De la Inquisici¨®n a la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe
La presencia en Roma del famoso te¨®logo pionero del Concilio Vaticano II, Edward Schillebeeckx, que fue interrogado por los expertos del ex Santo Oficio, que sospechaban en ¨¦l errores doctrinales, as¨ª como la reciente condena al suizo Hans K¨¹ng, ha puesto de actualidad a la congregaci¨®n romana m¨¢s antigua y m¨¢s importante y de la cual es responsable directo el mismo Papa. Se trata de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, que es el nuevo nombre del antiguo Santo Oficio, aunque la prensa contin¨²e llam¨¢ndola con el viejo nombre.El concilio no ha muerto
Terminado el Concilio se cuenta que en la puerta del Santo Oficio apareci¨® un cartel que dec¨ªa: ?Se alquila?. Lo hab¨ªan puesto los progresistas para demostrar que la vieja instituci¨®n deb¨ªa dejar paso a una nueva fase radicalmente diversa. En los mismos d¨ªas y como respuesta a la provocaci¨®n de los progresistas probablemente extranjeros, apareci¨® en la puerta del aula conciliar otro cartel que dec¨ªa: ?Se vende?. Lo hab¨ªa escrito seguramente la vieja curia romana como para indicar que el Concilio, en realidad se hab¨ªa acabado con la ¨²ltima sesi¨®n.
?Qui¨¦n llevaba raz¨®n? El proceso del te¨®logo Schillebeeckx ha demostrado que no fueron profetas ninguno de los que escribieron los carteles. Si el primado de Holanda se ha quejado p¨²blicamente del m¨¦todo usado con Schillebeeckx, el cual no ha podido conocer a su defensor hasta el momento del interrogatorio y menos a¨²n a sus entrevistadores, todos ellos escogidos por Roma y uno de ellos, uno de sus mayores antagonistas, esto demuestra que, en realidad, la reforma a¨²n no ha sido todo lo profunda que hubiesen deseado los hombres que como Willebrands, el primado holand¨¦s, fueron las columnas del Concilio. Pero, al mismo tiempo, la solidaridad mundial a favor del te¨®logo del Concilio, la movilizaci¨®n de todo un pa¨ªs como Holanda, demuestra que el Concilio sigue siendo actual y que no ha muerto, por lo menos, en la voluntad de la base del pueblo cristiano.
Los dominicos, primeros inquisidores
En realidad, esta famosa congregaci¨®n romana de la ex Inquisici¨®n ha vivido durante la historia, toda una serie de transformaciones. Naci¨® como Inquisici¨®n diocesana en Verona, en 1184. Entonces. el papel del obispo era recorrer dos veces al a?o la di¨®cesis a la b¨²squeda de ?personas culpables o sospechosas de herej¨ªas?. En tiempos de Lutero, Pablo III convirti¨® estos tribunales diocesanos en un organismo mundial dependiente de la Santa Sede y compuesto de seis cardenales.
Pero s¨®lo con Sixto V naci¨® la Inquisici¨®n romana y universal, centralizando en Roma todos los poderes inquisitoriales. Fue confiada a los dominicos y, despu¨¦s tambi¨¦n a los franciscanos. S¨®lo con P¨ªo X dejar¨¢ de llamarse Inquisici¨®n y ser¨¢ bautizada como Santo Oficio. Pero los historiadores afirman que se trat¨® s¨®lo de un cambio de nombre ?por la preocupaci¨®n de liberar a este organismo de todas las antipat¨ªas suscitadas por el antiguo nombre?. De hecho, el Santo Oficio sigui¨® condenando ?sin posibilidades de defensa?. Hay que reconocer que la reforma seria y sustancial tuvo lugar s¨®lo con Pablo VI por la fuerza del Concilio. Fue precisamente la v¨ªspera de la conclusi¨®n del Concilio, el 7 de diciembre de 1965, cuando Montini cambi¨® el nombre de Santo Oficio por Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe. Por primera vez en el nuevo reglamento, se daba al acusado la facultad de defenderse y de ser interrogado antes de que se dictase una sentencia condenatoria.
