El socialismo de Fernando de los R¨ªos (reflexiones en un doble aniversario
Se ha cumplido recientemente el centenario del nacimiento en Ronda (M¨¢laga), el 8 de diciembre de 1879, de Fernando de los R¨ªos, el destacado intelectual y pol¨ªtico socialista muerto en el exilio, en Nueva York, el 31 de mayo de 1949. Treinta a?os, pues, de su muerte y cien de su nacimiento (los mismos del PSOE) conmemoramos en este 1979 que ahora acaba.Vinculado a la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, creada por Giner en 1876, pensionado en Alemania por la Junta de Ampliaci¨®n de Estudios, catedr¨¢tico de Derecho pol¨ªtico desde 1911 en la Universidad de Granada, Fernando de los R¨ªos participa en muy primera l¨ªnea de los prop¨®sitos reformistas y de acercamiento al socialismo que se manifiestan en la denominada generaci¨®n de 1914, que tuvo en Ortega y Gasset su m¨¢s simb¨®lico y activo exponente. Pero a diferencia de la mayor parte de los intelectuales de dicha generaci¨®n, vinculados en el segundo decenio del siglo a la Liga para la Educaci¨®n Pol¨ªtica, al diario El Sol, a la revista Espa?a, y que tras la huelga de 1917 congelan tal evoluci¨®n o se niegan a proseguir m¨¢s adelante en tal acercamiento, Fernando de los R¨ªos, por el contrario, ingresa precisamente en el Partido Socialista Obrero Espa?ol en 1919, despu¨¦s de ese acontecimiento de lucha de la clase obrera y de otros inmediatos de esos a?os, fuertemente desenga?ado -no se olvide esto- de las insuficiencias y resquemores del viejo y nuevo reformismo burgu¨¦s.
Reformas que transforman el sistema
Sin embargo, a pesar de esa ruptura (apreciando residuos que disminuir¨ªan el alcance real de la misma), De los R¨ªos suele ser citado entre nosotros -junto con Besteiro- como muestra y ejemplo m¨¢s claro y eminente del socialismo de cu?o reformista. Araquist¨¢in o Largo Caballero aparecen, en cambio, desde ese ¨¢ngulo de enfoque, como socialistas revolucionarios. No voy a debatir ahora tales calificaciones, y mucho menos en los breves l¨ªmites de este art¨ªculo. Subrayar¨ªa, de todos modos, mi concordancia con dichos r¨®tulos si con ellos se alude fundamentalmente al modo de acceso al poder que unos y otros proponen: a trav¨¦s de las reglas del juego democr¨¢ticas y pac¨ªficas en el primer caso (cuando esas reglas existen); sin renuncia, adem¨¢s, a la acci¨®n violenta y armada en el segundo.
Matizar¨ªa, por el contrario, mucho m¨¢s el supuesto reformismo de De los R¨ªos si con ello se quiere indicar que existe en ¨¦l alg¨²n tipo de lenidad o conformismo ante el capitalismo, una aceptaci¨®n o conservaci¨®n del mismo, aunque sea introduciendo en ¨¦l posibles reformas o correctivos de car¨¢cter social. ?Capitalismo y humanismo?, escribe aqu¨¦l de modo terminante, ?son, en efecto, dos t¨¦rminos antit¨¦ticos, contradictorios; la oposici¨®n en ellos es esencial, y por mucha que sea la elasticidad del capitalismo en cuanto r¨¦gimen econ¨®mico, y es?, advierte en 1926, ?extraordinaria, no puede, en tanto perviva, negar lo que le es consustancial: su indiferencia, cuando no hostilidad, ante lo humano.? (...) Lo propio del capitalismo, a?ade De los R¨ªos, ?es desentenderse del car¨¢cter de hombre de quien se utiliza como mercanc¨ªa, comprando su trabajo.? Frente al extra?amiento y el car¨¢cter alienado del producto del trabajo y del hombre mismo que caracterizan a ese modo de producci¨®n, el socialismo es, en cambio, definido (recuperando toda su dimensi¨®n liberadora y humanista real) precisamente como un ?intento de reconstrucci¨®n de esa relaci¨®n de intimidad entre el hombre y su obra? (El sentido humanista del socialismo; Madrid, 1976; Editorial Castalia; p¨¢ginas 107, 129 y 243, respectivamente).
