Seis juzgados para resolver los "asuntos" de un mill¨®n de habitantes
EI abandono que sufre un servicio p¨²blico esencial como es la Administraci¨®n de justicia, hecho que viene denunci¨¢ndose infructuosamente desde hace lustros, alcanza cotas tercermundistas en las aglomeraciones urbanas de la periferia de Madrid. Sin locales adecuados, con escaso personal y con una media de un juzgado por cada 200.000 habitantes, la precaria infraestructura judicial existente se ve desbordada por la marea de asuntos que genera la actividad de un cintur¨®n urbano de casi un mill¨®n de habitantes. describe algunos aspectos de esta situaci¨®n.
La sala de audiencia es el comedor, el juez tiene su despacho en la habitaci¨®n de matrimonio, el registro civil est¨¢ en la cocina y el portal de la vivienda hace las veces de sala de espera. Esta mezcla de piso barato (que no llega a los ochenta metros cuadrados) y de juzgado es, concretamente, el juzgado de distrito de Alcorc¨®n. Pero lo mismo podr¨ªa ser, metro cuadrado m¨¢s o menos, el juzgado de cualesquiera de las grandes aglomeraciones urbanas que forman el cintur¨®n de Madrid capital.La Administraci¨®n de justicia en estas zonas sobrevive como puede en casas particulares de vecindad, alquiladas, que no compradas, e invade, porque el exiguo espacio no da para m¨¢s, las escaleras por donde tienen obligado paso los vecinos. De ah¨ª que no sea raro ver colgado en la puerta del vecino de enfrente un cartel, con este humilde ruego: ? Casa particular; por favor, no molesten.?
Las inevitables molestias se hacen todav¨ªa menos llevaderas en las fechas en que hay se?alados juicios de faltas y la cola de la gente que espera invade el portal y sale hasta la calle. Las gentes de la zona o las personas que acuden espor¨¢dicamente saben que all¨ª existe un juzgado m¨¢s por las colas que se forman ante el portal que por la peque?a placa met¨¢lica, apenas visible, perdida en la inmensa pared de ladrillo, en la que se anuncia que en aquella casa de vecindad hay, efectivamente, un juzgado.
La poblaci¨®n del cintur¨®n de Madrid, que suma, aproximadamente, un mill¨®n de habitantes, tiene s¨®lo seis juzgados de distrito cuando lo normal en una capital de provincia de 200.000 habitantes es que haya al menos tres juzgados. Las poblaciones de Alcorc¨®n, con cerca de 200.000 habitantes; de Legan¨¦s, con m¨¢s de 200.000; de Getafe, con 200.000; de M¨®stoles con 150.000; de Torrej¨®n, con 75.000, y de Alcobendas, con 60.000, tienen cada una de ellas un juzgado, sin que la estructura judicial tenga, en cuenta la diferencia de habitantes entre unas y otras poblaciones.
Es m¨¢s, Fuenlabrada, con 60.000 habitantes, y San Sebasti¨¢n de los Reyes, con 70.000, no tienen juzgado, por lo que dependen, respectivamente, de Legan¨¦s y de Alcobendas. Carecen igualmente de juzgado Parla y Coslada, con 60.000 y 70.000 habitantes, respectivamente.
La falta de adaptaci¨®n de la Administraci¨®n de justicia al movimiento de poblaci¨®n se hace patente tambi¨¦n en la pervivencia de la antigua divisi¨®n judicial del territorio, con lo que se tiene la impresi¨®n de que los nuevos y populosos n¨²cleos urbanos surgidos alrededor de Madrid fuesen una ficci¨®n. As¨ª, M¨®stoles sigue dependiendo judicialmente de Navalcarnero; Alcobendas, de Colmenar Viejo, y Torrej¨®n de Ardoz, de Alcal¨¢ de Henares. S¨®lo Alcorc¨®n, Legan¨¦s y Getafe pertenecen al partido judicial de Madrid.
La firma ocupa la jornada
Si la infraestructura judicial sigue siendo pr¨¢cticamente la misma de hace varios lustros, no puede decirse lo mismo del volumen de trabajo que llega actualmente a los juzgados, tras el boom emigratorio de los a?os sesenta, que convirti¨® a los peque?os pueblos de los alrededores de Madrid en inmensas ciudades-dormitorio.