Se hab¨ªa dicho que la nueva congregaci¨®n, heredera del Santo Oficio, tendr¨ªa la funci¨®n prevalente de ?promover? la doctrina de la fe en vez de ?buscar herej¨ªas?. Y que por eso Pablo VI hab¨ªa creado tambi¨¦n una comisi¨®n internacional de te¨®logos encargados de ayudar a la Santa Sede y, especialmente, a la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe ?en las cuestiones doctrinales de mayor importancia?.
Pero, en realidad, la nueva Congregaci¨®n, que sigue siendo la m¨¢s importante de todas, contin¨²a teniendo como finalidad ?tutelar la doctrina en materia de fe y costumbres en todo el mundo cat¨®lico?. El nuevo organismo sigue poseyendo un poder judicial, porque act¨²a tanto como ?foro de gracia?, como de aut¨¦ntico tribunal contra los delitos de herej¨ªa, cisma, apostas¨ªa de la fe o profanaci¨®n del sacramento de la penitencia.
As¨ª act¨²a el ex Santo Oficio
?C¨®mo se realiza hoy concretamente un proceso a un autor sospechoso de herej¨ªa? Existe un procedimiento extraordinario y otro ordinario. El extraordinario se pone en pr¨¢ctica cuando una obra se considera ?claramente err¨®nea?. No prev¨¦ el derecho del autor a defenderse. La condena de la obra se le comunica s¨®lo al ordiriario (obispo o superior religioso). En la ordinaria (como en el caso de Schillebeeckx) se act¨²a cuando existen s¨®lo sospechas de herej¨ªa. Estas sospechas deben venir ¨²nicamente de acusaciones del externo y firmadas. Si son an¨®nimas, la congregaci¨®n puede,?indagar? ante los superiores. La primera fase, ante una denuncia de herej¨ªa, se hace en secreto y sin que lo sepa el autor. Si todo se resuelve positivamente, el te¨®logo ni se enterar¨¢. Al parecer, esto se hace para evitar perjuicios a un autor antes de que exista la certeza de una sospecha, por lo menos.
S¨ª despu¨¦s de la primera fase siguen en pie las sospechas, se advierte al ordinario y al autor, al cual se le manda la lista de acusaciones para que responda por escrito. Si las explicaciones son juzgadas suficientes por los cardenales de la congregaci¨®n, todo acaba ah¨ª. Si no lo son (como ha sucedido con Schillebeeckx), se pasa a la segunda parte. Se encarga a dos expertos de ?buscar errores? en las obras del autor. Como afirm¨® a EL PAIS el secretario de la Sociedad Teol¨®gica Italiana, Carlo Molari, estos expertos encuentran siempre errores: primero, porque tienen que demostrar que han trabajado, y, despu¨¦s, porque puestos a buscar errores con la lupa en la mano, los encontrar¨ªamos, como hab¨ªa afirmado una vez un cardenal, ?hasta en las cartas de san Pablo?.
El fallo corresponde al Papa
Se nombra un defensor, el cual no se puede poner en contacto con el autor y est¨¢ encargado de subrayar todos los aspectos positivos del autor y de su obra. El autor viene llamado a Roma y es interrogado por dos o tres expertos que escriben las respuestas, las pasan a verbal y a la firma del acusado. El material pasa a los cardenales de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, los cuales emiten un parecer que va al Papa, que es el verdadero prefecto de esta Congregaci¨®n y el ¨²nico autorizado para dar un juicio definitivo.
Generalmente, se trata de un monitum secreto al autor aconsej¨¢ndole ser prudente y no escribir de ciertas materias. En los casos peores puede haber un monitum p¨²blico, advirtiendo a todo el pueblo de Dios que en las obras de aquel autor existen errores contra la fe cat¨®lica. Y como castigo se le puede prohibir el seguir escribiendo o ense?ando, como ha ocurrido con Hans K¨¹ng.
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