Controversias sobre una "c¨¢rcel modelo"
Hay que usar un mapa a gran escala para poder encontrar, en medio de La Mancha, el nombre de Herrera escrito en letras min¨²sculas. Pero no se busque un pueblo bajo ese nombre: Herrera no es un n¨²cleo urbano, es s¨®lo un enclave penitenciario, camuflado en la soledad de las llanuras castellanas. Ah¨ª est¨¢ la c¨¢rcel antigua, que para decir mejor es un centro de r¨¦gimen abierto, una granja de reeducaci¨®n.Durante muchos a?os, en los alrededores no ha habido nada m¨¢s: s¨®lo campos de trigo y melonares. Pero ahora, al otro lado de la carretera que lleva a Manzanares -es la poblaci¨®n m¨¢s cercana y est¨¢ a quince kil¨®metros-, ha crecido de la noche a la ma?ana un api?ado mont¨®n de casitas.
Desde fuera parece una urbanizaci¨®n modesta, peque?os chal¨¦s encalados, todos iguales, todos con un min¨²sculo jard¨ªn pedregoso y reseco. No hay ning¨²n cartel que anuncie lo que esa enigm¨¢tica urbanizaci¨®n encierra. Y, sin embargo, oculta entre las casitas, perdida en ese desierto sin posibilidad de sombras, est¨¢ la c¨¢rcel cerrada de Herrera de la Mancha, la nov¨ªsima prisi¨®n de alta seguridad, un establecimiento especial para reclusos altamente peligrosos.
-Esta clasificaci¨®n de peligrosidad no viene dada por la vida anterior del recluso, ni por el tipo de delito que ha cometido, sino por su comportamiento an¨®malo dentro de una prisi¨®n.
Esto lo dice Santiago Mart¨ªnez, el director de la prisi¨®n. A Herrera vienen exclusivamente, pues, presos enviados de otras c¨¢rceles, ya sean penados o preventivos. Y todos ellos, se supone, han de ser reclusos conflictivos en sus respectivos penales de origen: los hombres que organizaron o intervinieron en motines, los antiguos l¨ªderes de la Copel (Coordinadora de Presos en Lucha), los que intentaron fugarse, los que se autolesionaron, los que agredieron a funcionarios...
Para ellos se ha construido esta prisi¨®n especial. Especial, porque re¨²ne unas condiciones de seguridad muy elevadas: circuito interno de televisi¨®n, centro de control con monitores, alarma instant¨¢nea cuando se abre alguna de sus puertas -incluidas las interiores-, cimientos de hormig¨®n y acero empotrados en la roca sobre la que se asienta Herrera, para imposibilitar as¨ª la construcci¨®n de t¨²neles, doble barrera (de rayos infrarrojos y magn¨¦tica) rodeando el edificio, un r¨¦gimen interno muy duro (de primer grado) y superabundancia de funcionarios: la poblaci¨®n reclusa actual es de 109 hombres (y quince de ellos son internos de segundo o tercer grado tra¨ªdos a Herrera para desempe?ar los trabajos del economato, cocinas, etc¨¦tera, que no pueden llevar a cabo los reclusos considerados altamente peligrosos por su especial aislamiento), y para su vigilancia hay 104 funcionarios: a m¨¢s de uno por preso, contabilizando s¨®lo los internos especiales.
Pero Herrera es una c¨¢rcel distinta, no s¨®lo por su elevada seguridad. Tambi¨¦n es un centro misterioso, casi un mito. Desde su inauguraci¨®n, en el pasado mes de junio, no han entrado en ¨¦l periodistas. Nuestra visita fue recibida por ello con cierta cautela: el director telefone¨® a Madrid para solicitar permisos. Permiso para fotografiar el m¨®dulo no habitado, para hablar con un recluso. Al fin se consiguen las autorizaciones y comienza la visita del recinto: de la zona no ocupada por reclusos, ?porque dada la peligrosidad de los internos no se puede visitar el resto?. En el recorrido nos acompa?a el director de la c¨¢rcel, el subdirector (Melchor Turi?o), un jefe de servicio y dos o tres funcionarios m¨¢s. Todos muy amables, extremadamente atentos.
