Africa (una cuesti¨®n no negociable para Cuba) y la influencia creciente de la isla en la pol¨ªtica caribe?a (Jamaica y Granada son dos buenos ejemplos) y Centroam¨¦rica, perjudican notablemente la normalizaci¨®n entre Estados Unidos y Cuba.
Aunque la actual pol¨ªtica cubana en Latinoam¨¦rica no sea ya la de intervenci¨®n armada directa, los sucesos de Nicaragua, donde por primera vez en Am¨¦rica desde 1959 una insurrecci¨®n popular ha tomado el poder, inquietan al establishment norteamericano. La cuesti¨®n de las tropas de combate sovi¨¦ticas en Cuba, m¨¢s artificial que real, enturbia tambi¨¦n las dif¨ªciles relaciones entre Washington y La Habana, cuya normalizaci¨®n no es previsible a corto, ni siquiera a medio plazo.
Por ¨²ltimo, el futuro interno de Cuba parece por ahora atado y bien atado. A Fidel Castro, intocable e inatacable, presidente del Consejo de Estado, primer ministro, primer secretario del PCC y comandante en jefe, le ?dobla? su hermano Ra¨²l, vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, segundo secretario del PCC y ministro del Ej¨¦rcito. Y detr¨¢s est¨¢ un partido comunista, con un mill¨®n de miembros, perfectamente vertebrado, unas fuerzas armadas, potentes y bien adiestradas, y un pueblo movilizado. El conjunto hace totalmente impensable un cambio de rumbo, producido por factores internos, de la revoluci¨®n cubana.
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