La crisis de identidad de la burgues¨ªa
En el siglo pasado, a principios de ¨¦ste, la burgues¨ªa rusa sufre una crisis de identidad. Hay unas razones hist¨®ricas peculiares -la industrializaci¨®n tarda en entrar, pero llegan las costumbres y los usos de sociedades extranjeras que son ya m¨¢s libres; la autoridad de la aristocracia se funde en una gran degeneraci¨®n; la pobreza, la miseria, son inmensas en el extenso pa¨ªs; hay diveisas corrientes revolucionarias- por las que vive en una continua contradicci¨®n. Y hay razones de clase. La burgues¨ªa es una continua inestabilidad: una ansiedad por ascender, un miedo al desclasamiento y, al mismo tiempo, una falta de dominio real Sobre las circunstancias que pueden. producir estos movimientos.Las grandes crisis que se vienen encima en determinados momentos -guerras o revoluciones- producen estas reflexiones de conciencia, estas crisis de identidad. Esto desborda la mera an¨¦cdota nacional o hist¨®rica. No es dif¨ªcil viendo ahora Veraneantes, relacionar esta obra con otras producidas en otros pa¨ªses, en otros momentos, incluyendo a Gald¨¢s en Espa?a. No se puede dejar de pensar en Priestley -Curva peligrosa o Llama un inspector-, trabajando sobre una crisis de identidad parecida en la burgues¨ªa brit¨¢nica de la preguerra.
Veraneantes, de M¨¢ximo Gorki; adaptaci¨®n de Carlos Gandolfo
Int¨¦rpretes: Julieta Serrano, Alfredo Luecheti, Joaqu¨ªn Hinojosa, Concha Hidalgo, Eusebio Poncela, Roberto Quintana, Jeaninne Mestre, Cristina S¨¢nchez-Pascual, Berta R¨ªaza, Mir¨ªam de Ma¨¦ztu, Santiago Ramos, Aurora Pastor, Juan Sainz, Juan Antonio G¨¢lvez, Paco Guijar, Avelino C¨¢novas, Gabriel Fariza, Manuel Alexandre. Escenograf¨ªa, iluminaci¨®n y vestuario: Carlos Cytrynovsk?. Direcci¨®n: los Gandolfo. Teatro Bellas Artes Centro Dram¨¢tico Nacional. 17-11-1979.
Estas condiciones permanentes de una clase nos aproximan mucho a Veraneantes, en un momento en que la burgues¨ªa espa?ola est¨¢ inmersa tambi¨¦n en una crisis de identidad. Est¨¢ despavorida, ha perdido sus puntos fijos, su sistema de orientaci¨®n. Ciertas reacciones del p¨²blico -invitados selectos, pero no por ello faltos de representaci¨®n de esa clase- en la noche del estreno demostraban, aparte de una falta de sensibilidad, una forma de fuga. Las risas en los momentos inoportunos, cuando lo que se refleja en el escenario es, sobre todo, un patetismo, o una tensi¨®n, son la manera cl¨¢sica de excluirse, de no sentirse externamente afectado -que no se note- por aquello que internamente le hiere. Cuando Gorki estren¨® esta obra, en San Petersburgo (1904), tuvo una reacci¨®n m¨¢s honesta por parte de los espectadores, entre el rechazo de unos y el entusiasmo de otros. Era una sociedad viva.
Veraneantes describe un fragmento de esa clase social en un momento peculiar: el ocio, el descanso del verano, en una casa alquilada. Un ocio que les permite reflexionar y conversar, buscar afinidades o enemistades, amores y odios. Se puede entender que hay tres sectores: conformistas, inquietos y luchadores por el futuro. Los enfrentamientos son ¨¢speros. Mucho m¨¢s ¨¢speros que en Chejov, que forma parte tambi¨¦n de la misma gran ¨¦poca literaria que con el drama, la narraci¨®n o la poes¨ªa est¨¢n reflejando esa crisis de identidad. Gorki puede ser mucho m¨¢s duro, pero no le falta la sutileza, la iron¨ªa, la minuciosidad. No se limita a los arquetipos, como pasara despu¨¦s -y hoy- con el teatro econ¨®mico y esquem¨¢tico: cada personaje tiene su mundo propio, vive y est¨¢ en ¨¦l. Su burgues¨ªa es menos hip¨®crita: no hurta los enfrentamientos y las acusaciones.
