El Rey, en Estrasburgo

ESTRASBURGO, SEDE de la Asamblea de Parlamentarios del Consejo de Europa y de una universidad que aliment¨® los esp¨ªritus de Goethe o de Metternich, fue durante muchos a?os para Espa?a, concretamente para el r¨¦gimen anterior, una constante referencia de culpabilidad moral. En Estrasburgo y sus instituciones pol¨ªticas y culturales de alcance continental a¨²n anidan las ideas primigenias del concepto ut¨®pico de la Europa que se pretend¨ªa construir en la posguerra; la ya vieja, pero todav¨ªa viva, idea de Schumann de una Europa de la cultura prevaleciente sobre la Europa de la econom¨ªa.No deja de tener alguna significaci¨®n que al amparo del m¨¢s generoso aliento europe¨ªsta el Rey de Espa?a haya sido el primer monarca en dirigirse a la Asamblea de Parlamentarios del Consejo de Europa antes de recibirse como doctor honoris causa por la Universidad de Estrasburgo. De sus intervenciones en ambas asambleas hay que se?alar todo un hilo conductor sobre la defensa de los derechos humanos, los valores de la cultura y la tolerancia, y una frase particularmente significativa de la intervenci¨®n del Rey ante la Universidad de Estrasburgo: ?... Hemos vuelto a tomar conciencia de que la libertad intelectual, como los procedimientos democr¨¢ticos, constituye una protecci¨®n contra el abuso de poder y la arbitrariedad, y ofrece tambi¨¦n, adem¨¢s, una oportunidad ¨²nica para hacer que la capacidad de los hombres les permita albergar en su esp¨ªritu a la raz¨®n y a la moral ... ? Los discursos de los monarcas constitucionales nunca tienen segundas lecturas. Pero los temas que abordan en sus intervenciones, la misma literalidad de sus palabras. merecen toda la atenci¨®n. por cuanto los jefes de Estado constitucionales que no presiden el poder ejecutivo no prodigan sus palabras. A m¨¢s de que acaso pudiera decirse, concretamente al caso espa?ol, que el Rey es uno de los ciudadanos en pleno uso de sus derechos democr¨¢ticos que m¨¢s recortadas tiene sus capacidades de intervenci¨®n en la vida p¨²blica. En su condici¨®n de Rey de todos los espa?oles se integra la jefatura suprema de las Fuerzas Armadas. Su asunci¨®n de las m¨¢ximas jerarqu¨ªas en este terreno le lleva al desempe?o de un papel que, por no ser s¨®lo simb¨®lico, precisa de las m¨¢ximas discreciones.

As¨ª adquieren su m¨¢xima dimensi¨®n las palabras del Monarca sobre la defensa de las libertades organizadas, la primac¨ªa de los valores de la persona humana como idea-fuerza de la civilizaci¨®n europea y su apoyo a ese humanismo que s¨®lo se genera en la diversidad ante lo inmediato y en la apertura hacia la universalidad.

Aun sin citarlo todo, John Locke y su defensa de la tolerancia planean sobre las intervenciones del Rey en Estrasburgo. El listado de las referencias intelectuales de sus discursos podr¨ªa conmover a todos nuestros dogm¨¢ticos de variado signo: Ortega y Rousseau, Kant, Einstein, Carr¨¦ de Malberg y Cervantes.

En cierto panorama espa?ol de crispaciones, temores, desprecio de la vida humana, prevalecimiento del grito sobre el razonamiento, escepticismo de ra¨ªces inculturales, aprecio de la fuerza y desde?o de la raz¨®n, se aprecian con mayor frescura intelectual los recientes discursos del Rey, en la ciudad donde Gutenberg pudo desarrollar aquel artesano invento que hizo llegar desde las ¨¦lites a las masas los mejores frutos del pensamiento humano.