"Asunto K¨¹ng": ruptura de mi silencio
Apenas sali¨® a la calle la condena, por parte de la Congregaci¨®n vaticana para la Doctrina de la Fe y por parte del mismo Papa, del profesor de Teolog¨ªa de Tubinga (Alemania) Hans K¨¹ng, he recibido llamadas telef¨®nicas de muy diversos medios de comunicaci¨®n para que me declare sobre el tema, y me he negado rotundamente. No ha sido cobard¨ªa, ni mucho menos; solamente me he atrevido a quejarme de mis altos superiores eclesi¨¢sticos por tenerme totalmente desinformado: aqu¨ª est¨¢, para m¨ª, la madre del cordero. En principio veo muy bien que un alto organismo eclesi¨¢stico se preocupe por la pureza de la ense?anza religiosa y que incluso tome medidas restrictivas cuando ello tuviere lugar, pero no acepto que se vulnere un derecho tan elemental en la persona humana (incluso si es cristiana) como el de recibir amplia informaci¨®n de la actuaci¨®n de este organismo.Pues bien, hasta hoy mismo, 11 de enero de 1980, no me ha llegado (a base de un ciclostilado amablemente suministrado por un amigo) alguna documentaci¨®n de la superioridad eclesi¨¢stica referente al asunto. No voy a darla toda, me reduzco a la m¨¢s esencial, y que condensa a las anteriotes. Se trata de una declaraci¨®n hecha en el bolet¨ªn eclesi¨¢stico de Rottenburg del 18 de diciembre de 1979, firmada por el vicario general, doctor Knaupp Traduzco del alem¨¢n:
?1. La Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe declara: que el profesor Hans K¨¹ng se aparta en sus escritos de la plena verdad de la fe cat¨®lica y que, por tanto, no se le puede seguir considerando como te¨®logo cat¨®lico ni ¨¦l puede ense?ar como tal.?
?2. Como razones, la Congregaci¨®n expone: todo te¨®logo cat¨®lico posee una leg¨ªtima libertad cient¨ªfica. Pero ¨¦sta no puede traspasar las fronteras que le pone la naturaleza misma de la ciencia teol¨®gica. El profesor K¨¹ng impugna la infalibilidad del magisterio de la Iglesia y el car¨¢cter vinculante de las declaraciones doctrinales de la Iglesia. El profesor K¨¹ng se desv¨ªa, en puntos esenciales de la fe cat¨®lica, del magisterio obligatorio. En particular se especifica: la doctrina sobre la consustancialidad de Cristo con el Padre, la doctrina sobre la Virgen Mar¨ªa, la doctrina sobre las condiciones de validez de la Eucarist¨ªa. El profesor K¨¹ng no ha correspondido a las repetidas invitaciones de la Congregaci¨®n a preocuparse de concordar con el magisterio obligatorio de la Iglesia. Por el contrario, en sucesivas declaraciones, ha radicalizado las diferencias.?
?3. La decisi¨®n de la Congregaci¨®n no significa: que el profesor K¨¹ng no haya de seguir siendo considerado como miembro de la Iglesia cat¨®lica. Est¨¢, igual que antes, en la comunidad de la Iglesia cat¨®lica; que el profesor K¨¹ng vaya a ser impedido en el ejercicio de su oficio sacerdotal o que se le aparte de sus funciones. Sigue siendo sacerdote, con todos los derechos y deberes ligados a dicho oficio: que el profesor K¨¹ng no pueda en adelante ense?ar e investigar como cient¨ªfico. La libertad de la ciencia como principio objetivo de nuestra Constituci¨®n y como derecho individual de un profesor universitario le siguen dando la posibilidad de trabajar cient¨ªficamente. No sufren perjuicio ni su situaci¨®n como funcionario ni su sueldo.?
