"Nunca he sido un aventurero, como Fidel Castro quiso hacer creer"
?Nunca he dejado de ser revolucionario. Desde que empec¨¦ a pensar, en la adolescencia, soy revolucionario. Y morir¨¦ siendo revolucionario. El tiempo ha demostrado la falsedad que Fidel Castro quiso divulgar de m¨ª, present¨¢ndome como un aventurero, como una persona sin escr¨²pulos, ambiciosa de poder. Soy un revolucionario, porque me identifico con la libertad, con la justicia, el progreso y la causa de la Humanidad. Y, en mi caso, sentirme revolucionario significa, adem¨¢s, sentirme identificado con la causa de la libertad de todos los pueblos latinoamericanos?, afirma Malos.Pregunta. Usted se separ¨® de la revoluci¨®n cubana, y eso parece que le ha hecho pasar veinte a?os en la c¨¢rcel. ?Por qu¨¦ se produjo esa separaci¨®n?
Respuesta. De entrada, debo decir que mi prisi¨®n supuso una gran injusticia. Por varias razones: por el juicio en s¨ª y por el hecho de que se arroje a una celda a un hombre calumniado, difamado, vejado, sin posibilidad de defensa. Las razones que me impulsaron a separarme de la revoluci¨®n son sencillas: luchamos, llegamos al poder, tras derrotar a la dictadura de Batista. Hab¨ªamos prometido al pueblo libertad, y a la naci¨®n, soberan¨ªa e independencia. Hab¨ªamos prometido tambi¨¦n algunas otras cosas hermosas, como reforma agraria, industrializaci¨®n, alfabetizaci¨®n, todo un programa de justicia social y progreso. Pero el desarrollo de la revoluci¨®n tom¨® un pulso distinto de lo prometido. Yo me manten¨ªa completamente leal, completamente fiel a los ideales iniciales. Y no estaba, en modo alguno, conforme con que nuestra revoluci¨®n se desnaturalizase, con que nuestro pa¨ªs se convirtiera en un eco, en una dependencia de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
P. ?C¨®mo comunic¨® su decisi¨®n a Castro? ?En qu¨¦ circunstancias lo detuvieron?
R. Decid¨ª apartarme de las filas revolucionarias antes de que la desviaci¨®n fuese un hecho visible, real. Hab¨ªa ido viendo determinados signos que me alertaron, hasta que para m¨ª fue claro que no podr¨ªa seguir defendiendo algo que iba en contra de mis ideales. As¨ª que solicit¨¦ mi licenciamiento y expliqu¨¦ a Castro, en una carta privada, las razones que me hablan llevado a mi irrevocable decisi¨®n. Despu¨¦s de una terrible madrugada, en la que me acusaron de toda clase de delitos, de vicios, de complots, me arrestaron. Luego, Fidel mont¨® una parodia de juicio, nombrando directamente a los jueces entre sus m¨¢s directos e inmediatos colaboradores, y actuando personalmente como principal testigo de acusaci¨®n. Con la sentencia dictada, y ya en prisi¨®n, tuve que encarar lo que representaba la injusticia, las ofensas y las perspectivas de arbitrariedad, malos tratos y atropellos que me esperaban.
P. ?C¨®mo ha soportado estos a?os?
R. Puedo decirle categ¨®ricamente que mi esp¨ªritu no flaque¨® en ning¨²n momento, ni mi ¨¢nimo se tambale¨® nunca. Creo ser un hombre de principios, y que el tiempo ha demostrado que no soy un aventurero, como Castro quiso hacer creer. Cuando el hombre tiene formaci¨®n, criterios, convicciones, y es capaz de ser leal a principios puede soportar cualquier prueba, por dura que sea. Por eso salgo de la c¨¢rcel, despu¨¦s de cumplir, hora tras hora, los veinte a?os de mi condena, con la satisfacci¨®n de saber que el tiempo ha probado que el verdadero traidor de la revoluci¨®n cubana es Fidel Castro, y que en mi caso no hubo m¨¢s que lealtad a los principios y a los basamentos doctrinales formulados en los d¨ªas en que luch¨¢bamos en sierra Maestra. Estoy viejo, maltratado f¨ªsica y moralmente, pero entero, con la certeza de haber cumplido con mi deber.
