El Parlamento Europeo provoca una crisis institucional al rechazar el presupuesto de la CEE para 1980
La crisis institucional europea, provocada al ser rechazado el presupuesto de 1980 por el Parlamento de Estrasburgo, es probable que sea resuelta con el tiempo. Pero a los seis meses de su existencia, la Asamblea elegida por sufragio universal, con este gesto, aporta una prueba de su evoluci¨®n ineludible hacia un verdadero poder de control de las pol¨ªticas comunitarias.Por primera vez, el Parlamento elegido el pasado mes de junio, hizo uso anteayer del pleno derecho que le confiere el Tratado de Roma, referente al control del presupuesto de la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE).
Este es su poder m¨¢s claro e importante, y los 353 diputados presentes en el hemiciclo de Estrasburgo lo han ejercido en la primera ocasi¨®n que se les present¨®. La ley de Finanzas de la CEE, elaborada por la comisi¨®n de Bruselas, fue rechazada por 288 parlamentarios, es decir, por la gran mayor¨ªa. Consecuencia primera: la comisi¨®n comunitaria debe elaborar otro presupuesto, que tenga en cuenta las enmiendas propuestas por el Parlamento, y, mientras tanto, la CEE cojear¨¢: nada se derrumba, pero nada funcionar¨¢ normalmente.
En el orden econ¨®mico, la CEE vivir¨¢ de adelantos mensuales obtenidos con relaci¨®n al presupuesto de 1979, y no del de 1980, que era superior.
En el plano pol¨ªtico, es previsible una guerra de competencias m¨¢s o menos grave entre los parlamentarios europeos, el Consejo de Ministros de la CEE y la comisi¨®n de Bruselas, y esto a causa de la elaboraci¨®n del nuevo presupuesto.
Para valorar la significaci¨®n y la profundidad de esta crisis institucional, comentada ayer en la primera plana de toda la prensa comunitaria, basta con observar quienes han votado a favor del presupuesto, qui¨¦nes lo han rechazado y, acto seguido, subrayar las motivaciones de todos ellos.
El voto, positivo o negativo, no ha sido homog¨¦neo, es decir, las razones motrices de los parlamentarios han variado; pero globalmente se han manifestado dos grandes tendencias: todos los diputados brit¨¢nicos (laboristas o conservadores) rechazaron el presupuesto ?contra la pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n? y, en definitiva, contra una Europa que les ?duele?, como lo prueba su litigio con el resto de la Comunidad a causa de su aportaci¨®n global al presupuesto de la CEE. Todos los parlamentarios franceses, excepto la mayor¨ªa de los socialistas, votaron el presupuesto: a los comunistas y gaullistas, visceralmente antisupranacionales, se unieron los giscardianos ?porque no se considera oportuna una crisis en estos momentos?. Estos dos ?muestrarios? (los diputados brit¨¢nicos y los franceses) significan el voto de la primera crisis institucional provocada por el Parlamento.
Por una parte, emerge una vez m¨¢s el antieurope¨ªsmo de los ingleses, dispuestos a bombardear la pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n y, en suma, a ?desestabilizar? la Comunidad convirti¨¦ndola en una zona de libre cambio. Pero la lecci¨®n m¨¢s espectacular del escrutinio de Estrasburgo se refiere al problema de las competencias: la mayor¨ªa de los diputados que votaron contra el presupuesto han querido manifestar que el Parlamento no. es una simple C¨¢mara de registro, sino un poder emanado del sufragio universal, destinado a ampliarse a medida que Europa deje de ser un consorcio b¨¦lico de ego¨ªsmos nacionales y avance hacia una comunidad supranacional o confederal. El nacionalismo de los gaullistas y comunistas franceses no ha esperado m¨¢s para denunciar ?los peligros del desbordamiento de poderes del Parlam ento que nosotros hemos profetizado?.
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