?4. La decisi¨®n de la Congregaci¨®n significa: que el profesor K¨¹ng no puede en adelante ense?ar por encargo de la Iglesia; que no puede seguir en posesi¨®n de un cargo estatal dependiente de la Iglesia. ?
?5. La aludida decisi¨®n es el punto final de una confrontaci¨®n que viene durando largos a?os y que, a pesar de todos los esfuerzos, no ha conducido a una soluci¨®n pac¨ªfica. La ¨²ltima cr¨ªtica del profesor K¨¹ng a la persona y a la actuaci¨®n del Papa no ha jugado papel alguno en el proceso.?
?En qu¨¦ quedamos?
He aqu¨ª un documento lleno de contradicciones. Veamos: en primer lugar se dice expresamente que ?K¨¹ng se desv¨ªa en puntos esenciales de la fe cat¨®lica, del magisterio obligatorio?, y, por otra parte, se afirma que K¨¹ng ?sigue siendo considerado miembro de la Iglesia cat¨®lica? y que ?est¨¢, igual que antes, en la comunidad cat¨®lica?. A¨²n m¨¢s: ?Sigue siendo sacerdote, con todos los derechos (el subrayado es m¨ªo) y deberes ligados a dicho oficio.?
Ahora bien, yo me pregunto: si uno niega p¨²blicamente -?nada menos que desde una c¨¢tedra de teolog¨ªa!- puntos esenciales de la fe cat¨®lica, ?c¨®mo se le puede seguir considerando miembro de la comunidad cat¨®lica? Y, sobre todo, ?c¨®mo se le pueden reconocer los derechos y deberes de un sacerdote cat¨®lico, entre los cuales est¨¢ precisamente el de ?hacer teolog¨ªa? (m¨¢s o menos cient¨ªfica) en nombre de la Iglesia que le confiere y mantiene en ministerio sacerdotal?
Por tanto, sospecho que la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe no ha querido decir su ¨²ltima palabra. Y si es as¨ª, ?c¨®mo ha llegado a la condena?
De nuevo entro en la penumbra de la desinformaci¨®n. Como es l¨®gico, no me atrevo a rechazar la decisi¨®n de la congregaci¨®n romana, pero tampoco me parece digno el que la acepte como algo definitivo, ya que a Hans K¨¹ng esta misma congregaci¨®n le sigue reconociendo ?el derecho y el deber de ser sacerdote cat¨®lico? y, por tanto, de ense?ar la doctrina cat¨®lica. ?Qui¨¦n me saca de este l¨ªo?
En otros ciclostilados que amablemente he recibido se insin¨²a que a lo largo de este contencioso, que dura ya varios a?os, se insisti¨® a K¨¹ng para que se explicara mejor e incluso para que fuera a Roma a la Congregaci¨®n de la Doctrina de la Fe, pero el profesor suizoalem¨¢n parece que exigi¨® dos cosas: tener previamente el pliego de cargos y llevar consigo un abogado de su confianza. Al parecer, ambas cosas le fueron denegadas. Si es as¨ª, hay un fallo esencial de derechos humanos.
Para terminar, me permito hacer una sugerencia. Si la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe hubiera levantado la liebre a tiempo y hubiera invitado a una serie de te¨®logos de varias tendencias a tener un coloquio serio y profundo sobre los puntos controvertidos de la teolog¨ªa de K¨¹ng, es muy probable que el resultado hubiera sido quiz¨¢ m¨¢s desfavorable para el profesor de Tubinga. Y, al mismo tiempo, la congregaci¨®n romana hubiera dado una imagen de respeto a los derechos humanos y de aplicaci¨®n del talante dialogal, tan tra¨ªdo y llevado en el concilio Vaticano II.
Ahora quiz¨¢ ya es tarde. Lo ¨²nico positivo ser¨ªa que en Roma aprendieran la lecci¨®n de algo tan evang¨¦lico como es ?la libertad para la que Cristo nos ha liberado? (Gal. 5,1).
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