El D¨ªa de Andaluc¨ªa
Los VIOLENTOS incidentes y las abiertas provocaciones de la ultraderecha en C¨®rdoba y Sevilla, probable consecuencia de la euforia producida por la movilizaci¨®n, del 18 de noviembre en Madrid, han ensangrentado la celebraci¨®n del D¨ªa de Andaluc¨ªa. Desgraciadamente, no cabe circunscribir tan lamentables sucesos a una simple fechor¨ªa de esos engallados matones, que la autoridad gubernativa y el poder judicial deben investigar y sancionar con la misma severidad y rigor que cuando los infractores de la ley se sit¨²an en el extremo opuesto del espectro. Hay ya suficientes indicios para temer que la estela de los movimientos autonomistas, tan irresponsablemente promovidos en su d¨ªa por UCD para anegar las reivindicaciones catalanas y vascas como arriesgadamente asumidos ahora por la izquierda parlamentaria con implantaci¨®n nacional, va a ser utilizada no s¨®lo para potenciar la capacidad de arraigo de algunas opciones de la izquierda extraparlamentaria, sino tambi¨¦n para agrupar en torno de la ultraderecha a corrientes de opini¨®n sensibilizadas a la idea de unidad nacional o cr¨ªticas respecto a los absurdos extremos a los que pueden conducir los planteamientos folkl¨®ricos de las autonom¨ªas.Andaluc¨ªa va a ocupar ahora el escenario de esa confusa batalla donde coexisten agravios seculares y reivindicaciones populares aut¨¦nticas con las ambiciones de la clase pol¨ªtica subalterna, siempre inquieta ante la perspectiva de la ocupaci¨®n de ¨¢reas de poder y de prestigio, y con las maniobras a escala nacional de los grandes partidos. No se puede negar o infravalorar los grav¨ªsimos problemas de emigraci¨®n, paro y bajo nivel de ingresos de Andaluc¨ªa (o, con las correspondientes diferencias, de Galicia). Y el fortalecimiento de las instituciones de gobierno local es una medida indispensable para que los andaluces -y los gallegos- puedan administrar con mayor eficacia y justicia sus recursos. Pero entre esa apuesta en favor del acercamiento a los ciudadanos de los centros de decisi¨®n y gesti¨®n y la mitificaci¨®n acr¨ªtica de los futuros estatutos de autonom¨ªa hay un abismo. Un abismo, por lo dem¨¢s, al que puede caer despe?ada la naciente democracia espa?ola.
No se trata s¨®lo de que frente al lema de Blas Infante ?Por Andaluc¨ªa, por Espa?a y por la Humanidad? el neoandalucismo radical llegue a los extremos esperp¨¦nticos de negar a la bandera rojigualda el derecho de acompa?ar a la verdiblanca, ampliando as¨ª la clientela potencial de pr¨®spero negocio montado por la ultraderecha a. fin de monopolizar los s¨ªmbolos comunes a todos los espa?oles. Igualmente grave es la artificial creaci¨®n por la clase pol¨ªtica, que ha saltado a la grupa del andalucismo ofendido, de falsas expectativas acerca de las m¨¢gicas virtudes del Estatuto de Carmona. Es seguro que la r¨¢pida creaci¨®n de las instituciones de autogobierno multiplicar¨ªa los cargos, los sueldos y los s¨ªmbolos de status de los pol¨ªticos profesionales. Pero no se puede vender a los andaluces la autonom¨ªa como una especie de purga de Benito que hay que ingerir cuanto antes para resolver, como por ensalmo, los tremendos y agobiadores problemas de la emigraci¨®n, el paro, la pobreza, el reparto de la tierra, la industrializaci¨®n, la deficiencia de los servicios sanitarios o fa escasez de escuelas. Por esa raz¨®n, cuando el se?or Escuredo, presidente de la Junta de Andaluc¨ªa, convierte en una ?cuesti¨®n ¨¦tica? la celebraci¨®n del refer¨¦ndum ni un d¨ªa despu¨¦s del 28 de febrero de 1980 y considera un insulto a su conciencia la posibilidad de que la aprobaci¨®n por las Cortes de la ley org¨¢nica para los referendos retrase algunas semanas esa convocatoria, no cabe sino preguntarse qu¨¦ moral es la que se ense?a en los seminarios de formaci¨®n del PSOE y d¨®nde cabe incluir las preferencias ¨¦ticas por los decretos-leyes.
Nadie puede ignorar que el desempleo, el hambre, la miseria y los viejos anhelos de acceder a la propiedad de la tierra hacen de Andaluc¨ªa un polvor¨ªn en potencia. ?Qu¨¦ sentido tiene entonces que los errores del ejecutivo, la pugna del PSOE con UCD por el Gobierno y con el PSA y el PCE por la hegemon¨ªa electoral, y el oportunismo de los restantes partidos de la izquierda est¨¦n preparando una eventual frustraci¨®n de las desmesuradas expectativas que el espejismo de la urgente e inaplazable autonom¨ªa est¨¢n creando? De acuerdo con el art¨ªculo 151 de la Constituci¨®n, el refer¨¦ndum de iniciativa debe obtener ?el voto afirmativo de la mayor¨ªa absoluta de los electores de cada provincia?, y una vez aprobado tiene que ser seguido por un nuevo refer¨¦ndum para ratificar el texto votado por la Comisi¨®n Mixta en el Congreso. No es dificil que a lo largo de ese camino algunas de las ocho provincias queden al margen. Pero, sobre todo, es poco probable que los beneficios de las instituciones de autogobierno est¨¦n, a corto y medio plazo, a la altura de las descomunales expectativas suscitadas en el pueblo andaluz por la mayor¨ªa de los partidos que lo representan.
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