?De qui¨¦n es el aire?
El espectacular aumento de la concentraci¨®n de contaminantes atmosf¨¦ricos en el aire de los m¨¢s importantes n¨²cleos de poblaci¨®n espa?oles ha vuelto a poner de actualidad un problema profusamente tratado en los ¨²ltimos a?os desde diversos sectores sociales y, desgraciadamente, nunca afrontado con la suficiente amplitud y profundidad para conducirle por las v¨ªas razonables de la soluci¨®n.Desde los tiempos m¨¢s antiguos, el hombre consider¨® inagotables diversos recursos naturales, como la madera, el agua o el aire. Pronto comprob¨® que el primero, por su estaticidad y largo per¨ªodo de renovaci¨®n, no ten¨ªa tal car¨¢cter y aprendi¨® a ciudarlo y protegerlo, y, como consecuencia, a incluirlo de forma concreta como una de sus pertenencias.
Con el recurso agua, y particularmente con las que no corresponden a yacimientos subterr¨¢neos localizados, el concepto de propiedad tuvo una aparici¨®n posterior, y no de forma individualizada, sino comunitaria. De ah¨ª que su gesti¨®n fuera en general encomendada a organismos p¨²blicos y que incluso se llegara a cuerdos entre naciones para la regulaci¨®n de su aprovechamiento.
Al recurso aire todav¨ªa no le ha llegado el momento. Aunque ya ha desaparecido la idea de que la atm¨®sfera es una enorme cavidad, sin principio ni fin, donde ?todo cabe?, la cristalizaci¨®n pr¨¢ctica de la situaci¨®n real a¨²n no ha podido organizarse de forma coherente. No tratamos de decir que a escala planetaria el recurso aire sea un bien escaso, no; pero s¨ª es preciso indicar que es necesaria la ordenaci¨®n de su uso para evitar situaciones como la que recientemente hemos padecido a escala regional o urbana.
Estas situaciones muestran palpablemente la necesidad del cambio de conciencia sobre la propiedad del aire y, particularmente, sobre la planificaci¨®n de su uso comunitario.
No es posible seguir aceptando, en una actitud pasiva, la carencia de una pol¨ªtica racional de ordenaci¨®n territorial y, particularmente, de ordenaci¨®n urbana. Se impone claramente la necesidad de ella y adem¨¢s la consideraci¨®n de estas cuestiones ambientales de forma prioritaria dentro de su contexto general.
Los ayuntamientos actuales, que han heredado unas estructuras claramente insuficientes y equivocadamente organizadas, deben plantearse de forma profunda su reforma, a fin de dotarlas del contenido tecnol¨®gico y la eficacia necesarias para luchar contra unos problemas cuya soluci¨®n pasa necesariamente por una correcta aplicaci¨®n de la t¨¦cnica y de la planificaci¨®n urbana.
No es posible tampoco seguir aceptando, en una actitud igualmente pasiva y probablemente ciega, la pol¨ªtica exclusiva de las medidas eventuales o de emergencia, que recuerdan en t¨¦rminos de sabidur¨ªa popular aquello de que ?nadie se acuerda de santa B¨¢rbara ... ? Se hace cada vez m¨¢s imprescindible la definici¨®n de una pol¨ªtica global, profunda y coherente, que, entrando en el fondo de la cuesti¨®n, planifique a un plazo corto, pero realista, la utilizaci¨®n de nuestro recurso aire, que quiz¨¢ a escala nacional no sea tan escaso como pudiera parecer.
Y no es posible aceptar las razones de los que aducen problemas econ¨®micos para justificar la dilaci¨®n de la puesta en pr¨¢ctica de esta pol¨ªtica, porque existen otras razones, al menos tan poderosas, para lo contrario, y entre las que caben destacar sin ning¨²n af¨¢n exhaustivo las siguientes:
1. Prioridad de la vida y de la salud humana como valores fundamentales frente a otros cualesquiera. Adem¨¢s, su propia naturaleza, no cuantificable en t¨¦rminos pecuniarios, hace imposible la realizaci¨®n del balance econ¨®mico frente a las inversiones necesarias para la prevenci¨®n del da?o.
2. Posibilidad de creaci¨®n de una nueva l¨ªnea tecnol¨®gica y administrativa que genera numerosos puestos de trabajo de forma directa, y otra serie importante de manera indirecta, a trav¨¦s de un fuerte efecto multiplicador en un momento de gran penuria en la sociedad espa?ola.
3. Desarrollo de una tecnolog¨ªa de vanguardia capaz de funcionar como sector punta y arrastrar tras de s¨ª a otros sectores
Tal vez ser¨ªa necesario plantear, de forma similar a como se ha hecho con el agua, los conceptos de concesi¨®n de captaci¨®n y concesi¨®n de vertido, para esas plantas industriales que emplean miles y miles de toneladas; de nuestro ox¨ªgeno atmosf¨¦rico en sus procesos de combusti¨®n o de producci¨®n, y hacerlo extensible a todo aquel que, de un modo particular, disfute de un bien p¨²blico: nuestro aire. La Administraci¨®n podr¨ªa estudiar, en cada caso, la exenci¨®n de este tr¨¢mite a todos aquellos que devuelven a la comunidad lo que han tomado de ella ?en las mismas condiciones de utilizaci¨®n? que lo captaron.
En definitiva: una actuaci¨®n seria, eficaz y coherente, para evitar que la morbilidad y mortalidad de los sectores m¨¢s d¨¦biles de nuestra poblaci¨®n: ancianos, enfermos y ni?os, crezcan a niveles tan lamentables como indudablemente lo han hecho estos d¨ªas en las grandes ciudades, seg¨²n conocen nuestras autoridades sanitarias, que tal vez, en alg¨²n momento, pasado el miedo al alarmismo general, nos lo hagan saber de alguna manera.
(*) Doctor en Ciencias Qu¨ªmicas, profesor de Contaminaci¨®n Ambiental de la Universidad Complutense.
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