Mar¨ªa Asquerino
Ya los memorialistas de los cincuenta la velan en el Gij¨®n ?como demasiado existe ncialista ?. Yo la he visto durante las mil y una noches de Oliver, trasnochatriz/emperatriz de la noche de los c¨®micos y los homoamantes, y ahora la veo de vez en cuando en Bocaccio, o nos vamos a cenar por ah¨ª, y asisto a la floraci¨®n que ha sido en ella la madurez, alegre embarnecimiento de un optimismo conc¨¦ntrico a su tristeza, esponjamiento de un alma de mujer (con una flor ahogante en el pecho, como la protagonista de Boris Vian) que siempre se quiso criptica, hier¨¢tica e incluso un poco lun¨¢tica.-Ya tengo cincuenta folios de mi libro, Te los voy a pasar, Paco.
Est¨¢ escribiendo sus memorias amorosas, Mis pobres hombres, t¨ªtulo que se le antoja cruel a su bondad aflorada y tard¨ªa, que antes disfrazaba de otros disfraces. Le iban a dar una comedia de autor notable, pero se le cruz¨® Amparo Rivelles. Autoeliminada la Rivelles, volv¨ªa a ella la comedia, pero se la dan a la Guti¨¦rrez Caba. Mientras Mar¨ªa toma en Bocaccio el whisky nocturno, la noche, donde otrora rein¨®, conspira,contra ella. Sigue siendo la Catalina la Grande, en peque?o, la zarina dulce de la tundra nocturna y alcoh¨®tica, pero la han exiliado hace mucho de su Palacio de Invierno, que nunca tuvo, sino un piso bohemio, con una cafetera c¨¢lida y amiga como un samovar. Mar¨ªa.
-Me he quedado sin trabajo, Paco, y no tengo un duro, no s¨¦ qu¨¦ hacer.
Duro oficio, duro pa¨ªs, dura espada?a de Espa?a, que hace sus mujeres y las gasta o las mata de hambre. El otro d¨ªa he escrito aqu¨ª sobre Felicidad Panero. No voy a convertirme en el caballero/juglar de las causas femeninas perdidas, en el Tirant lo Blanc de nuestras damas del alba intelectual, en el Amad¨ªs de Maula (que yo no ser¨ªa de Gaula) de mis queridas mujeres, ahora que, perdido el fanatismo por la ninfa, empiezo a comprender el ninfismo -e incluso la ninfoman¨ªa- de la adulta. Pero s¨ª me pregunto qu¨¦ espera nuestro pa¨ªs, nuestra cultura, nuestro teatro, para darle a Mar¨ªa lo que es de la Asquerino: justicia y un poco de seguridad.
-Estoy pensando en dedicarme a otra cosa, Paco. Si yo sirviera para otra cosa. De algo tengo que vivir.
?Qu¨¦ rayos ministerializa un Ministerio de Cultura cuando una de nuestras primeras actrices, con un tiempo intemporal de dedicac¨ª¨®n, va camino, como la otra, de la esquina de la casta?era o la porter¨ªa de la democracia? ?Cu¨¢ndo y a qu¨¦ hora se triunfa en Espa?a, cu¨¢l es la tercera edad para los que viven en la edad de oro de la gloria y el hambre?
Buero me explicaba bien un d¨ªa que aqu¨ª hay que triunfar todos los d¨ªas, que toda la gran tragedia anterior de un tragediante como ¨¦l, no sirve a la hora de estrenar una nueva comedia. Hay que empezar siempre desde el primer d¨ªa. Aqu¨ª se pasa de novel a Nobel, con un poco de suerte, constancia, trabajo, talento, austeridad y hambre, pero como el Nobel se lo dan siempre a un jud¨ªo errante, lo normal es morirse de novel con cien obras estrenadas, como Buero o Mar¨ªa Asquerino.
Se lo he dicho a Miguel Delibes, que acaba de estrenar en Madrid:
-No se puede pasar de la perdiz roja a los cr¨ªticos rojos, amor. Ahora la perdiz eres t¨², Miguel, y la prensa canallesca querr¨¢ cazarte al vuelo.
Juana Biarn¨¦s me propone posar desnudo para las revistas urol¨®gicosentimentales. ?Es eso la gloria, la fama, el triunfo, el ¨¦xito, la cosa? Eso no es m¨¢s que un cachondeo, pero no m¨¢s cachondeo que el ¨¦xito, el triunfo, la fama, el poder y la gloria.
-S¨®lo a dos de mis hombres les he cambiado el nombre, en el libro, porque soy un poco dura con ellos -me dice Mar¨ªa.
La Asquerino. Hizo feminismo por libre, ya desde los a?os cuarenta. Lo que cre¨ªamos la. libertad, Mar¨ªa, no era m¨¢s que la soledad.
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