?Una ley de divorcio feminista?
Lamentamos tener que unir al triste espect¨¢culo que nos est¨¢ ofreciendo la izquierda parlamentaria, con su actitud de manifiesta pasividad ante la imposici¨®n de UCD de un seudodivorcio ?bendecido? por la Iglesia, el no menos triste espect¨¢culo de la divisi¨®n del movimiento feminista en un tema que afecta principalmente a las mujeres. Pero ante las afirmaciones hechas por Empar Pineda en la tribuna libre del 7 de octubre ?Divorcio, s¨ª; ?pero qu¨¦ divorcio?? nos vemos obligadas a precisar:
1. Existe un importante sector dentro del movimiento feminista que no suscribe el proyecto de ley elaborado por la mayor¨ªa de los grupos que integran la Coordinadora Feminista del Estado Espa?ol, y que, por el contrario, lleva varios meses trabajando en la recogida de firmas para hacer llegar al Parlamento el proyecto elaborado por la Asociaci¨®n de Mujeres Separadas.
2. Una ley de divorcio que pretenda servir a la mujeres deber¨¢ ocuparse, en primer t¨¦rmino, de asegurar la subsistencia material de las mujeres divorciadas sin recursos econ¨®micos propios. El proyecto de la Coordinadora resuelve esta cuesti¨®n diferenciando entre las mujeres cuyos maridos poseen ¨²nos, ingresos superiores a cuatro veces el salario m¨ªnimo interprofesional (que deber¨¢n recibir una pensi¨®n a cargo de ¨¦stos) y las mujeres cuyos maridos no lleguen a esta cantidad (que percibir¨¢n un subsidio a cargo del Estado y una formaci¨®n profesional encaminada a acceder a un puesto de trabajo). Seg¨²n esto, a una mujer cuyo marido ganara 80.000 pesetas mensuales tendr¨ªa que pagarle la pensi¨®n su ex esposo, mientras que a otra cuyo marido ganara 79.000 pesetas tendr¨ªa que pag¨¢rsela el contribuyente. Nos preguntamos en virtud de qu¨¦ l¨®gica. Porque, o bien el trabajo que ambas mujeres han realizado durante su etapa matrimonial ha beneficiado al marido, o bien ha beneficiado al Estado, o bien ha beneficiado simult¨¢neamente al marido y al Estado, pero lo que no se puede mantener es que el trabajo de la primera ha beneficiado exclusivamente al marido, y el de la segunda, exclusivamente al Estado.
3. A trav¨¦s de una ley de divorcio no es posible modificar la situaci¨®n de falta de autonom¨ªa econ¨®mica de las mujeres; lo ¨²nico que puede conseguirse es que ¨¦stas no tengan que soportar una convivencia no deseada. Adem¨¢s, aun suponiendo que el acceso a la formaci¨®n profesional fuera materia de una ley de divorcio -que no lo es-, no servir¨ªa de nada, ya que una sociedad capitalista en v¨ªas de desarrollo y con dos millones de parados no podr¨ªa absorber el trabajo de todas estas mujeres.
4. Es curioso que la Coordinadora haga de la inexistencia de causas una cuesti¨®n de principios en nombre de las mujeres, cuando precisamente la mayor¨ªa de las mujeres, dado que toda su vida se desarrolla en funci¨®n de la familia, suelen tener un motivo para quererse divorciar. En cambio, si unimos a la inexistencia de causas la exenci¨®n de responsabilidades monetarias a un gran porcentaje de maridos, nos encontramos con que la Coordinadora est¨¢ propugnando el despido libre sin indemnizaci¨®n o, llamando a las cosas por su nombre, la legalizaci¨®n del repudio.
5. A la vista de todo ello, parece que la ley de la Coordinadora se ha preocupado m¨¢s de salvaguardar los intereses -los bolsillos- de los sufridos maridos trabajadores que de buscar una soluci¨®n realista, pr¨¢ctica y viable que permita divorciarse, aqu¨ª y ahora, a todas las mujeres que lo deseen. A este respecto, resultan altamente significativas las notables coincidencias entre las propuestas de la Coordinadora y las de la Asociaci¨®n de Hombres Separados, cuyo machismo ha quedado patente en repetidas ocasiones. ?C¨®mo explicar esta incongruencia en una ley que se presenta como rabiosamente democr¨¢tica y feminista? Quiz¨¢ pueda echar alguna luz sobre el asunto el hecho de que gran parte de las mujeres que integran los grupos de la Coordinadora son militantes de partidos de la izquierda extraparlamentaria, dotadas de una falsa conciencia que las lleva a identificarse con los intereses de sus compa?eros de partido, y de los cuales la propia Empar Pineda, miembro del comit¨¦ federal del Movimiento Comunista, constituye un claro exponente.
Por el Colectivo Feminista de Madrid
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