Herrera tiene cuatro m¨®dulos ?exactamente iguales?. En cada uno de ellos, sesenta celdas individuales en el piso superior. Y en la planta baja, comedores, salas, enfermer¨ªa, capilla, despacho del maestro, patio, las dependencias necesarias.
Los reclusos que ingresan en Herrera pasan autom¨¢ticamente al m¨®dulo uno, ?y ah¨ª permanecen un tiempo variable, que normalmente no excede de dos meses?. Es este primer m¨®dulo el que posee un r¨¦gimen m¨¢s duro: los internos est¨¢n todo el d¨ªa en sus celdas, a excepci¨®n de la salida al patio ?de una hora m¨ªnima, menos aquellos internos que est¨¦n en aislamiento?. Comen en sus celdas y son los propios funcionarios quienes les pasan la comida, ?para que el preso se acostumbre a su contacto y se habit¨²en al funcionario?, comenta el director. ?El recluso se mantiene en estrecha observaci¨®n y si muestra un comportamiento adecuado es pasado al m¨®dulo siguiente, y as¨ª sucesivamente, y cada m¨®dulo va teniendo un r¨¦gimen m¨¢s abierto. Con esto lo que se intenta es lograr la adaptaci¨®n de los internos a la vida en las c¨¢rceles; son todos presos conflictivos, y lo que se busca es ense?arles a vivir en convivencia?, comenta Santiago Mart¨ªnez.
-Pero si se les mantiene aislados de tal manera, ?c¨®mo se les puede ense?ar a vivir en convivencia?
-D¨¦se usted cuenta que se trata de hombres muy peligrosos, de reclusos especiales. En el m¨®dulo uno se les observa estrechamente, se les conoce, se les da un trato adecuado a sus necesidades...
Estamos paseando por el m¨®dulo cuatro, a¨²n sin estrenar. El uno est¨¢ repleto, con sesenta internos. El dos tiene una veintena de hombres; el tres, siete reclusos. Nos ense?an las duchas, ?con agua caliente?. Y un funcionario se apresura a aclarar que ?hay calefacci¨®n?. Las celdas son peque?os cub¨ªculos de dos metros por -dos, aproximadamente, cubiertas casi en su totalidad por la cama. A un lado hay un lavabo y un retrete. separados por una mampara, y en el muro del fondo, una gran ventana enrejada que da al patio. ?Y este es el panel de controles de la m¨²sica?, nos dicen, se?alando una rejilla met¨¢lica en la pared de la celda, Una peque?a palanca se?ala tres posiciones: m¨²sica, silencio y llamada, ?para cuando quieran avisar al funcionario?.
Instalaciones sin estrenar
Luego hay que ver el gimnasio, y el gran sal¨®n de actos, que todav¨ªa no ha sido utilizado, y la enfermer¨ªa central, llena de despachos para las diversas especialidades m¨¦dicas, habitaciones abandonadas con muebles a medio desembalar y con aire de no haber sido a¨²n estrenadas: ?La prisi¨®n cuenta con la visita diaria de un m¨¦dico y dos ATS, y si se necesita un especialista lo podemos traer de fuera?. Y Santiago Mart¨ªnez a?ade ?que hasta ahora, afortunadamente, no hemos tenido grandes problemas; s¨®lo un interno ha tenido que ser trasladado al hospital de Carabanchel por hab¨¦rsele metido un objeto extra?o en un ojo?. Y ah¨ª, en el hospital, lleva m¨¢s de diez d¨ªas.
"No tenemos presupuesto"
Es una c¨¢rcel especial esta de Herrera, pero su especialidad no se advierte en la construcci¨®n. Pese a estar recien inaugurada produce una impresi¨®n pobre y triste. Materiales baratos, muebles de ¨ªnfima calidad, y, por todas partes, una apariencia de provisionalidad, de urgencia en la terminaci¨®n de las obras: todo Herrera tiene aire de barrac¨®n reci¨¦n encalado, de hangar paup¨¦rrimo y desolado. No hay una sola planta verde y el polvo cubre las esquinas: ?Lo terrible es que no tenemos presupuesto para nada; en un principio estaba previsto que cont¨¢ramos con dos mujeres de la limpieza, un cocinero, un jardinero?, comenta el director, ?pero luego Hacienda dijo que era demasiado dinero y nos hemos quedado sin nada de todo esto.?