Pero la econom¨ªa del teatro en nuestro tiempo es, sin duda, otra. No s¨®lo en el interior de la obra escrita por el autor, sino en la propia organizaci¨®n general del teatro. El espectador tiene otra prisa -sobre todo en Espa?a: le viene ya desde el Siglo de Oro-; los escenarios son peque?os; el tiempo de representaci¨®n, escaso; los repartos no pueden ser numerosos. Los decorados tienen que resumir las distintas acciones.
Gorki escribe una obra con veintis¨¦is personajes, con tres cambios de decorado, con cuatro actos, con una duraci¨®n larga. La econom¨ªa del teatro espa?ol de hoy, aun trat¨¢ndose de una sala del Centro Dram¨¢tico, no permite este despliegue, este tiempo. Los personajes son dieciocho -ocho menos-; el decorado es simult¨¢neo (con peque?as variaciones de algunos elementos), las partes son dos, el texto tiene que estar cortado. El espacio esc¨¦nico es peque?o, y todo se tiene que acumular: muebles, ¨¢rboles, estancias, personajes. La belleza, la est¨¦tica del espacio creado por Cytrynovski es extraordinaria.
Hay una sensaci¨®n de barroquismo excesiva, de movimiento sobrante. La econom¨ªa de espacio produce un agobio, la econom¨ªa de tiempo hace perder esa sensaci¨®n de ocio y de pausa de las vidas que se entremezclan; las escenas se precipitan, se montan unas sobre otras. Est¨¢ presente en todo momento, por parte de Carlos Gandolfo, un entendimiento profundo de la obra, de cada una de las vidas comprometidas en ella, y una teor¨ªa teatral seria y estudiada de darle al realismo nuevas dimensiones. Como est¨¢ presente su intenso trabajo por los actores, de muy distintas extracciones profesionales, para que ofrezcan una unidad. Justamente este estar presente perjudica algo el desarrollo de la representaci¨®n: se nota el esfuerzo m¨¢s que el resultado. Se producen a veces contradicciones demasiado visibles entre la econom¨ªa forzada por los factores externos y la lentitud con que se lleva la acci¨®n, sobre todo en la primera parte. Podr¨ªa verse que esa primera parte es as¨ª porque juega la exposici¨®n, el clima de descanso, y la otra es m¨¢s veloz porque se anuda y se desenlaza todo con el ritmo que la vida pondr¨ªa en ello. Aun as¨ª, la desproporci¨®n es considerable. Como en el juego de los actores hay tambi¨¦n un posible exceso de unificaci¨®n: un medio tono oral, un comedimiento de gestos -que se rompen, naturalmente, cuando la acci¨®n lo requiere- que har¨ªan ver m¨¢s bien un solo personaje desmembrado en varios que una pluralidad de caracteres.
El retrato de la burgues¨ªa general no excluye la pintura de cada uno de sus representantes: en el texto de Gorki no est¨¢ excluido. El resultado no deja de ser interesante desde un punto de vista experimental: si Gandolfo consigue reducir la distancia entre los buenos actores y los que lo ser¨ªan menos, privando de protagonismo a aqu¨¦llos y subrayando a ¨¦stos, resulta una excelente labor de escuela; y si esa escuela se profundizara y se ampliara durante a?os, llegar¨ªa a dar una magn¨ªfica compa?¨ªa.
El resumen que se puede hacer es este: algo demasiado grande en un recipiente demasiado peque?o. No por culpa de Gandolfo, ni del escen¨®grafo, ni menos de la compa?¨ªa, sino porque la econom¨ªa del teatro actual en Espa?a no permite otra cosa.
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