Sobre el aislamiento del PCE y el fascismo de todo anticomunismo
Como era previsible el PSOE escoge el modelo italiano -el alem¨¢n le es imposible- y de acuerdo con ¨¦l ayuda al partido en el Gobierno -que para que la semejanza no sea completa es m¨¢s amplio hacia su derecha y hacia su izquierda de lo que lo es la DC, a la que de todos modos incluye- en la operaci¨®n de aislar al PCE.En Italia, como en Espa?a, hay ?fuerzas f¨¢cticas? poderosas que imponen ese juego. Y aqu¨ª, en este pa¨ªs, tales fuerzas ser¨¢n reforzadas por las externas que ya pesan -desde la ca¨ªda del fascismo- en Italia. Porque la OTAN es otra fatalidad del contexto internacional pr¨®ximo que garantiza y a la vez limita la democracia del ?consenso?.
Suponer un PSOE que hiciera el juego contrario ser¨ªa creer que se puede ir, en determinados partidos hist¨®ricos, contra la naturaleza misma de las cosas. El PSOE es la m¨¢xima ?alternativa de poder? a la agrupaci¨®n derechista que es el ?centrismo? de UCD, admisible para una fuerza europea tan condicionante como la OTAN en equilibrio con el Pacto de Varsovia, donde tampoco permiten veleidades semejantes a la ?primavera de Praga? o los disidentes polacos.
Desbloquear esta situaci¨®n es algo tan necesario como improbable por ahora, a causa del terror at¨®mico sobre el que se asienta la t¨¢cita aceptaci¨®n de las zonas de influencia por parte de ambos pactos ?disuasorios? contendientes. ?Ser¨¢ la crisis energ¨¦tica un elemento lo suficientemente perturbador -poniendo en evidencia los fallos de las sociedades industriales- como para forzar a nuevos planteamientos?
El movimiento de las masas
En cualquier caso, no se ve que ninguna voluntad de los estados mayores enfrentados vaya a permitir que se mueva una hoja -una hoja decisiva, m¨¢s all¨¢ de los controlados y mutuamente admitidos ?conflictos locales?- en el equilibrio que paraliza la pol¨ªtica europea y que es el verdadero causante de la desesperaci¨®n pol¨ªtica terrorista.
Entre nosotros, la situaci¨®n resulta mucho m¨¢s delicada porque UCD no es -ni mucho menos- el s¨®lido aparato que es la DC italiana, capaz de digerir tanta corrupci¨®n como hace falta para arrastrar consigo, despu¨¦s de decenios de sortear crisis internas, al mismo aparato administrativo del Estado que ha llegado a ser consustancial con el propio partido en el poder desde que la guerra mundial acab¨® con el fascismo.
Y, de alg¨²n modo, ?no se puede decir tambi¨¦n que la DC ha ido reduciendo la ?alternativa de poder?. que era el PSI, hasta convertirlo en una sombra de s¨ª mismo, sin fuerza para aspirar a ser la ?alternativa? de nada?
El PCE no tiene tanta fuerza electoral como el PSOE, pero las CCOO tienen, de eso hay pocas dudas, m¨¢s fuerza sindical que la UGT. La parte movilizable de la clase obrera concede m¨¢s credibilidad a las CCOO. Las razones por las que tal cosa ocurre no pueden ser objeto de estas sumarias observaciones, que tienen otra finalidad. Es por ese predominio de las CCOO por el que la CEOE ha querido reforzar al sindicato del PSOE, convirti¨¦ndolo en su interlocutor privilegiado. La CEOE prefiere a la UGT, ciertamente, y preferir¨ªa una UGT opuesta m¨¢s radicalmente de lo que lo est¨¢ a la organizaci¨®n sindical sobre la que tanta influencia tiene el PCE.
Estos son hechos me parece que suficientemente evidentes, al margen de lo que se diga sobre ellos, para que parezcan otra cosa diferente de lo que son, y a partir de los cuales las comparaciones tienden a relacionarse con el modelo franc¨¦s, con el italiano o tambi¨¦n con el portugu¨¦s. Es decir, que son muchos los que piensan que de ese aislamiento al que se quiere someter al PCE s¨®lo la izquierda saldr¨¢ perdiendo. Primero, porque el anticomunismo, en este pa¨ªs, no es nunca inocente. Se sea o no se sea comunista, se tenga simpat¨ªa o antipat¨ªa por el comunismo, hay que recordar que cuando el anticomunismo aparece viene detr¨¢s la dictadura. Y considerando que de alguna manera puede decirse que no nos la hemos acabado de quitar de encima, el riesgo parece mayor todav¨ªa. Cierto que el comunismo aprovecha -lo que no es precisamente confortable- esa constataci¨®n hist¨®rica para evitar el aislamiento y tratar de ganar terreno pol¨ªtico anunciando que detr¨¢s de su aislamiento viene la supresi¨®n y luego llega el lobo. Ocurre, sin embargo, que eso es verdad: detr¨¢s del anticomunismo est¨¢ siempre el fascismo. Lo demuestra la historia para contrarrestar la fatalidad, de la cual el mejor m¨¦todo parece el de creer -?y qui¨¦n con qu¨¦ autoridad, podr¨ªa negarlo?- que, en efecto, el PCE no propone el modelo socialista del Este de Europa -al que niega hasta el derecho al nombre- sino un modelo basado en el pluralismo democr¨¢tico.