P. ?Le presionaron para que abandonara su postura?
R. A los pocos d¨ªas de estar en prisi¨®n hubo un intento de chantaje. Me dijeron que si guardaba silencio y aceptaba los cargos que se me hab¨ªan hecho, podr¨ªa irme a casa. Reaccion¨¦ de un modo casi violento. Dije a los emisarios que comunicaran a Castro que si quer¨ªa comprar mi silencio tendr¨ªa que fusilarme cien veces. Luego usaron el castigo, la incomunicaci¨®n, como procedimientos para ablandarme. De los veinte a?os de c¨¢rcel he pasado, en total, diecis¨¦is incomunicado. Estuve una vez m¨¢s de siete a?os sin recibir una sola visita. Luego pas¨¦ otro a?o aislado y desnudo. En otra ocasi¨®n estuve m¨¢s de doce meses sin ver el sol, encerrado en un peque?o cuarto de cemento. Me golpearon en muchas ocasiones, y me negaron asistencia m¨¦dica. Tengo un brazo semiinv¨¢lido por ello. De todas estas vivencias guardo alg¨²n material, que pretendo trasladar a un libro. Muchas veces requisaron mis notas, pero lo que no se pudieron llevar fueron mis recuerdos.
P. Hace unos d¨ªas, en una rueda de prensa, dijo usted que si Camilo Cienfuegos no hubiera muerto su juicio habr¨ªa sido justo.
R. No fue esa una afirmaci¨®n categ¨®rica. Pienso que, a pesar de sus declaraciones en mi contra, la actitud de Camilo fue una t¨¢ctica. Cuando fue a arrestarme (y Castro, le envi¨® a ¨¦l porque sab¨ªa que nuestras relaciones eran buenas, y que eso eliminar¨ªa conflictos) se disculp¨® conmigo. ?Chico, mira, me mandan a esto?, me dijo. Tengo la intuici¨®n de que si Camilo hubiera seguido vivo habr¨ªa hecho alg¨²n esfuerzo para que yo tuviera un juicio justo.
P. ?Tiene usted alguna teor¨ªa sobre la muerte de Cienfuegos?
R. En el libro que pienso escribir voy a explicar mi criterio sobre esa muerte. Y anticipo desde ahora que se trata s¨®lo de un criterio.
P. ?No podr¨ªa ser un poco m¨¢s expl¨ªcito sobre este tema?
R. Lo siento. S¨®lo puedo a?adir que lament¨¦ mucho la muerte de Camilo.
P. Muchas personas sostienen la teor¨ªa de que, si Estados Unidos hubiese ayudado a Castro en los primeros d¨ªas de la revoluci¨®n, el r¨¦gimen no se habr¨ªa desviado hacia la ¨®rbita sovi¨¦tica. ?Qu¨¦ piensa usted sobre, esto?
R. Esa es una apreciaci¨®n peregrina, carente de base. Le puedo afirmar con autoridad, por mi conocimiento de Castro y de sus colaboradores, que el Gobierno de Eisenhower fue totalmente ajeno al rumbo que tom¨® la revoluci¨®n. Castro planific¨® su traici¨®n, su entrega de la independencia y soberan¨ªa cubana con miras a perpetuarse, a eternizarse en el poder. Ni siquiera admito que Castro sea comunista. Fidel es un gran simulador, un gran actor. Enga?¨®, us¨® la trampa, el juego sucio, para mantenerse en el poder. Nada que hubiesen hecho los americanos habr¨ªa cambiado el curso traidor que dio Castro a la revoluci¨®n cubana. El bloqueo, el aislamiento internacional no fueron m¨¢s que consecuencias de aquella actitud. No se puede justificar, ni dial¨¦cticamente ni hist¨®ricamente, el camino de la revoluci¨®n cubana por la actitud de los pa¨ªses de Am¨¦rica de darle la espalda a Cuba. ?Si Castro hubiese nacido unos a?os antes, cuando el fascismo estaba de moda en muchos pa¨ªses de Europa, le habr¨ªamos visto encuadrado en el campo del fascismo. Fidel es un comunista de conveniencia, incapaz de enfrentarse a una estructura democr¨¢tica, que exigir¨ªa alternabilidad en el poder. Castro no es m¨¢s que un mayoral, que disfruta las posesiones cubanas de los verdaderos due?os que est¨¢n en Mosc¨².
