Las responsabilidades sobre la tragedia y la democracia
Si la p¨¦rdida de vidas humanas obliga siempre a una reflexi¨®n, ¨¦sta es mucho m¨¢s obligada a¨²n tras la muerte de dos j¨®venes estudiantes, manifestantes contra el proyecto de ley de autonom¨ªa universitaria (PLAU) que el Gobierno remiti¨® a las Cortes.La reflexi¨®n debe apuntar necesariamente a una grave irresponsabilidad que pueden estar compartiendo los grupos parlamentarios que se ocupan de dise?ar y de imponer -al margen de las opiniones mayoritarias de las comunidades respectivas- las distintas normativas a las que debemos ajustarnos.
Una cosa es que, tras unas elecciones generales que se ganan, se est¨¦ legitimado para gobernar y otra bien distinta es pensar que los gobernantes son los ?sabelotodos? omnipotentes que pueden depreciar incluso la opini¨®n de aquellas comunidades, cuando se trata de regular normativamente el funcionamiento de las mismas.
Hace meses disent¨ªa yo, desde la hospitalidad que a menudo me suelen dar estas p¨¢ginas, de que hay algunas maneras de entender la democracia con las que otros no estamos de acuerdo (se nos llame o no dem¨®cratas o ¨¢cratas, que las etiquetas no vienen al caso). Los tr¨¢gicos hechos recientes -pues tragedia es, en suma, la p¨¦rdida de vidas humnas- parecen darnos de nuevo la raz¨®n.
No se est¨¢ legitimado desde el poder para suponer que los dem¨¢s no tenemos nada que decir sobre aquello que hacemos cotidianamente. Tan rid¨ªcula pretensi¨®n descansa en la m¨¢s est¨²pida a¨²n de suponer que s¨®lo ellos -los elegidos- saben lo que los dem¨¢s hemos de hacer.
Que se ocupen los gobernantes, si as¨ª lo quieren, de esos marcos generales referenciales de convivencia en los que, seg¨²n ellos, hemos de movernos. Ya nos ocuparemos de criticarlos y cambiarlos, a la vuelta de la esquina, si no nos gustan. Pero que se descienda a reglamentar -nuestra propia vida universitaria, perpetuando as¨ª la injerencia que la dictadura acentu¨® hasta el m¨¢ximo en dicha comunidad universitaria, no s¨®lo no tiene sentido democr¨¢tico alguno, sino que consuma el desprecio m¨¢s rotundo hacia el sentido general de los universitarios, expresado claramente en estos d¨ªas, pero no solamente en estos d¨ªas.
La comunidad universitaria lo manifest¨® tambi¨¦n mucho antes, de muy diversas maneras y en un rico repertorio de alternativas que han sido.cuidadosam ente escamoteadas por el poder establecido.
Hablo con algunos elementos de juicio, pues durante todos estos a?os atr¨¢s he participado como representante de la coordinadora estatal de PNN de universidades en las distintas conversaciones con el ministerio, donde nunca sol¨ªamos encontrar otra cosa que la mera ?informaci¨®n? de los planes del equipo de turno y, en alg¨²n caso, tomar nota de promesas que luego no se cumpl¨ªan.
En una de las escas¨ªsimas ocasiones en que hemos podido entrevistarnos con el ministro actual ¨¦ste nos lleg¨® a afirmar con toda claridad que ?ellos? presentar¨ªan ?su? proyecto, tras algunos contactos y consensos con los grupos parlamentarios m¨¢s fuertes. Y en un acto reciente en la universidad, donde los partidos pol¨ªticos explicaban su posici¨®n ante el PLAU, el representante del partido del Gobierno en aquel acto ratific¨® esto respecto al consenso inicial (antes de la contestaci¨®n estudiantil) que exist¨ªa con otro grupo parlamentario de ?oposici¨®n?... Era, pues, un proyecto m¨¢s, consensuado..., ?por qui¨¦nes? ?D¨®nde estaban las opiniones de las universidades, de los estudiantes, de los PNN, del personal no docente, etc¨¦tera?
?Acaso se est¨¢ legitimando desde cualquier poder para imponer una normativa, al margen de la opini¨®n extensivamente mayoritaria de aquellos a los que dicha normativa afecta?
Confundir Gobierno y tiran¨ªa?Es que acaso todo el ritual de unas elecciones generales, y su desenlace a favor de unos, garantiza que ah¨ª est¨¦n ya recogidas las opiniones mayoritarias en todos los sectores y/o comunidades?
Habr¨ªa que decir a los insignes parlamentarios que se ocupasen de gobernar, si lo creen necesario; pero que no confundan ese gobierno con la tiran¨ªa que supone la interferencia al libre juego de la exposici¨®n abierta y democr¨¢tica de las comunidades, y, en lo que a esta reflexi¨®n se refiere, a la universitaria.
Y, desde luego, no puede decirse que todos estos comportamientos aludidos y protagonizados por los que tal visi¨®n -estrecha y formalizada- de la democracia tienen est¨¦n exentos de culpa en cuanto al se?alamiento de las causas ¨²ltimas explicativas de la muerte de dos j¨®venes estudiantes.
Es in¨²til y casi grotesco decir ahora que se va a abrir el debate, como dice el ministro de Universidades. Cuando la equivocaci¨®n de un equipo cuesta de este modo vidas humanas, s¨®lo hay un camino posible: irse.
Este es el grito un¨¢nime del movimiento estudiantil renacido en estos d¨ªas: no alproyecto de ley de autonom¨ªa universitaria de UCD. Porque, efectivamente, es un proyecto no emanado desde las universidades, sino desde el Poder, y con desprecio absoluto de la mayor¨ªa de las opiniones de los integrantes de las comunidades universitarias.
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