El "espa?ol", lengua de la Hispanidad
Hace ahora m¨¢s o menos un a?o nos encontr¨¢bamos discutiendo en las Cortes el tan debatido tema de las lenguas, cuyo err¨®neo tratamiento constitucional tan graves consecuencias va a traer a Espa?a entera, tanto a las ?nacionalidades? como a las ?regiones?, como a lo que no es ni uno ni otro, ni sabe uno ya lo que es; y las va a traer sobre todo a los trabajadores y a los profesionales espa?oles, al crear unas barreras que dificultar¨¢n las migraciones interiores, el empleo y la promoci¨®n. Pero no s¨®lo se cre¨® este grav¨ªsimo problema de fondo y de muy largo alcance, sino que se a?aden otros, como un injusto y discriminatorio empleo de los fondos p¨²blicos para ense?anza y como el germen de conflictividad interna que en algunas regiones va a suponer la dif¨ªcil frontera del ¨¢mbito territorial de una lengua y de la distinci¨®n entre lo que es lengua y lo que es dialecto o modismo. Y culmin¨® el error con la torpeza de no llamar ?espa?ol? al idioma nacional, sino llamarlo ?castellano?, a pesar de lo que, con todo el peso de su autoridad, dijo la Real Academia Espa?ola de la Lengua.Muy a pesar de los pol¨ªticos, y a causa de sus inconsecuencias e ?infidelidades?, una Constituci¨®n apenas tiene fuerza para cambiar las instituciones pol¨ªticas de un pa¨ªs (y en nuestro caso hay ejemplos muy recientes de la escasa eficacia de sus preceptos), pero, desde luego, no la tiene para cambiar la naturaleza real de las cosas, y mucho menos los nombres de cosas que tienen dimensi¨®n de universalidad. Bajando la pol¨ªtica a nivel de campanario, nosotros hemos podido intentar reducir el nombre de nuestra lengua nacional de ?espa?ol? a ?castellano?, pero a nivel universal nuestro idioma es y seguir¨¢ siendo y llam¨¢ndose ?espa?ol?. Y la Fiesta de la Hispanidad ha sido buena ocasi¨®n para demostrarlo. Es dif¨ªcil que la Constituci¨®n tenga fuerza para cambiar el nombre de nuestra lengua, porque nuestra lengua no es ya s¨®lo nuestra, es la lengua de una comunidad de pueblos y una de las pocas que sirven de medio de comunicaci¨®n y de cultura en el mundo entero a cientos de millones de seres humanos. Nuestra lengua es no s¨®lo la lengua de Espa?a, sino la lengua de la Hispanidad.
Ha sido un acierto que esta fiesta coincidiera con la reuni¨®n de ministros de Educaci¨®n del mundo hisp¨¢nico. Y ha constituido un verdadero gozo o¨ªr a todos ellos hablando del espa?ol como lengua com¨²n. Como la lengua que da una dimensi¨®n universal a toda esa comunidad de pueblos.
La televisi¨®n retransmiti¨® el discurso del Rey, y el Rey tuvo el acierto de dedicar la ¨²ltima parte de su discurso a una exaltaci¨®n de nuestra lengua. Una espl¨¦ndida y emocionante exaltaci¨®n del espa?ol, como lengua de la Hispanidad, que l¨®gicamente encontr¨® la mejor acogida en los congresistas y el eco emocionado de millones de espa?oles. ?Dejadme que os diga ?, dijo el Rey, ? que me complazco, en efecto, al o¨ªr el espa?ol americano, este espa?ol mel¨®dico y en estado de crecimiento ... ?, con un ?enriquecimiento multinacional?, de tal forma que ?en la aportaci¨®n de los pa¨ªses hispanohablantes estriba la grandeza de la lengua espa?ola. La hicimos entre muchos. La hacemos -y la haremos entre todos. Nadie debe olvidar que no hablamos la lengua de una naci¨®n determinada (son palabras del Rey), hablamos la lengua de una comunidad. Es m¨¢s, de una comunidad donde las tierras y las leyes son diferentes, y la lengua es patria com¨²n.? Y termin¨® diciendo: ?Lo que vengo a deciros, se?ores congresistas, es que la lengua es nuestra herencia y nuestra investidura comunitaria. Lo que vengo a pediros, personalmente, es que compromet¨¢is vuestra labor educadora en la defensa de la lengua y en el mantenimiento de su unidad.?
