Cuarenta a?os del transterramiento americano
En M¨¦xico se ha celebrado, incluso con la intervenci¨®n de las autoridades de aquella Rep¨²blica, el cuarenta aniversario de un hecho de la historia de Espa?a, y al tiempo de Am¨¦rica: el transterramiento de los republicanos espa?oles en 1939. Efectivamente, el d¨ªa 13 de junio de 1939 llegaba a puerto mexicano el nav¨ªo Sinaia con los primeros exiliados republicanos espa?oles, fletado por el SERE (Servicio de Emigraci¨®n para Republicanos Espa?oles), y continuar¨¢n otros dos barcos, a los que en 1941 siguen otros tres, fletados por el JARE (Junta de Auxilio a los Refugiados Espa?oles).Otros grupos hacen el viaje en forma independiente, hasta completarse aproximadamente el traslado a M¨¦xico de unos 20.000 transterrados (para decirlo con la famosa palabra del profesor Jos¨¦ Gaos), y otros tantos se instalaron en Chile, Uruguay, Cuba, Santo Domingo o Argentina, ¨ªnfimo porcentaje sobre el medio mill¨®n de evacuados del territorio republicano, cuya inmensa mayor¨ªa quedar¨¢ en Francia. De todo esto hay testimonios en diversas obras, y no faltan las hit¨®ricas, como la tesis de Patricia W. Fagen, Transterrados y ciudadanos y la reciente recopilaci¨®n del profesor mexicano Jos¨¦ Antonio Matesanz, M¨¦xico y la Rep¨²blica espa?ola, que termina de editar el Centro Republicano Espa?ol de la capital mexicana.
Al cabo de cuarenta a?os, muchos de los que vivieron aquellos tiempos se han reincorporado a Espa?a y viven tambi¨¦n muchos de sus amigos latinoamericanos. Gracias a trabajos tambi¨¦n recientes, como la obra colectiva dirigida por el profesor Jos¨¦ Luis Abell¨¢n, se conocen los nombres de los intelectuales espa?oles transterrados a tierras americanas. Pero tambi¨¦n es conveniente saber c¨®mo fueron recibidos y qu¨¦ latinoamericanos tuvieron la responsabilidad de acogerlos. Ya en 1938, el presidente L¨¢zaro C¨¢rdenas ofreci¨® asilo a los republicanos, y en su nombre, en abril de 1939, el economista y embajador Narciso Bassols expres¨® p¨²blicamente que ?M¨¦xico aceptar¨ªa un n¨²mero ilimitado? de espa?oles. Daniel Cos¨ªo Villegas, entonces encargado de negocios mexicano en Portugal, tuvo la iniciativa ya en 1937 de la Casa de Espa?a en M¨¦xico, que en 1939, su primer a?o de existencia, contaba con un personal de cuarenta personas, pagadas por el presupuesto oficial. La presid¨ªa Alfonso Reyes y era su secretario el citado Cos¨ªo Villegas, quienes seleccionaron a los profesores e investigadores espa?oles que formaron el plantel docente. Poco m¨¢s tarde cambi¨® su nombre por el actual de El Colegio de M¨¦xico.
Desde febrero de 1940 comenz¨® a aparecer en M¨¦xico la revista Espa?a Peregrina, como ¨®rgano de la Junta de Cultura Espa?ola, fundada en Par¨ªs el 13 de marzo de 1939, y en sus p¨¢ginas colaboran el chileno Pablo Neruda, el mexicano Alfonso Reyes, el peruano Luis E. Valc¨¢rcel, el uruguayo Juvenal Ortiz Saralegui, la chilena Gabriela Mistral, el argentino Leopoldo Lugones, el norteamericano Waldo Frank, pero tambi¨¦n entidades representativas como eran la Alianza de Intelectuales de Chile y la Agrupaci¨®n de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores de Uruguay (AIAPE).
Pero si Espa?a Peregrina -como otras publicaciones del exilio- era de responsabilidad de los espa?oles, con la fundaci¨®n, en enero de 1942, de Cuadernos Americanos se emprende una empresa extraordinaria en que aparecen mancomunados con los dem¨¢s intelectuales de Am¨¦rica. Esta revista, que lleva a la fecha 37 a?os de existencia, y siempre bajo la direcci¨®n del maestro Jes¨²s Silva Herzog, aparecer¨¢ respaldada por un consejo que integran con cuatro espa?oles -Jos¨¦ Gaos, Joaquim Xirau, Bosch Gimpera y Le¨®n Felipe-, seis mexicanos (junto con su director, los citados Reyes y Cos¨ªo Villegas, y Mario de la Cueva, Manuel Mart¨ªnez B¨¢ez y Bernardo Ortiz de Montellano). En ella colaborar¨¢n intelectuales de toda Am¨¦rica y constituye un documento inapreciable para valorar los contactos entre espa?oles y latinoamericanos durante estos cuarenta a?os. Detalle lamentable a destacar: no existe ninguna colecci¨®n completa de esta revista en las bibliotecas espa?olas.
Los espa?oles tambi¨¦n se incorporaron a las universidades, editoriales y otras empresas culturales mexicanas, con los mismos derechos que sus colegas americanos. Se les dio autom¨¢ticamente la ciudadan¨ªa mexicana, pero no fueron obligados a adoptarla.
