Rayo y Barcelona pudieron ahorrarse el partido
Partido sopor¨ªfero en Vallecas, sin goles ni ocasiones en que se anduviera cerca de conseguirlos, ni buenas jugadas... Al Barcelona y al Rayo les interesaba empatar, se afiliaron al cerocerismo y el p¨²blico tuvo que sufrirlo. Para el futuro habr¨¢ que estudiar seriamente la posibilidad de instituir el ?empate pactado?. En casos como el de ayer, lo mejor es suprimir el partido y que cada cual se quede en casa. El p¨²blico saldr¨ªa ganando mucho.El Barcelona despleg¨® sobre el p¨¦simo terreno de juego de Vallecas un equipo desilusionado, llamado en principio a ganar la Liga -o a intentarlo-, y reducido despu¨¦s a pasear mon¨®tonamente por el centro de la tabla. El Barcelona juega sin alegr¨ªa, sin chispa y sin fe.
El domingo, Joaqu¨ªn Rif¨¦ redujo a Asensi -el pulm¨®n de la media, el conductor del equipo en las buenas tardes- a la oscura tarea de marcar a Clares. Zuvir¨ªa quedaba como lateral izquierdo, sin extremo al que marcar, y con libertad para subir por su banda, que casi siempre le ofrec¨ªa libre el desafortunado Custodio. Serrat, en la derecha de la defensa, taponaba a Alvarito. S¨¢nchez trabajaba en la media, cerca de la banda derecha, y Land¨¢buru intentaba llevar el mando de un equipo cuya ¨²nica f¨®rmula de ataque eran las penetraciones por el centro en busca del hueco que dejaba el te¨®rico ariete, Esteban, en su continuo deambular por todas partes.
El Rayo jugaba como lo hace casi siempre en casa; es decir, bastante mal. Esta vez, adem¨¢s, Morena se encontr¨® con un soberbio marcaje de Migueli -el juego de ¨¦ste fue lo ¨²nico que de positivo pudo verse en toda la ma?ana-, y esa continua esperanza de que puede caer el golito del uruguayo en cualquier momento se fue esfumando a medida que transcurr¨ªa el partido. En el otro extremo, el posible peligro que podr¨ªan llevar los excelentes extremos Simonssen y Carrasco tampoco existi¨®. Nunca fueron superiores a sus marcadores.
En descargo de los jugadores m¨¢s creativos de ambos equipos se puede esgrimir un argumento: el del p¨¦simo estado del terreno de juego. El bal¨®n no rueda, sino que bota caprichosamente, se levanta, brinca, se encabrita, regatea a sus poseedores y nunca toma la direcci¨®n que el lanzador de un pase se ha propuesto. El f¨²tbol espa?ol es capaz de arruinarse a fuerza de gastar millones en fichar a los jugadores m¨¢s contrastados del mundo y luego los pone a jugar sobre terrenos en los que no pueden desplegar su habilidad. El Rayo ha comprado al mejor delantero de Uruguay de la ¨²ltima ¨¦poca, pero no es capaz de poner en condiciones su terreno de juego.
Lo que no tiene excusa es la falta de inter¨¦s de los dos equipos en la victoria. El Barcelona no se acerc¨® al gol m¨¢s que en el lanzamiento de alg¨²n libre directo -el p¨²blico de Vallecas sabe bien que Land¨¢buru es un excelente especialista-. Cada vez que se produc¨ªa una falta en las proximidades del ¨¢rea, el p¨²blico se echaba a temblar, aunque finalmente fue Simonssen quien lanz¨® casi siempre, y lo hizo bastante bien, pero no lo suficiente. En cuanto al Rayo, casi todo se le fue, en especial du7rante el segundo tiempo, en echar balones altos, que Migueli le ganaba con facilidad a Morena, y Asensi a Clares. Los intentos individualistas de Alvarito casi nunca prosperaron, y los hombres de la media no se apuntaron al ataque nunca, porque lo importante era no perder.
La ¨²nica esperanza seria del Barcelona pasaba por Carrasco, que en los ¨²ltimos veinte minutos, pisando la banda buena -la que le hab¨ªa correspondido en el primer tiempo era infernal- intent¨® varias coladas y sostuvo un pulso interesante con Anero, pero perdi¨® los nervios por una dura entrada de ¨¦ste y se gan¨® la expulsi¨®n. El partido se termin¨® de consumir entre el mayor aburrimiento de un p¨²blico aterido que, sin duda, se preguntaba qu¨¦ pintaba all¨ª viendo jugar a dos equipos que mostraban tan escaso inter¨¦s por marcar.
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