P. Usted afirma haber sufrido torturas y persecuciones durante sus veinte a?os de c¨¢rcel ?Teme usted ahora por su vida?
R. No me gusta el vocablo temer. Lo que s¨ª creo es que del mismo modo que trataron de triturarme en la prisi¨®n, y no lo consiguieron, de la misma forma que trataron de retenerme y no lo lograron, Fidel puede ahora abrigar la esperanza de hacerme balear en cualquier ciudad. Pero eso no me va a detener, voy a viajar, voy a decir lo que creo que debo decir. Fui combatiente, y no le tengo miedo al plomo. Y si me atacan, que aseguren el tiro, porque estoy dispuesto a responder.
P. En Centroam¨¦rica, en Am¨¦rica Latina hay pueblos que viven en la explotaci¨®n, la miseria y el atraso. ?Cree usted que estos problemas pueden resolverse mediante la democracia parlamentaria como f¨®rmula pol¨ªtica?
R. Cada pueblo tiene sus condiciones espec¨ªficas, y no se puede hablar en abstracto de f¨®rmulas generales v¨¢lidas para todos. Hay valores que s¨ª son comunes, como la justicia, la libertad, el progreso. Lo que sirve en Estados Unidos no vale en Paraguay, Argentina no se parece a Hait¨ª. Hay que tener en cuenta, pues, las peculiaridades de cada pueblo. En Espa?a, por ejemplo, estamos asistiendo a un hecho que aqu¨ª no se podr¨ªa haber repetido: despu¨¦s de una larga dictadura, despu¨¦s de una noche negra, una monarqu¨ªa constitucional consigue encaminar al pa¨ªs por las v¨ªas de la democracia. Esa evoluci¨®n habr¨ªa sido imposible en Am¨¦rica Latina.
P. Usted se considera un luchador. ?C¨®mo planea ayudar a su pueblo?
R. Mi primer deber es conseguir, con la ayuda de todo el mundo, la libertad de muchos compa?eros que han quedado presos. Ese es un compromiso moral insoslayable. Perm¨ªtame que le hable de un caso muy particular. Hay un preso, llamado Silvino Rodr¨ªguez Barrientos, por cuya vida estamos temiendo muchos de nosotros. Este compa?ero ha mantenido siempre una frontal posici¨®n contra Castro. Cuando estaba a punto de cumplir su sentencia de doce a?os de c¨¢rcel, le condenaron a estar en prisi¨®n otros nueve m¨¢s. Le acusaron de ?conspirar?; es, adem¨¢s, un activista cat¨®lico. Y eso es un grave delito en Cuba. Mantener la fe, la convicci¨®n religiosa, celebrar alguna fiesta cat¨®lica, poner un arbolito de Navidad, aunque sea con el palo de una escoba, se castiga. En una ocasi¨®n le dieron una enorme paliza por no querer desprenderse de un crucifijo. Ahora le han amenazado con matarle. Hace alg¨²n tiempo trataron de hacerlo en mi presencia, pero pudimos evitarlo. Debo pedir que, el hecho de se?alar la especial¨ªsima situaci¨®n de un compa?ero en peligro, no diluya el esfuerzo que corresponde hacer por todos los presos pol¨ªticos cubanos. Quedan muchos con doce, trece, diecis¨¦is a?os de condena. Si su situaci¨®n no se resuelve pronto, puede haber muchos muertos, muchos locos. Son muchos los que no soportan las condiciones de vida de las c¨¢rceles cubanas y pierden la raz¨®n.
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