Amparo Rivelles
Se lo dec¨ªa yo la otra noche a Mar¨ªa Asquerino, cuando me contaba su reciente viaje a M¨¦xico para hacer una pel¨ªcula:-Los mexicanos habr¨¢n comprendido, al fin, que les hemos tenido enga?ados durante veinte a?os con Amparo Rivelles. Ellos cre¨ªan que era la buena, y ahora habr¨¢n visto que la buera eras t¨², que la buena estaba aqu¨ª.
Mar¨ªa, llena de bondad profesional y humana, se resist¨ªa a mis chismes. Defend¨ªa a la Rivelles. Y no es que yo la atacase, sino que recuerdo esmeriladamente a esta dama, como una musa Cifesa de los a?os cuarenta que no nos interesaba nada a los ni?os de postguerra, porque acababan de estrenar Gilda y ten¨ªamos una cita con Rita Hayworth, todas las noches, en nuestra cama con cuatro esquinitas, de la que hab¨ªan huido los cuatro angelitos que la guardaban, ante el esc¨¢ndalo rubio de la maravillosa, mucho m¨¢s rubia en mi imaginaci¨®n pecadora y solitaria.
La traici¨®n de Rita Hayworth era inevitable y vino m¨¢s tarde. En realidad se ve¨ªa venir. La traici¨®n de Amparo Rivelles, en cambio, que se fue a M¨¦xico hace veinte a?os, no nos traumatiz¨® nada a aquellos traumatizados ni?os, porque era como si una prima vistosa y rara de mam¨¢ rompiese al fin -puach, qu¨¦ alivio- con la familia. Ya no hab¨ªa peligro de incurrir otro domingo en pel¨ªcula Rivelles/Cifesa. Ahora, obviamente, ha vuelto, y est¨¢ tan joven y tan antigua como cuando se fue. No ha envejecido usted nada, se?ora dama. Lo suyo no es vejez, sino antig¨¹edad. Es usted el t¨ªo de Am¨¦rica, que vuelve.
Y si no, ah¨ª est¨¢ lo que ha escrito el otro d¨ªa en un dominical madrile?o, cont¨¢ndonos su tiempo libre: ?S¨®lo se aburren las personas que no saben qu¨¦ hacer con ellas mismas. He dicho antes que soy una mujer feliz (de momento) y esa alegr¨ªa se refleja en todo cuanto hago, a partir del instante en que abro los ojos, a eso de las once y media de la ma?ana.?
En este plan. O sea que ya ven c¨®mo se lo monta do?a Amparo. Dando consejos al personal femenino, desde los mass-media, y dando ejemplo, sobre todo, que hay que levantarse ?a eso de las once y media de la ma?ana? y todo va divino. Claro que ella es c¨®mica y trabaja hasta tarde en el teatro. Pero si usted viera, do?a Amparo, c¨®mo est¨¢ el Metro de Campamento a las siete de la ma?ana, pululante de obreras que van a sus f¨¢bricas, quiz¨¢ comprendiera que ellas no esperan, ?cada nuevo d¨ªa que empieza, posibilidades, por remotas que sean, de que sucedan entrevistas extraordinarias y dichosas?. No abundan las entrevistas extraordinarias y dichosas en el mundo laboral de la mujer. Todo lo m¨¢s, una entrevista extraordinaria y dichosa con el jefe de personal para o¨ªrle que la mandan a casa por embarazo, y que quiz¨¢ ya no tenga puesto en la f¨¢brica despu¨¦s del parto. Extraordinario y dichoso.
?Nada hay que afee tanto a una mujer como el tedio y el mal humor.? En plan se?ora Francis, tipo radio, Amparo Rivelles se dirige a la ampl¨ªsima audiencia del peri¨®dico en que escribe, entre cuyos lectores habr¨¢ de todo, recomendando a la mujer espa?ola ?iIusi¨®n y vitalidad?. Joven, antigua y se?orial, la dama Cifesa no se ha enterado de la poderosa y pat¨¦tica conmoci¨®n femenina que encrespa estos d¨ªas la sociedad espa?ola, con la guerra del aborto o Lis¨ªstrata de las mujeres sabias, que, m¨¢s all¨¢ de griegos y Moli¨¨res, han parado un juicio adusto contra once v¨ªctimas de luto y sangre que nunca floreci¨®.
Reci¨¦n venida, le dieron a leer una comedia de autor importante y la rechaz¨®:
-Yo no puedo debutar en Espa?a con un papel de zorra.
Zorras llamaron los guardias a las que luchaban en Madrid, el otro d¨ªa, por los derechos remotos de unas obreras legendarias y m¨ªseras. Amparo Rivelles, en estos veinte a?os, ha conservado la juventud, pero no ha conquistado la contemporaneidad. Sigue siendo antigua. Les pasa a muchos, mi gran dama.
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