Oyendo al Rey, uno no ten¨ªa m¨¢s remedio que recordar los debates constitucionales de hace un a?o. Y comparar el recelo de los representantes de nuestras ? nacionalidades ? dom¨¦sticas frente a nuestra lengua, con el entusiasmo de los representantes de veinte aut¨¦nticas naciones americanas.
Oyendo al Rey, uno no ten¨ªa m¨¢s remedio que pensar que los destinatarios de su mensaje no eran s¨®lo los ministros de Educaci¨®n de los pa¨ªses hermanos de Am¨¦rica, sino tambi¨¦n los responsables de la educaci¨®n y la cultura de las ?nacionalidades? aut¨®nomas de Espa?a. Tambi¨¦n dentro de Espa?a, la lengua es y debe ser patria com¨²n. Tambi¨¦n puede decirse con verdad que el espa?ol lo hemos hecho entre todos: castellanos, vascos, catalanes, valencianos, andaluces, gallegos.... y ya no es de ninguno en particular, sino de todos en conjunto. Tambi¨¦n es nuestra herencia y nuestro patrimonio. Y tal vez nosotros, los espa?oles de cualquier parte de Espa?a, tenemos m¨¢s que ninguno la obligaci¨®n de defender nuestra lengua comunitaria, de comprometer la labor educadora a todos los niveles y en todo el territorio nacional, en su defensa y en el mantenimiento de su unidad, porque pienso que a nosotros, antes que a nadie, compromete y obliga la petici¨®n del Rey.
Cuando la educaci¨®n y la cultura, tan esenciales para el mantenimiento de la unidad y el sentido comunitario de un pueblo, van a quedar en Espa?a repartidos en competencias territoriales distintas, en las que se corre el peligro de que un mal entendido fervor nacionalista relegue a segundo t¨¦rmino lo nacional, lo que nos une, para exaltar lo que nos diferencia y a veces nos divide, pienso que la referencia del Rey a la defensa de la lengua espa?ola tiene un sentido pol¨ªtico de primer orden, que trasciende el marco concreto donde sus palabras fueron dichas. Pienso que no fue casual esta defensa encendida del Rey de algo que sabe que es b¨¢sico para una comunidad de naciones, pero a¨²n lo es m¨¢s para una naci¨®n. Pienso que hab¨ªa en sus palabras de este 12 de octubre no s¨®lo la preocupaci¨®n y la ilusi¨®n por la dimensi¨®n hisp¨¢nica y universal de nuestra lengua, sino la preocupaci¨®n y la ilusi¨®n por su primaria dimensi¨®n nacional.
Me gustar¨ªa que sus palabras no s¨®lo encontraran el eco que merecen en los responsables de la educaci¨®n y la cultura de las naciones americanas, sino tambi¨¦n en los responsables de la educaci¨®n y la cultura de todo el territorio espa?ol, cualquiera que sea su r¨¦gimen jur¨ªdico.
El espa?ol es la lengua de la Hispanidad, y a todos los pa¨ªses hispanohablantes corresponde honrarla, defenderla y enriquecerla. Pero, antes que lengua de la Hispanidad, y en otro caso, por ser lengua de la Hispanidad, el espa?ol es la lengua de Espa?a. Y debemos hacer honor a la responsabilidad y el compromiso que supone ser la naci¨®n que forj¨® esa lengua y la difundi¨® en el mundo. Lo cual puede ser perfectamente compatible con el uso, la defensa y el enriquecimiento de las dem¨¢s lenguas que constituyen patrimonio cultural, no de una regi¨®n, sino de Espa?a como naci¨®n y patria com¨²n de todos los espa?oles. Lo que conviene es que seamos conscientes de que a nivel de cada hombre, de la naci¨®n y de la comunidad hisp¨¢nica de naciones, tiene rango prioritario el concepto, tan oportunamente se?alado por el Rey en su discurso, del espa?ol como lengua no s¨®lo de Espa?a, sino de la Hispanidad.
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