Reflexiones sobre otros Kennedy
Le¨ª la noticia en un peri¨®dico en el que conf¨ªo. Dec¨ªa que en San Diego (EEUU), hace nueve a?os, un matrimonio, luego de largas rogativas, consigui¨® ser bendecido por el Cielo con mellizas. Se llaman, las ni?as Grace y Virginia Kennedy.Por desgracia para la familia, nada tiene que ver con los millones de Edward Kennedy. Si sus nombres llegan a los peri¨®dicos es por otras razones. Hasta hoy, a los' ocho a?os de edad, no hablan en ninguna de las lenguas vivas europeas. Dialogan cordialmente o ri?en sin usar m¨¢s letras que las de las cinco vocales y las consonantes m, n, d. Los d¨ªas festivos tambi¨¦n emplean la v y la interjecci¨®n ca; sobre todo cuando los reporteros quieren entrevistarlas.
Como es innecesario decir, desde hace unos a?os est¨¢n rodeadas y perseguidas por pediatras, te¨®sofos (andan por el mundo tantas almas en pena), espiritistas, ling¨¹istas, etc¨¦tera.
Hasta ahora nadie ha logrado aclarar el fen¨®meno. As¨ª que caben cientos de interpretaciones, m¨¢s o menos cre¨ªbles, m¨¢s o menos respetuosas de las extra?as criaturas y de la fantas¨ªa.
Por ejemplo: desafiando toda la experiencia humana, a los dos meses de edad, solas en la nursery, Grace se quit¨® el biber¨®n y le dijo a su hermana:
-Nata ?ima anan.
-Nina oda nenda.
(Es decir: ?No me gustan los gigantes ? y ? Yo no quiero llegar a gigante?.)
El di¨¢logo prosigui¨® y qued¨® claro e indudable que los gigantes eran seres insoportables. Entraban de improviso en la habitaci¨®n, las arrebataban de las cunas, las zamarreaban, lanzaban gritos de admiraci¨®n, les baboseaban las mejillas. La ¨²nica defensa de las pobres ni?as era un d¨²o de llantos y alaridos. Entonces los gigantes redoblaban sus expresiones de admiraci¨®n y consuelo. Derrotados, las devolv¨ªan a las cunas. Pero volv¨ªan, siempre volv¨ªan.
As¨ª que las mellizas celebraron una especie de reuni¨®n de estado mayor y resolvieron defenderse de los adultos y de su mundo fingiendo ignorar para siempre el lenguaje de los gigantes y continuar con el propio, en el cual se entend¨ªan perfectamente. Al parecer, palabras que parec¨ªan id¨¦nticas se diferenciaban, y lo siguen haciendo, mediante la modulaci¨®n de las vocales. Esto no debe sorprender a nadie, sobre todo si tenemos en cuenta que en EEUU se emplea una lengua muy parecida al ingl¨¦s y que este mismo idioma, en Inglaterra, se convirti¨® en la bestia negra de G. B. Shaw. Descubri¨® que la letra e se pronunciaba de cinco o quince maneras distintas; y que bastaba escuchar el parloteo de cualquier s¨²bdito para detectar, no solamente de qu¨¦ regi¨®n del pa¨ªs proced¨ªa, sino tambi¨¦n en que barrio se hab¨ªa criado. Por eso escribi¨® Pigmali¨®n y dej¨® una fortuna a una asociaci¨®n de fil¨®logos para que fijaran y limpiaran el idioma ingl¨¦s. Lo de dar esplendor ya lo hab¨ªa hecho ¨¦l.
El apasionante caso de las mellizas no debe asombrarnos mucho si consideramos que todos los ni?os del mundo emplean entre ellos un lenguaje mechado de palabras cr¨ªpticas para protegerse de la no siempre oportuna curiosidad de los mayores. Y lo mismo hacen los enamorados y los delincuentes; estos dos ¨²ltimos, para defenderse de distintas clases de chivatos.
Pero hay m¨¢s. Un experto en semi¨®tica afirma que el lenguaje de las chicas Kennedy tiene indudable similitud con el que usaban los integrantes de la tribu zumzum, hoy casi extinguida, que poblara en un tiempo la Costa de Marfil.
Y esto nos lleva al recuerdo del impacto que provocaran en Europa las muestras de arte africano que importara Frobenius a poco de comenzar el siglo. Nadie olvida c¨®mo se abalanzaron sobre la novedad Picasso, colegas y ep¨ªlogos. La moda pas¨®, pero no es imposible encontrar algunos rastros.
Si el profesor de semi¨®tica aludido, omitiendo su t¨ªtulo, tiene raz¨®n, se tratar¨ªa -la parla de las mellizas- de un nuevo aporte africano a la cultura del occidente cristiano.
Y, aunque nadie haya reparado en tan importante suceso, es obvio que la negativa de las mellizas a ser entendidas ha ca¨ªdo en tierra f¨¦rtil. Ya tenemos, por ejemplo, la poes¨ªa concreta que est¨¢ vigorizando la cultura brasile?a. Para hacer un poema basta con entreverar letras de imprenta. Se dir¨¢ que no se necesitan poetas, sino tip¨®grafos. Aunque no niego que ambas vocaciones puedan anidar en un solo coraz¨®n.
A eso agreguemos lo que est¨¢ ocurriendo con la narrativa. Al grito de ?la palabra es el personaje?, se imprimen cuentos y novelas cuyos autores se guardan muy bien de ser comprendidos y van poniendo en fila palabras, cientos y miles de palabras que a veces suenan bien. Esto me recuerda un di¨¢logo de Valle Incl¨¢n en que uno de los personajes (perd¨®n) dice: ?No me juegues del vocablo. ?
Y no hablo de m¨²sica ni artes pl¨¢sticas, porque escapan a mi dominio. Pero presiento que alg¨²n d¨ªa alguien dir¨¢: ??El Rey est¨¢ desnudo!?
Y termino, porque mi ¨²nico prop¨®sito era destacar, y como primicia, el aporte trascendental que, sin saberlo, est¨¢n haciendo dos ni?as de s¨®lo ocho a?os a la cultura de Occidente.
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