Fernando de los R¨ªos no negaba, por supuesto, ni la utilidad ni la necesidad de las reformas (de todo tipo: econ¨®micas, sociales o pol¨ªticas). Pero -t¨¦ngase esto muy en cuenta- hay reformas que consolidan y confirman el sistema (el sistema capitalista en este caso) y reformas que lo alteran y transforman, para acabar neg¨¢ndolo y super¨¢ndolo (por el socialismo en su proyecto). No toda reforma, ni incluso todo reformismo, tiene id¨¦ntico significado. El capitalismo es, para De los R¨ªos, la libertad de las cosas (mercado) y la esclavitud de los hombres; el socialismo, en cambio, es el sometimiento de las cosas, de la econom¨ªa (del mercado) para hacer as¨ª posible la libertad de las personas. Sus reformas propend¨ªan, conduc¨ªan, a un cambio real sustancial de nuestra sociedad, del modo de producci¨®n capitalista.
Neokantismo y ¨¦tica socialista
El humanismo de Fernando de los R¨ªos no es, en modo alguno, un humanismo abstracto, d¨¦bil, irreal, un humanismo que para todo y, por tanto, para nada sirve. Al contrario, su humanismo implica y exige un cambio radical en la econom¨ªa, en el modo de producci¨®n, en las condiciones reales de vida. Pero, al propio tiempo, nada m¨¢s distante del pensamiento socialista-humanista de Fernando de los R¨ªos que el economicismo y el mecanicismo que derivan, en definitiva, de las interpretaciones positivistas del marxismo que, tras la muerte de Marx, prevalecen durante largo tiempo (casi hasta los a?os veinte de nuestro siglo) en las concepciones doctrinales del movimiento obrero y en las teorizaciones de los intelectuales a ¨¦l conectados: Kautsky es el ejemplo siempre citado, aunque no sea, por supuesto, el ¨²nico, ni en la Segunda Internacional ni en la Tercera.
Justamente las insuficiencias que para el socialismo derivan de su total identificaci¨®n con un marxismo entendido de modo exclusivo y restrictivo como ciencia (ciencia econ¨®mica) son las que dieron lugar, desde principios de siglo, a la cr¨ªtica y relativa renovaci¨®n socialista que proviene, entre otros movimientos de mayor profundidad, de los neokantianos de Marburgo, como Cohen, Vorl?nder, etc¨¦tera. El m¨¦todo de Marx, que sigue siendo exclusivamente m¨¦todo cient¨ªfico econ¨®mico, pretende aunarse en los neokantianos -pero un tanto en amalgama, sin proponerse superar la escisi¨®n entre ser y deber ser, entre juicios de hecho (econ¨®micos) y juicios de valor (¨¦ticos)- con el m¨¦todo de Kant (m¨¦todo referido estrictamente a la ¨¦tica). En ellos el socialismo no es ya, por tanto, solamente ciencia (ciencia econ¨®mica marxista, interpretada more naturale), sino que es tambi¨¦n ¨¦tica (en perspectiva kantiana). Virgilio Zapatero ha estudiado entre nosotros, con rigor y claridad, esta y otras posteriores y m¨¢s plenas alternativas cr¨ªticas al reduccionismo positivista del socialismo y/o del marxismo.
Fernando de los R¨ªos, como es bien sabido, enlaza directamente desde sus tiempos de estudio en Alemania con este socialismo neokantiano de Marburgo, y en relaci¨®n con ¨¦l suelen analizar y explicar su obra la mayor parte de los int¨¦rpretes. Tal influencia me parece, en efecto, evidente y muy positiva, en cuanto incorporaci¨®n de ¨¦tica al socialismo, en cuanto no reducci¨®n de ¨¦ste a simple economicismo mecanicista. Considero, en cambio, m¨¢s discutible y revisable su conexi¨®n con el neokantismo marburgu¨¦s, tanto en su no reducci¨®n de toda ciencia a ciencia natural como en su resistencia ¨²ltima a ver el marxismo como exclusivamente ciencia econ¨®mica, ciencia descriptiva de hechos.
Por un Marx no positivista
Es bien cierto -y este es uno de los aspectos m¨¢s objetados del pensamiento de Fernando de los R¨ªos- que, para su cr¨ªtica a Marx, aqu¨¦l acoge casi siempre como invariable referencia la interpretaci¨®n kautskiano-positivista del materialismo hist¨®rico, interpretaci¨®n que, de todos modos, era todav¨ªa la prevalente en su tiempo y, que no se olvide, durante largas ¨¦pocas (hasta la cr¨ªtica de Lenin) aparec¨ªa en el movimiento obrero como el verdadero marxismo ortodoxo. Sin embargo, en alg¨²n momento Fernando de los R¨ªos parece vislumbrar un diferente entendimiento (no positivista) de Marx -y este hecho me parece de la mayor trascendencia-. En efecto, y aunque por desgracia no sacase de ah¨ª las decisivas consecuencias que hubiera sido factible y deseable obtener, De los R¨ªos insistir¨¢ repetidamente en que en Marx no hay s¨®lo descripci¨®n de hechos, es decir, ciencia econ¨®mica, sino que hay tambi¨¦n juicios de valor, es decir, ¨¦tica, sustentada -a?ade- sobre el valor-trabajo (no es preciso a estos fines entrar ahora en el an¨¢lisis del car¨¢cter pen¨²ltimo, no ¨²ltimo, que este valor-trabajo posee para Marx).
