La intervenci¨®n de Pini¨¦s, problema para Samaranch
El embajador de Espa?a en la ONU, Jaime de Pini¨¦s, ha condenado la intervenci¨®n de la URSS en Afganist¨¢n. Al embajador de Espa?a en Mosc¨², Juan Antonio Samaranch, han tenido que darle tila tras la noticia porque la intervenci¨®n de Pini¨¦s podr¨ªa costarle la presidencia del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional. Desde que se iniciaron los sucesos de Kabul, Samaranch no ha hecho otra cosa que echar vaselina al asunto. Sus votos ol¨ªmpicos, que para eso es embajador, dependen mucho de los Juegos de Mosc¨² y de sus relaciones con el mundo socialista. Samaranch no quiere o¨ªr hablar del boicot a los Juegos moscovitas porque el antecedente de Melbourne no fue bien acogido por el olimpismo internacional.
Los sucesos de Afganist¨¢n han sido raz¨®n suficiente para que algunos hayan planteado la posibilidad de boicotear los Juegos Ol¨ªmpicos de Mosc¨². La mayor¨ªa de los responsables del movimiento ol¨ªmpico han respondido negativamente porque pretenden mantener la utop¨ªa de que el deporte debe ser independiente de la pol¨ªtica. Es la ¨²ltima utop¨ªa que les queda a los hombres del COI, porque la referente al amateurismo la perdieron hace muchos a?os.El olimpismo ha pretendido desde siempre mantener un rosario de purezas en las que resulta muy dif¨ªcil creer. Salvo alguna excepci¨®n, los atletas que asisten al juramento ol¨ªmpico lo m¨¢s que pueden hacer para no ser perjuros es acogerse a la restricci¨®n mental. A los puros del mundo hay que perseguirles desde el momento de su llegada a la villa ol¨ªmpica. A las mujeres, para que demuestren su feminismo fehacientemente, a los hombres para que no confundan los botiquines con un buffet libre.
La ut¨®pica pureza ol¨ªmpica se la pasan por la entrepierna cada cuatro a?os un buen n¨²mero de participantes. En Munich hubo un ciclista espa?ol, Hu¨¦lamo, que tuvo que devolver su medalla de bronce porque se pas¨® en la dosis de coramina. En Montreal se descubri¨® que un sovi¨¦tico especialista en esgrima hab¨ªa inventado un sistema el¨¦ctrico para que su florete diera m¨¢s tocados de los reales. La sospecha del doping a base de plasma sangu¨ªneo se ha cernido sobre el supercampe¨®n finland¨¦s Lasse Viren.
Los dirigentes del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional quieren agarrarse como sea a la independencia del deporte respecto de la pol¨ªtica, que es algo as¨ª como la separaci¨®n de la Iglesia del Estado, es decir, algo imposible. En Munich los pa¨ªses africanos dieron su primer mitin a costa de Rodesia. En Montreal, el boicot de la negritud fue mucho m¨¢s serio, y ahora de cara a Mosc¨² se est¨¢n poniendo todos los parches posibles para evitar cualquier salida de tono.
En Espa?a, a pesar de lo de la ONU, no habr¨¢ boicot a los Juegos moscovitas. La experiencia de Melbourne no result¨® positiva. En 1956, con motivo de la invasi¨®n de Hungr¨ªa, Espa?a fue uno de los tres pa¨ªses que no envi¨® representaci¨®n a los Juegos australianos. Ciertamente, los espectadores se perdieron bien poco porque el deporte espa?ol entonces estaba todav¨ªa peor que ahora. La prohibici¨®n de acudir a Melbourne alcanz¨® incluso a los periodistas, y solamente uno, el catal¨¢n Carlos Pardo, a base de no darse por aludido, se present¨® en las ant¨ªpodas.
Adem¨¢s del periodista hubo un ¨¢rbitro de waterpolo, el tambi¨¦n catal¨¢n Bataller, que dirigi¨® varios encuentros. Al regreso a Espa?a, Bataller fue suspendido por seis meses al haberse llamado andana. El periodista y el ¨¢rbitro, al cabo de un a?o, realizaron un informe de los Juegos a petici¨®n de Elola.
En Mosc¨², la ¨²nica medalla de oro con la que puede so?ar el deporte espa?ol es con la de Samaranch. Otro triunfo es impensable.
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