El convidado de piedra
LA FIRMA del acuerdo-marco entre la primera central patronal y la segunda central sindical del pa¨ªs, esto es, entre la CEOE y UGT, fija un razonable abanico de incrementos salariales para 1980, adem¨¢s de ocuparse extensamente de otras cuestiones que contribuir¨¢n a desarrollar el nuevo china de las relaciones industriales en la Espa?a Democr¨¢tica. Pero la negativa de CCOO a suscribirlo, dif¨ªcilmente disociable de las acaloradas disputas en torno al Estatuto de los Trabajadores, aprobado en el Congreso con el voto en contra de los comunistas, abre un serio interrogante sobre la eficacia pr¨¢ctica de ese pacto.Una dimensi¨®n indiscutiblemente positiva del acuerdo-marco es que hayan sido un sector del empresariado y un sector de los trabajadores sindicados sus actores. En este sentido, parece necesario subrayar que cualquier a?oranza del intervencionismo del anterior r¨¦gimen en labios de aut¨¦nticos sindicalistas suena a burda demagogia. Aquel Estado autoritario y prepotente, que convirti¨® en figuras delictivas la sindicaci¨®n de los trabajadores y el derecho de huelga y consider¨® causa justificada de despido el encarcelamiento de un asalariado por su lucha en favor de las libertades, trat¨® de instalar v¨¢lvulas de seguridad para evitar que la caldera del mundo obrero estallase. As¨ª, mientras los dirigentes de Comisiones Obreras encartados en el c¨¦lebre sumario 1.001 eran procesados y condenados, la estrategia del anterior r¨¦gimen para evitar o enfriar el contagio descansaba en garant¨ªas del puesto de trabajo para los obreros no conflictivos, instaladas, a su vez, en un marco general de autoritarismo patronal, de prosperidad empresarial, de situaci¨®n cercana al pleno empleo, de emigraci¨®n de mano de obra a Europa y de estrecha colaboraci¨®n con la Brigada Social par despedir a los revoltosos. En esta perspectiva, es lisa y llanamente lamentable que autorizadas voces de la izquierda puedan comparar desfavorablemente la actual situaci¨®n de libertad sindical, derecho de huelga y democracia pol¨ªtica en la que vivimos con el s¨®rdido clima de represi¨®n generalizada, despidos de obreros por la defensa de los intereses de los trabajadores y disciplina cuartelaria de las d¨¦cadas pasadas. Probablemente la ofensiva para aislar pol¨ªticamente al PCE, la eliminaci¨®n de CCOO como interlocutor en las conversaciones de julio entre la CEOE y UGT, y la marginaci¨®n de los diputados comunistas en el debate del Estatuto de los Trabajadores expliquen parcialmente el enconamiento de las actitudes de la central comunista y su inaceptable embellecimiento de un pasado que han sufrido en propia carne sus dirigentes y militantes. Ahora bien, el brusco viraje hacia la cerraz¨®n en las negociaciones y la utilizaci¨®n de argumentos a veces rayanos en el disparate hist¨®rico no terminan de cuadrar no s¨®lo con la trayectoria de CCOO en los dos pasados a?os, sino tambi¨¦n con el proyecto de un cuadro de relaciones laborales que resulte funcional para esa econom¨ªa social de mercado que la Constituci¨®n garantiza. Hacia el futuro, lo decisivo es que las centrales sindicales se fortalezcan, maduren y consigan la adhesi¨®n del mayor n¨²mero posible de trabajadores. La nostalgia de Gir¨®n o de Sol¨ªs, que calafatearon el averiado barco del sindicalismo vertical con la inamovilidad del empleo para los obreros apol¨ªticos en una coyuntura econ¨®mica de prosperidad y con m¨¢s de un mill¨®n de trabajadores emigrantes, en nada puede ayudar a construir ese marco de relaciones industriales que tanto los empresarios como los asalariados espa?oles necesitan para salir de la crisis, frenar el paro y afianzar las instituciones democr¨¢ticas.
El acuerdo-marco, como se?alan los propios firmantes, tiene un car¨¢cter de excepcionalidad en la negociaci¨®n colectiva, justificada por la situaci¨®n de crisis e incertidumbre por la que atraviesa la econom¨ªa espa?ola. Su prop¨®sito es establecer unos puntos de referencia, esta vez sin intervencionismo gubernamental, que alivien la incertidumbre y encuadren las expectativas a la hora de iniciar las negociaciones salariales de los miles de convenios colectivos que esperan turno. Los asesores de CCOO tendr¨¢n que desplegar una amplia panoplia de argumentos para demostrar que un punto m¨¢s en el nivel superior de la banda era condici¨®n sine qua non para suscribir un acuerdo-marco justo.
Evidentemente, los topes salariales podr¨ªan elevarse al 17%, al 25 % o al 50%, a gusto del consumidor. Ahora bien, es tambi¨¦n un hecho que la banda del 13-16% ha sido contemplada de forma muy cr¨ªtica por sectores del empresariado y de la Administraci¨®n p¨²blica que temen que la inflaci¨®n se mantenga todav¨ªa en niveles muy elevados y que el pan de hoy sea hambre para ma?ana. Recordemos que en Gran Breta?a la ruptura de los topes salariales, a pesar del petr¨®leo del mar del Norte, llev¨® primero a, una inflaci¨®n inusitada y despu¨¦s a la recesi¨®n, al desempleo y a la p¨¦rdida de capacidad adquisitiva de los asalariados ingleses frente a los trabajadores alemanes ojaponeses que hab¨ªan pactado incrementos muy por debajo de los dos d¨ªgitos.
Por lo dem¨¢s, el acuerdo-marco no se agota en la fijaci¨®n de una banda de incrementos salariales. Prev¨¦ tambi¨¦n la reducci¨®n de la jornada laboral a lo largo de los pr¨®ximos a?os y tiene la virtud de encarar por vez primera las cuestiones de la productividad y el absentismo.
Resultar¨ªa a la vez imposible e improcedente juzgar qui¨¦n ha ganado y qui¨¦n ha perdido en las negociaciones entre la CEOE y UGT. La megaloman¨ªa del se?or Ferrer Salat y la mirada oblicua hacia CCOO del se?or Redondo han contribuido a restar capacidad de convicci¨®n a un acuerdo que, sin duda, la econom¨ªa espa?ola necesitaba y que, probablemente, la mayor¨ªa de los empresarios y tambi¨¦n de los trabajadores deseaban. Si CCOO, la m¨¢s importante central sindical en un pa¨ªs de escasa afiliaci¨®n, hubiera suscrito el acuerdo, las dudas que en estos momentos existen sobre lajusteza de sus t¨¦rminos se habr¨ªan evaporado. S¨®lo el tiempo dir¨¢ si la central comunista, convidado de piedra de las negociaciones, ha jugado demasiado fuerte en su envite y si su rigidez obedeci¨® m¨¢s a motivaciones pol¨ªticas que a razones sind¨ªcales. En cualquier caso, los beneficios de afiliaci¨®n que para CCOO podr¨ªan derivar de su plataforma m¨¢s ambiciosa tendr¨¢n que compensarle del deterioro de sus relaciones con una UGT lanzada por los comunistas a los pies de los caballos y acusada como m¨ªnimo de debilidad y como m¨¢ximo de traici¨®n. La unidad sindical y la unidad de la izquierda dif¨ªcilmente pueden forjarse a golpe de insultos, de juicios de intenciones y de denuncias poco compatibles con el prop¨®sito de relegar al olvido las ¨¦pocas de lucha fratricida entre socialistas y comunistas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.