S¨®lo por v¨ªa de ejemplo puede citarse el caso de Alcorc¨®n, cuyo juzgado celebr¨® 3.400 juicios de faltas, 310 juicios de cognici¨®n y verbales en el ¨¢mbito civil, y 186 actos de conciliaci¨®n en 1978. A ello hay que a?adir la tramitaci¨®n de 2.000 cartas-¨®rdenes y de 3.000 exhortos, en cumplimiento de ¨®rdenes procedentes de juzgados de otras poblaciones, am¨¦n del movimiento del registro civil.
Un funcionario de uno de estos juzgados de la periferia ha expuesto as¨ª la situaci¨®n: ?Llega un momento en que el juez no domina la situaci¨®n. El papel lo invade todo y la firma de expedientes y de documentos ocupa la mayor parte de la jornada. La falta de espacio y el m¨¦todo de trabajo que se utiliza, sin los procedimientos modernos que podr¨ªan agilizar la tramitaci¨®n de los asuntos, como el magnet¨®fono o el dict¨¢fono, ralentizan hasta tal punto la Administraci¨®n de justicia que, de hecho, la bloquean. No es lo mismo resolver en su momento un pleito civil con consecuencias econ¨®micas que hacerlo varios meses despu¨¦s, dada la desvalorizaci¨®n monetaria.?
A la falta de espacio y a los m¨¦todos rudimentarios de trabajo hay que a?adir las escasas plantillas de personal. En los juzgados de distrito de la periferia madrile?a la n¨®mina, aparte el juez y el secretario, no suele exceder de una docena de funcionarios, algunos interinos, entre oficiales, auxiliares y agentes. Por otra parte, los funcionarios fijos no suelen estar en el juzgado m¨¢s all¨¢ del a?o que obligatoriamente se les exige; se marchan a la primera ocasi¨®n. La consecuencia es que el trabajo queda realmente en manos de funcionarios interinos, los cuales no tienen la opci¨®n de poder marcharse.
Sensaci¨®n de abandono
Para el justiciable, esta situaci¨®n le da una sensaci¨®n de abandono y de desamparo. La gente que ha acudido al juzgado se marcha con la impresi¨®n de que no ha sido escuchada. La imagen de la justicia se deteriora; a veces, se llega al borde del desacato y de la falta de respeto.
Un juez del cintur¨®n de Madrid, testigo impotente de este deterioro, ha descrito as¨ª la actitud de la gente: ?Una persona que acude a un juzgado no adopta la misma actitud si es escuchada en una sala de audiencia bien acondicionada que si se le escucha en una habitaci¨®n con las paredes desconchadas; ve que no es tal sala de audiencia. La actitud negativa aumenta si esta misma persona no ha podido hablar a solas con su abogado por no existir una habitaci¨®n para este uso. En ocasiones, sobre todo en las fechas que hay juicios de faltas, se amontona tanta gente en los pasillos que los nervios de los funcionarios est¨¢n a punto de estallar y entre los que esperan pueden surgir problemas de orden p¨²blico. En esa situaci¨®n, el deterioro de la imagen de la justicia es inevitable.?
B¨²squeda de locales
La b¨²squeda de locales adecuados, en los que haya espacio para montar un archivo, servicio esencial ¨¦ste para la buena marcha de la Administraci¨®n de justicia, y en los que pueda instalarse una sala de espera donde resguardarse del fr¨ªo y de la lluvia sin molestar a los vecinos, es uno de los principales quebraderos de cabeza de los jueces de la periferia madrile?a.
El Ministerio de Justicia delega esta tarea de b¨²squeda en el juez de la zona, pero con la condici¨®n de que el edificio sea en alquiler, no comprado. ?Despu¨¦s de mucho insistir?, comenta uno de ellos, ?podemos conseguir autorizaci¨®n para tomar un local en alquiler. Entonces viene el problema siguiente: encontrar uno adecuado a las necesidades de un juzgado, cosa muy dif¨ªcil en estas zonas.?
El problema ha sido adecuadamente resuelto en M¨®stoles, donde el Ayuntamiento cedi¨® un local moderno. Ahora bien, en las restantes aglomeraciones urbanas del cintur¨®n madrile?o los juzgados siguen instalados en viejos locales o en casas de vecindad.
El mismo juez a?ade que la sensaci¨®n que existe entre los funcionarios judiciales de estas zonas es que han sido abandonados por parte de las autoridades del Ministerio y de las altas jerarqu¨ªas del poder judicial. ?En mi juzgado?, dice, un poco avergonzado, ?la dotaci¨®n trimestral para gastos generales y de material de oficina es de 19.000 pesetas, y aqu¨ª hay auxiliares interinos que no llegan a 25.000 pesetas de sueldo.?
Informaci¨®n sobre la huelga de funcionarios de Justicia en p¨¢gina 49.
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