Condenados a entenderse
REITERADAMENTE, EL ministro de Asuntos Exteriores de Marruecos, que ahora visita Espa?a, hab¨ªa hecho alusi¨®n a que el problema del Sahara no estaba presente en la agenda de sus conversaciones en Madrid. Sin embargo, es ya notorio que s¨ª se habl¨® de este problema, como de todos los contenciosos pendientes, y no pod¨ªa ser de otra forma. El Sahara es para el reino de Marruecos una cuesti¨®n vital y de enorme actualidad. Lo que, tras los Acuerdos de Madrid, parec¨ªa una anexi¨®n f¨¢cil y una operaci¨®n militar sin complicaciones se ha ido progresivamente envenenando y ha terminado por convertirse en un conflicto b¨¦lico circunscrito todav¨ªa a las fronteras marroqu¨ªes posteriores al Anchluss de 1975, pero que podr¨ªa desembocar en una guerra que afectara a varios pa¨ªses del norte de Africa. La tensi¨®n con Argelia, la hostilidad de otros pa¨ªses ¨¢rabes y las condenas diplom¨¢ticas en las Naciones Unidas se suman a un profundo malestar interior. Porque la anexi¨®n del Sahara, que sirvi¨® inicialmente para cimentar la uni¨®n patri¨®tica marroqu¨ª, se ha ido convirtiendo paulatinamente en un semillero de reproches mutuos y de cr¨ªticas contra la monarqu¨ªa y el Gobierno por la forma de conducir la guerra y de negociar diplom¨¢ticamente las alianzas o la neutralidad de terceros pa¨ªses.Tambi¨¦n para Espa?a el Sahara es una cuesti¨®n de primer orden. Es imposible negar la responsabilidad hist¨®rica del Estado espa?ol, durante la agon¨ªa de Franco y la etapa inmediatamente posterior, en la ocupaci¨®n por Marruecos de la antigua ?provincia? espa?ola. Y tampoco parece inteligente disfrazar con los ropajes de una f¨¦rrea coherencia los vaivenes de nuestra diplomacia, que ha utilizado con escaso acierto los procedimientos de la realpolitik y ha realizado sus cambios de juego a costa de crear no pocas confusiones. No s¨®lo nuestras relaciones con los pa¨ªses ¨¢rabes y africanos se hallan en funci¨®n de este contencioso. Gibraltar, Ceuta y Melilla, la pesca, el gas natural, los suministros de petr¨®leo, la defensa de Canarias y las oportunidades comerciales e industriales de Espa?a en el norte de Africa dependen en gran parte de la cuesti¨®n sahariana.
La diplomacia franquista apost¨® en favor de la independencia de Marruecos, e incluso de la de Argelia, pese a los apoyos que los ?cuatro generales? encontraron en algunos medios oficiales espa?oles al intentar un remake a la francesa del levantamiento de 1936. Ese apoyo a los movimientos descolonizadores en el Magreb durante el pasado no puede disociarse de su filo agresivo contra la pol¨ªtica francesa. Sin embargo, Marruecos, despu¨¦s de su independencia, prefiri¨® privilegiar sus relaciones con Francia, que hab¨ªa sido su enemiga. La elecci¨®n era l¨®gica. Madrid apenas ten¨ªa nada que ofrecer, mientras que Par¨ªs pod¨ªa suministrar ayuda t¨¦cnica, programas educativos e interesantes perspectivas de cooperaci¨®n econ¨®mica.
Sin embargo, y para emplear una expresi¨®n que Hassan II y sus ministros utilizan con frecuencia, Espa?a y Marruecos ?est¨¢n condenados a entenderse?. Tambi¨¦n ha repetido la frase ahora nuestro hu¨¦sped, Mohamed Bucetta. ?C¨®mo refrendan los hechos esa ?sentencia a la amistad?? El proyecto del t¨²nel bajo el estrecho, cuya preparaci¨®n va a iniciarse bajo el patrocinio de una comisi¨®n mixta, no es una idea arrancada de una novela de Jules Veme, pero conserva todav¨ªa un considerable lastre ut¨®pico. Los intercambios culturales, los acuerdos para el fomento del turismo, los planes de cooperaci¨®n t¨¦cnica, el incremento de las relaciones comerciales o los proyectos conjuntos de car¨¢cter industrial ocupar¨¢n, sin duda, la atenci¨®n de los estadistas, diplom¨¢ticos y empresarios de los dos pa¨ªses en el inmediato futuro. Ahora bien, hay una realidad geogr¨¢fica y geopol¨ªtica, de la que se derivan las conclusiones m¨¢s importantes, por encima de cualquier otra consideraci¨®n: Espa?a es el nexo natural para la aproximaci¨®n de Marruecos a Europa y para el acercamiento europeo a Marruecos.
Ser¨ªa deseable que los contenciosos que separan a los dos pa¨ªses, y de manera primordial el tema del Sahara y la latente reivindicaci¨®n marroqu¨ª sobre Ceuta y Melilla, pudieran irse resolviendo a partir de reuniones como la que ha propiciado la visita del se?or Bucetta. Pero mientras el Gobierno espa?ol no se decida a acordar con la oposici¨®n parlamentaria una estrategia nacional inequ¨ªvoca, a largo plazo y representativa de los intereses estatales y comunitarios por encima de los propiamente partidarios, mucho nos tememos que falte el elemento b¨¢sico y primordial para cualquier negociaci¨®n: saber qu¨¦ es lo que se quiere m¨¢s all¨¢ de las presiones coyunturales y cu¨¢les son las v¨ªas para conseguirlo.
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