En Chile, el Gobierno de Frente Popular (1938-1944), presidido por Pedro Aguirre Cerd¨¢, y en el cual el ministro de Salud P¨²blica era el doctor Salvador Allende, promovi¨® asimismo masivas expediciones de republicanos.
La escritora Gabriela Mistral (primer premio Nobel de literatura en Am¨¦rica Latina), entonces c¨®nsul de su pa¨ªs en R¨ªo de Janeiro, al saber que algunos profesores espa?oles reci¨¦n llegados a Chile hab¨ªan optado por las universidades norteamericanas, escrib¨ªa en 1939:
?La inmigraci¨®n de maestros y escritores de Espa?a a nuestros veinte pueblos debe ser realmente aprovechada, pues se trata de una ocasi¨®n rara y magn¨ªfica. ( ... ) Adem¨¢s de poner a nuestros hu¨¦spedes en medio del pueblo escolar, cr¨¦ense cursos de literatura espa?ola para todos los maestros primarios y secundarios y dense tales clases con car¨¢cter de obligatorias. Es absurdo haber tra¨ªdo a la Am¨¦rica a la flor de los intelectuales de Madrid y no ofrecerles su sitio leg¨ªtimo. Adoptar hombres no es s¨®lo ceder suelo, aire y luz. Tampoco es dar empleos de bancos o de comercio a gente especializada, sin que nos importe nada su ciencia y s¨®lo nos conmueva un poco su pobreza.?
Cabe decir que se cumpli¨® por todas partes con lo que reclamaba Gabriela, y no faltaron los casos en que los refugiados fueron defendidos por los latinoamericanos frente al conservadurismo reaccionario de los propios espa?oles de las colectividades locales, atizado por los agentes franquistas.
Cuarenta a?os m¨¢s tarde, los exiliados republicanos espa?oles han podido volver a su tierra, pero en ¨¦sta se refugian sus ?hijos? o disc¨ªpulos, los exiliados latinoamericanos, que desde la implantaci¨®n de los reg¨ªmenes neofascistas en Chile, Uruguay y Argentina son expulsados de sus pa¨ªses de origen.
No se trata de extranjeros, sino de trasplantados (para decirlo ahora con la palabra del dominicano Pedro Henr¨ªquez Ure?a), que est¨¢n haciendo cuanto est¨¢ a su alcance en favor del progreso de la Espa?a democr¨¢tica, y su presencia es asimismo apreciable en las letras y las ciencias. Comienzan por explicar, y explicarse, Am¨¦rica, pero a medida que se prolonga el exilio, tienden a incorporarse a la vida cultural espa?ola, cultivando su tem¨¢tica y considerando sus particulares problemas.
El paralelo entre el desplazamiento de los transterrados republicanos y el de los trasplantados latinoamericanos es obvio.
No han faltado espa?oles contempor¨¢neos -Faustino Lastra, Manuel And¨²jar, Daniel Sueiro, Pedro Altares, entre otros- que han comparado la hospitalaria recepci¨®n que en la Am¨¦rica democr¨¢tica tuvieron los exiliados republicanos con la hostilidad y discriminaci¨®n de ciertas autoridades del posfranquismo, que desde 1978 tratan a los hispanoamericanos como extranjeros, y se habla de algo as¨ª como de una deuda hist¨®rica de Espa?a.
En verdad, los latinoamericanos siempre hicieron suya la frase del cubano Jos¨¦ Mart¨ª ?honrar honra?. En otras palabras, honrando como correspond¨ªa a los dem¨®cratas espa?oles, se honraron a s¨ª mismos. Por otra parte, el resaltado social de experiencia fue ventajos¨ªsimo para Am¨¦rica. A cambio de darles a los vencidos espa?oles el derecho de compartir las posibilidades de mexicanos, chilenos o uruguayos, la emigraci¨®n republicana enriqueci¨® aquellos pa¨ªses, a los cuales aport¨® valiosos elementos intelectuales, s¨®lidos ciudadanos y m¨²ltiples iniciativas, y no solamente en el campo de la cultura. De cada uno de ellos se ha hecho un amigo de Am¨¦rica.
En una palabra, el ?debe? y el ?haber? de los republicanos espa?oles y de los latinoamericanos est¨¢ en orden.
Si ahora en Espa?a los exiliades de Am¨¦rica no tienen el trato que merecen, y que equivaldr¨ªa al que recibieron, y reciben, en Am¨¦rica los espa?oles, esto es ante todo lamentable para Espa?a, que necesita modernizarse, profundizar su vida democr¨¢tica y reincorporarse a las naciones civilizadas.
Tambi¨¦n es grave que se malogren por mil¨¦sima vez las oportunidades de reencuentro entre espa?oles e iberoamericanos. Ya est¨¢n volviendo bolivianos, ecuatorianos, paname?os, wcarag¨¹enses, dominicanos y salvadore?os.
?Se ha pensado en la imagen que llevar¨¢n de Espa?a los argentinos, chilenos y uruguayos cuando vuelvan a sus pa¨ªses, desaparecidas las dictaduras del Cono Sur?
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