Hechos y valores aparecen, pues, entrelazados en la obra marxiana, subraya De los R¨ªos. Con ello -me permitir¨ªa sugerir- se pon¨ªan en realidad las bases -a?os veinte- para una superaci¨®n de la ruptura y escisi¨®n positivista (y tambi¨¦n, no se olvide, neokantiana) entre juicios de hecho y juicios de valor, en lo que al entendimiento de fondo del pensamiento de Marx se refiere. Por lo menos permit¨ªa plantear el problema de manera ya mucho m¨¢s cercana, no s¨®lo al austromarxismo de un Max Adler o un Otto Bauer, sino tambi¨¦n -con todas las esenciales diferencias que, por supuesto, deban se?alarse- con respecto de las nuevas y m¨¢s profundas interpretaciones que por entonces inician un Georg Lukacs o el propio Gramsci.
Un potencial acercamiento a Marx hubiera sido sobre esas bases mucho m¨¢s factible y coherente para De los R¨ªos: es lo que yo quer¨ªa subrayar aqu¨ª. Pero tal posibilidad, dig¨¢moslo tambi¨¦n, habr¨ªa de quedar en seguida frustrada y sin desarrollo posterior: las circunstancias hist¨®ricas generales de la ¨¦poca, y las particulares espa?olas, as¨ª como la casi total absorci¨®n de Fernando de los R¨ªos por la actividad pol¨ªtica desde el final de los a?os veinte, fueron tambi¨¦n elementos cuadyuvantes a la no prosecuci¨®n de esa l¨ªnea de investigaci¨®n en el campo de la teor¨ªa pol¨ªtica marxista. Ello en modo alguno debe, sin embargo, impedir el reconocimiento y la positiva valoraci¨®n de tal frustrada posibilidad ni, por supuesto, hacer a su vez disminuir la importancia y oportunidad de otras fundamentaciones (no marxistas) de su socialismo democr¨¢tico.
Los a?os dif¨ªciles
Pero, es cierto, otras cuestiones m¨¢s acuciantes -y no la discusi¨®n te¨®rica sobre el marxismo- iban a solicitar su atenci¨®n en los dif¨ªciles a?os que van de la dictadura primorriverista a su lucha en el exilio contra la otra dictadura, la implantada por el franquismo en 1939: principalmente la defensa de las libertades, la democracia, el socialismo y los derechos humanos, junto a otros temas culturales, universitarios y de propuestas de transformaci¨®n social lograda (concorde con su esp¨ªritu institucionista) a trav¨¦s tambi¨¦n de la educaci¨®n ¨¦tica y la pedagog¨ªa.
Y al lado de ello, la casi total absorci¨®n por la actividad pol¨ªtica: tenaz enfrentamiento, cuando otros colaboraban, contra la dictadura de Primo de Rivera, hombre clave en el pacto de San Sebasti¨¢n y en el advenimiento de la Segunda Rep¨²blica, tres veces ministro en ella, entre 1931 y 1933, con el odio declarado de las derechas, enemigo de verbalismos seudorrevolucionarios en los a?os de la radicalizaci¨®n de las izquierdas, embajador de Espa?a en Washington entre 1936 y 1939, movi¨¦ndose desesperada e in¨²tilmente para recabar ayudas para el Gobierno de la Rep¨²blica en la guerra civil, y despu¨¦s, con el mismo negativo resultado, desalentado y casi destruido hasta los d¨ªas mismos de su muerte, en mayo de 1949, luchando por evitar el segundo gran abandono internacional de la democracia espa?ola por los aliados triunfadores (con la ayuda precisamente de los soldados republicanos espa?oles, ?cruel iron¨ªa!) en la segunda guerra mundial.
Este es el hombre, intelectual y pol¨ªtico socialista, o, mejor dicho, estos son algunos rasgos del hombre cuyo doble aniversario, de vida y muerte, en este 1979 no ha sido, salvo honrosas excepciones, conmemorado como debiera (y las sinrazones de ello son sin duda significativas) por la actual Espa?a democr¨¢tica.
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