La maravilla de Haydn por la Orquesta de C¨¢mara de Mosc¨²

Diecis¨¦is arcos (5-4-3-3-1), dos oboes y dos trompas, m¨¢s la espor¨¢dica intervenci¨®n del clave, forman el admirable instrumento que es la Orquesta de C¨¢mara de Mosc¨², que hemos escuchado en el Real el pasado fin de semana, ocupando el lugar habitual de la Orquesta Nacional. Bajo la direcci¨®n del violinista y excelente maestro Igor Barsodny, el conjunto sovi¨¦tico tuvo a bien presentar un programa monogr¨¢fico: Sinfon¨ªas 28, 49 (La passione) y 45 (La despedida), de Joseph Haydn, lo que constituy¨® un verdadero regalo de pureza, perfecci¨®n, equilibrio y belleza musicales.San¨ªsimo ejercicio para m¨²sicos y aficionados, para orquestas y p¨²blicos, ¨¦ste de enfrentarse con la autenticidad haydniana. Semejante caudal de inventiva mel¨®dico-tem¨¢tica, semejante plenitud vital y art¨ªstica, lejos de incurrir en monoton¨ªa, lograron que el entusiasmo del p¨²blico (en la sesi¨®n del s¨¢bado) fuera claramente in crescendo, desbord¨¢ndose al t¨¦rmino de la Sinfon¨ªa n¨²mero 45, que fue (como las anteriores) primorosamente tocada y, adem¨¢s, ?representada?: obedeciendo a la tradici¨®n, la Orquesta de C¨¢mara de Mosc¨² dej¨® el teatro en total oscuridad, procedi¨® a encender dos velas por atril, y de esta guisa interpret¨® la larga Sinfon¨ªa de los adioses, hasta ese final deliciosamente contestario en el que los m¨²sicos van abandonando sus puestos escalonadamente, apagando previamente su luz, hasta dejar solos y en penumbra a los, dos primeros violines, que llevan la obra a su esplendoroso final.

La calidad de la Orquesta de Mosc¨² es realmente excepcional. Afinaci¨®n impecable, empaste perfecto, rigor en el planteamiento musical, sonido muy peculiar y, desde luego, bell¨ªsimo. Ya he mencionado el clamoroso ¨¦xito, al que los m¨²sicos rusos hubieron de corresponder con la concesi¨®n de tres bises: la c¨¦lebre Serenata, que suele desgajarse de un temprano Cuarteto de la Op. 3, de Haydn; el allegro del Divertimento K. 136, de Mozart, y el Scherzo de las Dos piezas para octeto de cuerdas, Op. 11, de Shostakovitch.