Y, sin embargo, ah¨ª est¨¢n los monitores de televisi¨®n, y los car¨ªsimos circuitos de infrarrojos, y la barrera magn¨¦tica, un montaje de seguridad de lujo en una prisi¨®n de muros baratos. - Dicen ustedes que procuran conocer de cerca a los reclusos. ?Cuentan con psiquiatras, con psic¨®logos?
- No, pero tenemos un educador, un abogado crimin¨®logo que les visita, que habla con ellos..., y el constante contacto con los funcionarios, claro est¨¢.
Dentro de ese constante contacto hay que contabilizar los cinco recuentos oficiales que se hacen al d¨ªa, ?aunque extraoficiales hay muchos m¨¢s?. Pero hemos llegado a los locutorios. Una sala con ocho cabinas familiares, con cristal antibala y rejas, y que permiten el control de las conversaciones, y dos cabinas m¨¢s para jueces, no intervenidas. ?Las visitas son de un cuarto de hora semanal, pero como la c¨¢rcel est¨¢ lejos, a veces se unen dos turnos y se concede media hora, si el familiar no puede desplazarse todas las semanas.?
"Aqu¨ª nos conocemos mucho mejor"
Es aqu¨ª, a los locutorios, adonde traen a un recluso para que pueda hablar con ¨¦l. Se llama Juan, tiene veintisiete a?os, y fue condenado a ocho por un consejo de guerra por ?robo y amenazas?. Lleg¨® a Herrera el 22 de julio, procedente de la prisi¨®n de Burgos. Juan lleva el pelo rapado casi al cero, sobre su cr¨¢neo apenas apuntan unos cuantos canutos endurecidos y punzantes. Junto a ¨¦l, al otro lado del cristal, y tan cerca que pueden escuchar nuestra conversaci¨®n, hay tres o cuatro funcionarios. A mi lado, el director de la c¨¢rcel, el subdirector, el jefe de servicio. Todos atentos, pendientes de sus palabras. Juan dice que ?Burgos era un penal muy viejo, en muy malas condiciones?. Cuando se le habla de Herrera s¨®lo contesta que ?est¨¢ bien?, y se encierra en un estrecho mutismo.
Hay cierta tensi¨®n en el ambiente, en el mismo Juan, de ojos intensos bajo su cr¨¢neo pel¨®n: ??Mi profesi¨®n? Era tapicero, oficial de primera.... y es la primera vez que estoy preso, no ten¨ªa antecedentes.?
La visita a Herrera finaliza. Juan Garc¨ªa Espinosa, un funcionario de veintiocho a?os, comenta que el trabajo en Herrera es duro, ?porque el trato con los internos es muy delicado, ya que son reclusos muy peligrosos?. Sin embargo, a?ade, ?no hay una relaci¨®n tensa entre el recluso y el funcionario, aqu¨ª nos conocemos mucho mejor, tenemos m¨¢s relaci¨®n, somos su ¨²nico apoyo?. Dice Juan Garc¨ªa que los reclusos no vienen con miedo a Herrera, ?sino con cierta prevenci¨®n, acaso, pero luego est¨¢n content¨ªsimos; a m¨ª me han dicho algunos que en otras prisiones estaban mucho peor?.
- Agunos dicen que se pegan palizas a los internos cuando llegan.
- Eso es mentira. Lo niego rotundamente. Yo he asistido a seis conducciones de presos y puedo asegurar que no es cierto; lo que pasa es que algunos presos vienen insult¨¢ndote y d¨¢ndote patadas y se niegan a entrar, y entonces hay que meterlos entre seis o siete funcionarios a las celdas...
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