"Cantando los cuarenta": la conga del franquismo
Emplumada a destajo por Vizca¨ªno Casas, la muy castiza Marujita D¨ªaz nos promete la dicha octogenaria si seguimos el ritmo amarillento de su nueva revista musical: Cantando los cuarenta. Este espect¨¢culo, que quiere ser nost¨¢lgico y melanc¨®lico, se resuelve en canciones pegadizas y en un rosario de palurdos chistes. Su f¨®rmula, experimentada con gran ¨¦xito en el pulverulento escenario del teatro Mu?oz Seca, tiene un poco que ver con lo que la mirada unamuniana hallaba frecuentable en Calder¨®n: argumento amasado con los hechos en bruto y yuxtapuestos por fuera, sencillez, pobreza y episodios que estorban a la acci¨®n principal. S¨®lo que aqu¨ª no existe una acci¨®n principal -ni siquiera una acci¨®n, caritativa o no-, sino un triste paisaje retenido como ganso reh¨¦n: Espa?a. La Espa?a de charanga y pandereta.Espa?a, por supuesto, en plan muy macho. Para que Marujita D¨ªaz pueda ser novia suya sin la menor sospecha de canil lesbianismo. Una Espa?a con claros de luna, coloretes, gui?os, gas¨®geno, gallinas papanatas, vacas lecheras, cociditos madrile?os, camareros tartamudos, chicas topolino, mantillas y peinetas, goles memorables, pases de pecho, No-Do, batas de cola, colas, fam¨ªlias numerosas, tortillas sin huevos, malta, sacarina, guateques, apagones de luz, bromuro en el caf¨¦ con leche, doce pesetas por un polvo, capotes de grana y oro, botones de la egregia bragueta de Jorge Negrete, tacos, boniatos, banderitas, saltos de rana, ilusiones y, sobre todo, Franco,Franco,Franco.
El fue el h¨¦roe ejemplar la noche del estreno. Cuando su imagen sepia apareci¨® en pantalla, un alarido detonante estremeci¨® los muros. Exito paralelo se centr¨® en un momento en que la compa?¨ªa va y cierra un episodio nacional bailando a toda vela la conga. Entre esas dos secuencias m¨¢ximas se desliza el esparto de la revista musical m¨¢s chabacana y demag¨®gica que quepa imaginar.
Perd¨®nenme la necedad de ir a contarla. Un narrador (Andr¨¦s Magdaleno) discute con una chica progre (Mar¨ªa Casal) sobre el esplendor patrio del ayer perdido. El narrador dice saber que le llaman don Nostalgias, pero ¨¦l se sabe muy actual ?porque lo camp est¨¢ in en esta ¨¦poca rock?. ?De qu¨¦ se queja la juventud? Ellos tambi¨¦n tuvieron censura. Ejemplo: la ensaladilla rusa era llamada ensaladilla nacional. Pero ellos, en cambio, ten¨ªan el sentido del humor. Ejemplo: cuando las Naciones Unidas denunciaban las pr¨¢cticas franquistas, el ?pueblo espa?ol? replicaba:,?Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos?. La progre es una guapa oligofr¨¦nica. Y dialoga de esta guisa con el caballero espa?ol. El: ?En la tertulia de Ram¨®n...?. Ella: ??Ah! ?El padre de Ramonc¨ªn??. Textual.
Mientras tanto, Marujita D¨ªaz, disfrazada de toda suerte y condici¨®n, por naturaleza y por arte, se empina hacia el micr¨®fono que le caer¨¢ del cielo raso y evoca lo pasado con canciones fin¨ªsimas: ?La otra noche / unos chavales / me quisieron violar. / Yo me puse muy contenta, / porque al fin lo iba a probar?. La novia de Espa?a va a¨²n m¨¢s lejos y, cuando la progre le ofrece un porro, ella confiesa llanamente: ?Prefiero una buena porra?. Entre el narrador y la cupletista, la progre pasotilla termina por convertirse al pasadismo. Se la comprende. Era cuesti¨®n de vida o muerte.
Antes de la emotiva conversi¨®n, Jomeini ha sido calificado de animal; se han a?orado aquellos tiempos en que a los mariquitas se les daba ?un buen corte de pelo al cero, litro y medio de ricino y una temporadita en la c¨¢rcel?; se ha recordado, como la fecha m¨¢s gloriosa de la Hispanidad, aquella en la que Zarra ?le meti¨® el gol a los hijos de la Gran... Breta?a?; Marujita D¨ªaz -disculpas a las normas de estilo y a mis lectores m¨¢s sensibles- ha llamado a Mar¨ªa Casal ?jod¨ªa por culo?; hubo bromas contra Carrillo, Areilza, Su¨¢rez, los j¨®venes, el Ayuntamiento... Y proyecciones educativas de toreros, folkl¨®ricas y futbolistas. Todo es broma. Menos la canci¨®n final: Banderita espa?ola. Aplausos. Ovaciones. L¨¢grimas.
?Es el ayer? ?Es el presente? ?Es una pesadilla? Son ellos: los de siempre. Celebrando la noche de la raza.
Babelia
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