El Congreso del PSOE
EL CONGRESO Extraordinario del PSOE ha proporcionado a la l¨ªnea de Felipe Gonz¨¢lez una rotunda victoria. Aunque ese triunfo se daba por descontado, no eran tan seguros ni los amplios m¨¢rgenes obtenidos por los mayoritarios ni la prudencia y el esp¨ªritu de concordia -el buen ganar, en suma- mostrados por los ganadores.El nuevo sistema de designaci¨®n de los delegados -elegidos por las federaciones y no por las agrupaciones- y de votaci¨®n y derecho a la intervenci¨®n de los jefes de las delegaciones, aprobado por el 28.? Congreso, permit¨ªa un grado mucho m¨¢s elevado de control que las antiguas normas de procedimiento. El bullicio y el ambiente de asamblea universitaria antifranquista de la reuni¨®n de mayo ha sido sustituido por el orden y la eficacia de los pactos entre los portavoces y la disciplina de las delegaciones. Probablemente exista un camino intermedio, y tiempo tendr¨¢ el PSOE de buscar y encontrar una f¨®rmula de equilibrio entre uno y otro extremo.
Por lo dem¨¢s, nada de eso invalida el resultado final del litigio pendiente desde hace cuatro meses. El liderazgo de Felipe Gonz¨¢lez es para los socialistas una partida de su activo electoral y pol¨ªtico demasiado importante como para desplazarlo de la secretar¨ªa general. De otro lado, los mayoritarios se han esforzado en lograr puntos de convergencia en un triple terreno -ideol¨®gico, estrat¨¦gico y organizativo- con las bases que segu¨ªan al llamado sector cr¨ªtico. Las cuestiones realmente conflictivas han recibido una soluci¨®n de transacci¨®n adecuada. Se trata, en suma, del debate sobre el marxismo, de la pol¨ªtica de alianzas y la eventual entrada en un Gobierno de coalici¨®n, y de la ?legalizaci¨®n? de las corrientes de opini¨®n dentro de la organizaci¨®n.
La pol¨¦mica sobre la definici¨®n del PSOE como partido marxista estaba ya sentenciada desde que los propios cr¨ªticos, entrado el verano, comenzaron a acumular matizaciones y a quitar hierro a su propuesta. No ha habido, ciertamente, un Bad Godesberg a la espa?ola, pero tampoco ha prosperado la pretensi¨®n de adjetivar doctrinariamente a la organizaci¨®n socialista. La declaraci¨®n del congreso confirma que las concepciones, las ideas y los valores del PSOE se alimentan de la tradici¨®n marxiana;
pero no s¨®lo del marxismo y no de todo lo que, con mayor o menor raz¨®n, invoca esa matriz de pensamiento.
Las formulaciones en torno a la pol¨ªtica de alianzas y una posible entrada en el Gobierno al lado de UCD son lo suficientemente ambiguas como para que cada qui¨¦n haga la lectura que le resulte m¨¢s conveniente. El compromiso de mantener el pacto municipal con el PCE no desemboca en la perspectiva m¨¢s amplia de la ?unidad de la izquierda? -rechazada, por lo dem¨¢s, incluso por el llamado sector cr¨ªtico- ni es concebido verbalmente como contradictorio, aunque en la pr¨¢ctica lo sea irremediablemente, con otras eventuales alianzas que aconseje la autonom¨ªa del proyecto socialista.
?Y los rumoreados deseos de una coalici¨®n de Gobierno a plazo medio con UCD? La pretensi¨®n de los minoritarios de que esa decisi¨®n pudiera s¨®lo ser adoptada por un congreso extraordinario iba contra cualquier criterio sensato. La f¨®rmula de que sea el consejo federal el ¨®rgano competente parece razonable. La ?cl¨¢usula de salvaguardia? contin¨²a siendo, no obstante, lo suficientemente vaga como para que los suspicaces no pierdan sus recelos, si bien la decisi¨®n de que el PSOE no entre en posici¨®n subordinada en esa eventual combinaci¨®n puede garantizar, al menos, que los socialistas no perder¨¢n su primogenitura como partido de oposici¨®n por el plato de lentejas de unas cuantas carteras de segunda categor¨ªa.
El reconocimiento de las ?corrientes de opini¨®n? dentro del PSOE constituye una resoluci¨®n enteramente positiva y elogiable, con la sola salvedad de que la reglamentaci¨®n posterior de ese derecho a la discrepancia pueda adoptar formas demasiado r¨ªgidas. Sin embargo, el principio ha quedado ya establecido, y la evidente y ruidosa realidad de la existencia de esas tendencias que los estatutos negaban seguramente bastar¨¢ para imponerlo en los hechos.
?Para qu¨¦, entonces, se preguntar¨¢n algunos, ese verano de los cuchillos largos y esa peligrosa interinidad del PSOE a lo largo de cuatro meses? ?No hubiera sido posible alcanzar esos acuerdos en mayo o a lo largo del debate posterior? La respuesta a esa pregunta se encuentra seguramente en el terreno de la organizaci¨®n y de la correlaci¨®n de fuerzas dentro del grupo dirigente.
La lucha pol¨ªtica en el 28.? Congreso tuvo como protagonistas a los dirigentes ?hist¨®ricos? del PSOE renovado, a falta de los l¨ªderes del exilio desbancados despu¨¦s de Suresnes. G¨®mez Llorente, Castellano y Bustelo pertenecen al reducido n¨²cleo, formado a finales de la d¨¦cada de los cincuenta y en la d¨¦cada de los sesenta, que, protagoniz¨® la ruptura con Llopis y el relanzamiento del Partido Socialista. En una organizaci¨®n estrechamente controlada desde arriba y temerosa de un posible desbordamiento de sus estructuras despu¨¦s de la legalizaci¨®n, los t¨ªtulos ?hist¨®ricos? son un documento que no puede faltar para aspirar a un cargo dirigente. Los tres l¨ªderes del llamado sector cr¨ªtico eran, pues, los ¨²nicos con capacidad para expresar las inquietudes y las preocupaciones de las bases descontentas. Pero al convertirse en portavoces de esas corrientes de opini¨®n se constitu¨ªan, al tiempo, en una alternativa de poder dentro de la direcci¨®n. Siguiendo una vieja tradici¨®n de las formaciones partidistas de estructura olig¨¢rquica, los vencedores han recogido parte de las ideas de los derrotados y han exiliado a ¨¦stos de los puestos de responsabilidad. A la vez han renovado en una corta medida la composici¨®n del grupo dirigente, descartando a los veteranos menos eficaces y cooptando a hombres que traen consigo aire fresco. En este sentido, la inclusi¨®n en el comit¨¦ ejecutivo de dos intelectuales de tan reconocido prestigio y competencia te¨®rica como Sotelo y Maravall refuerza considerablemente la capacidad de elaboraci¨®n ideol¨®gica y pol¨ªtica del grupo dirigente y sustituye con gran ventaja a los l¨ªderes de los cr¨ªticos.
La renovaci¨®n se ha orientado en el sentido de la competencia intelectual y no de la representatividad de las bases. Catalu?a y Euskadi tienen tan s¨®lo dos vocal¨ªas, y otras importantes organizaciones territoriales est¨¢n ausentes o infrarrepresentadas. Este es un sistema que obtendr¨¢, sin duda, sus cr¨ªticas, pero probablemente es la ¨²nica manera de construir a corto plazo un partido capaz de enfrentarse con esperanzas de triunfo a las pr¨®ximas legislativas.
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