Proceso en Colonia contra tres presuntos criminales
Un consejero jur¨ªdico, un alcalde cristianosocial y el director de una f¨¢brica de maquinaria comparecen ante los tribunales de Colonia, para responder de la muerte de 73.000 jud¨ªos franceses durante la ocupaci¨®n alemana bajo el Tercer Reich. Gracias a la decisi¨®n del Parlamento de Bonn, en julio pasado, sobre imprescriptibilidad de los cr¨ªmenes nazis, Kurt Lischka, antiguo subjefe de la Polic¨ªa Secreta alemana en Par¨ªs y sus dos colaboradores Herbert Hagen y Ernst Heinrichsohn, comparecen ahora para responder de su actividad en el departamento de cuestiones jud¨ªas. Este juicio hubiera sido imposible a partir del 31 de diciembre pr¨®ximo, si triunfa en el Bundestag la posici¨®n democristiana.El 25 de junio de 1974 se produc¨ªa una paradoja que salt¨® a las primeras p¨¢ginas de la prensa internacional: mientras la acusadora de Lischka, la temperamental Beate Klarsfeld -famosa anteriormente por haber propinado una bofetada al entonces canciller democristiano, Kurt Georg Kiesinger- ocupaba el banquillo de los acusados tras un fallido intento de secuestro del presunto criminal nazi, ¨¦ste acud¨ªa al proceso como testigo. La se?ora Klarsfeld fue condenada a dos meses de c¨¢rcel al final de un juicio repleto de incidentes: incluso, el presidente franc¨¦s, Giscard d'Estaing intervino para impedir la condena por los jueces alemanes, lo cual se interpret¨® en la RFA como ?intromisi¨®n en asuntos de otro pa¨ªs?.
Hasta la apertura del proceso actual, en el que los t¨¦rminos acusado y acusador se han invertido, han transcurrido veinticuatro a?os, en los que Lischka y sus colaboradores hicieron carrera como ciudadanos honrados, mientras la legislaci¨®n alemana en la materia parec¨ªa amparar la llamada ?amnist¨ªa biol¨®gica?: la desaparici¨®n de los criminales nazis por muerte natural.
Lischka hab¨ªa sido condenado a muerte en ausencia por un tribunal franc¨¦s. Al prohibir la Constituci¨®n alemana la extradici¨®n de cualquier ciudadano a solicitud de otro pa¨ªs, Lischka se sinti¨® seguro. Los aliados hab¨ªan establecido a su vez que ning¨²n criminal nazi podr¨ªa comparecer ante un tribunal alem¨¢n, medida que obedeci¨® en un principio al temor de que la justicia alemana fuese excesivamente ben¨¦vola con los funcionarios del r¨¦gimen hitleriano. La situaci¨®n cambi¨® al aprobar el Parlamento de Bonn una nueva ley por la que se reformaba el anterior status y permit¨ªa la comparecencia de los nazis ante un tribunal.
La vista de la causa contra los tres acusados tuvo que aplazar su comienzo una hora larga, ante la presencia de un nutrido grupo de espectadores -de ellos, unos doscientos jud¨ªos franceses- que portaban pancartas pidiendo la pena mayor para los tres nazis.
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