Mon¨®logo interior con gato
Gato, amor, Rojito, t¨ªo, ahora que, escribo en el campo, ahora que monologo a solas contigo, porque te has quedado all¨¢, en Madrid transe¨²nte sigiloso de los salones que se abren, m¨¢s amplios ante tu brevedad, gato, viol¨ªn del tigre, ahora quiero explicarte algo que t¨², que s¨®lo lees en el libro abierto del verano la tipograf¨ªa de las moscas, no s¨¦ si vas a entender.Se trata nada menos que de la libertad de ense?anza, Rojito, gato, y creo que de tan levantado y malversado tema s¨®lo puedo y debo hablar contigo, a trav¨¦s de t¨ª, por lo que tienes de ni?o, por ese ni?o desescolarizado que vive en todo gato, por ese gato desaplicado que vive en todo ni?o.
La libertad de ense?anza, como casi todas las frases que se usan, quiere decir lo contrario de lo que dice, y quienes ahora la defienden en vagos simposios que oscilan entre el rosario en familia y Ricardo de la Cierva, lo que defienden, realmente, es todo lo contrario, es el monopolio de la ense?anza tradicional, eclesial, lega o doctora, frente a una ense?anza que incluso los sistemas m¨¢s capitalistas tienen socializada: libertad para ense?ar la verdad por cuenta del Estado (aunque la verdad vaya contra el Estado), veracidad en quienes ense?an, que la verdad no es absoluta, pero la veracidad incluye todas las verdades relativas o se abre a ellas, y, finalmente, gratuidad en la verdad y la libertad.
Pero me estoy poniendo muy paliza, Rojito, amor, de modo que te voy a entremeter una an¨¦cdota, que s¨¦ que te gustan como las sardinas descabezadas que te dej¨¦ al venirme. Espero que las hayas comido todas y, sobre todo, que no te haya devorado a ti ninguna sardina, que entre ellas las hay hasta feministas y t¨² est¨¢s muy bien dotado -demasi¨¦- para el a?o y medio que tienes. La an¨¦cdota es de un se?or de antiguamente, fil¨®sofo y Emmanuel (no s¨¦ si tambi¨¦n garganta profunda), que un d¨ªa me dijo, cobijados los dos bajo el paraguas de su criado, que siempre le segu¨ªa con paraguas a trav¨¦s de la Cr¨ªtica de la raz¨®n pura:
-No hay que ense?ar filosofia, sino ense?ar a filosofar.
No hay que ense?ar teolog¨ªa, sino ense?ar a teologizar o desteologizar el mundo por cuenta propia. Esa es la ense?anza que pagan y becan todos los Estados no teleol¨®gicos, Rojito, amor, gato sin escolarizar, ni?o sin apedrear (la ense?anza privada, libre y catequ¨ªstica sigue dando p¨¢rvulos apedreadores de gatos, quiz¨¢ por aquello de San Agust¨ªn):
-Los animales son m¨¢quinas.
No, Agust¨ªn, macho, no, Rojito, no, amor, ni los animales son m¨¢quinas ni la tierra se est¨¢ quieta (ni Hans K¨¹ng tampoco: Teresa Badell me recomienda mucho su lectura), ni la mujer tiene menos muelas que el hombre, salvo las que le sacan en el Seguro, y si la mujer no tiene alma, quiz¨¢ (salvo algunas desalmadas), es porque quiz¨¢ tampoco la tiene el hombre, aunque Descartes la atase a la gl¨¢ndula pineal, haciendo con ella un mo?o, como dice mi Carlos Luis, y convirtiendo as¨ª la mismidad en una especie de chispero o caballerito de Azcoitia. Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo, que s¨ª tiene alma, pues que el alma es analfabeta y s¨®lo se expresa en lat¨ªn y griego, es el ¨²nico humanista/ pedagogo con mo?o que anda por Madrid, y llena o se le llenan las clases, sin pasar lista ni poner falta ni convertir los ex¨¢menes en una corrida de la Beneficencia y un m¨¢s caballos o m¨¢s opositores destripados. A eso le llamo yo, gato, libertad de ense?anza.
Los teorizantes de tercerita (p¨¢gina y clase) defienden la ense?anza privada porque saben que la confesional siempre devorar¨¢ a la laica, por un problema de tecnoestructura divina, y me parece que se van a llevar el gato (no t¨², tranquilo) al agua. Desescolarizado como vives, sin otra escuela que mi pecho, he querido monologar contigo a distancia sobre todo esto, Rojito, porque un ni?o es un gato locuaz hasta que le enmudece la escuela.
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