?Qu¨¦ dice eso para vestirse con piel de cordero? Supongamos que sea as¨ª, pero pregunt¨¦monos en seguida qu¨¦ clase de piel es la que lleva encima el fascismo, propuesto siempre como ant¨ªdoto del comunismo. ?Por qu¨¦, llegado el caso extremo, habr¨ªa que preferir el fascismo al comunismo? Por lo dem¨¢s, lo cierto es que no va a ser posible ese caso extremo en este platillo de la balanza del terror en el que vivimos los europeos occidentales, tal como queda recordado al principio, cuando hablaba del ejemplo italiano que suele rechazar el PSOE, e pour cause.
Las ganancias y los ganadores
Hay que preguntarse, pues, qui¨¦n sale ganando con el aislamiento del PCE. Puede que el PSOE desee minimizar a su izquierda. Probablemente es as¨ª. Ya ha tratado de minimizar cuanto ha podido la que tiene dentro de casa sin haberlo conseguido del todo. El galimat¨ªas de tendencias que se atribuyen la mejor v¨ªa para su partido va desde los que quisieran ser m¨¢s izquierdistas que el propio PCE como el mejor ant¨ªdoto frente al comunismo -y si llegaran a serlo ?tanto?, ?c¨®mo los podr¨ªan considerar sus competidores en lugar de sus iguales?- hasta los que piensan que considerar a cualquier izquierda tan ?respetable? como para poder llegar a constituir una alternativa de poder de la derecha es pura utop¨ªa marginal. Otros esgrimen un argumento m¨¢s s¨®lido: el de la sinceridad democr¨¢tica del PCE. Si internamente -dicen- la democracia del PCE deja mucho que desear, ?por qu¨¦ habr¨ªa que creer que se instalar¨ªa en la externa? Pero se puede responder que ni es probable en muchos a?os un PCE mayoritario en un sistema parlamentarlo occidental, ni si tal cosa ocurriera dejar¨ªa de estar democr¨¢ticamente condicionada. Y por otra parte, la tendencia mayoritaria del PCE no es, si aceptamos el juego de la comparaci¨®n, la del PCP por ejemplo, ni menos a¨²n la del inmovilismo electoralista del PCF, sino que m¨¢s bien parece la del PCI. Lo cual nos devuelve al tema inicial sobre la posibilidad de que el PSOE tenga marcados sus pasos en el camino ?a la italiana? de reducci¨®n al simbolismo y al testimonio del pasado. Claro que el PSOE intentar¨¢ evitar un proceso semejante. Preferir¨ªa sin duda seguir el modelo de los socialdemocratismos m¨¢s o menos radicales que florecen en los pa¨ªses del norte de Europa y en la RFA. El riesgo, sin embargo, de repetir el modelo italiano es mayor que la probabilidad sociaIdemocr¨¢tica europea. Por su parte, la izquierda gen¨¦rica no saldr¨ªa ganando nada con un PSOE disminuido y ?derechizado? porque dejar¨ªa de constituir el est¨ªmulo que en la competencia parlamentaria necesitan ejercer entre s¨ª los partidos a los que vota la clase trabajadora. Por lo dem¨¢s, no hace falta ser demasiado ?gramsciano? para comprender que el ?bloque hist¨®rico?, sin el cual es ?m¨¢s? imposible todav¨ªa avanzar hacia la transformaci¨®n de la sociedad en el mundo occidental -y en el otro-, necesita la clientela que nunca votarla al comunismo cargado con una historia en la que, como en todas las historias, hay cosas que admirar y cosas que lamentar. Lo que hay que lamentar -y todav¨ªa ahora, en los socialismos burocratizados del Este- es un lastre demasiado pesado para que lo asuman las clases populares. Por ejemplo, el mismo PCE, ?no habr¨ªa de dar m¨¢s muestras de democracia interna para ganar credibilidad? Porque se equivocar¨ªa si creyera que su influencia en las CCOO es m¨¢s significativa de lo que parece y que gana sindicalmente lo que no gana electoralmente. Al fin y al cabo, buena parte de la clase obrera incluida en esas CCOO no vota al PCE, sino al PSOE y aun a UCD, aberraci¨®n que se produc¨ªa tambi¨¦n en Francia cuando los tiempos del general De Gaulle, en los que parte de la CGT y otros sindicatos de izquierda votaban la ?seguridad? de la grandeur.
Un partido que no parece tener recambios dirigentes, dada la tendencia a la perpetuaci¨®n de los que est¨¢n a su frente, da la impresi¨®n de que no los suscita, sino que los apaga. Y algo de eso debe ocurrir cuando existe en su seno tanta unanimidad o cuando las discrepancias tienen tan poco eco -aunque seguramente las del PSOE lo tienen sobrado- salvo la excepci¨®n del PSUC, que, por eso mismo, tiene m¨¢s credibilidad y m¨¢s votos. Parece que las cosas cambian en el interior del PCE, pero muy lentamente. El peso del aparato heredado y resistente debe ser grande.
Los t¨¦rminos del cambio
Y bien, desde la izquierda ?perif¨¦rica?, ?c¨®mo se ve esta operaci¨®n de aislamiento del PCE y la tendencia al bipartidismo? Se deber¨ªa ver, creo, en primer lugar, considerando sus efectos sobre la situaci¨®n concreta en la marcha de las nacionalidades que los partidos parlamentarios declaran querer ayudar a rehacer. Los reflejos de semejantes juegos pol¨ªticos son muy peligrosos en estos procesos de reconstrucci¨®n que est¨¢n llev¨¢ndose a cabo penosamente, porque dividen a la izquierda, que, al menos en tales objetivos, parec¨ªa unida. Ya se ha visto, por ejemplo, c¨®mo ha habido un repliegue general de los ?aparatos? centralistas de los partidos en cuesti¨®n -PSOE y PCE- por lo que se refiere a las menguadas autonom¨ªas, que pod¨ªan esperarse y que se convertir¨¢n, si a tanto llegan, en meras apariencias. Nada favorece m¨¢s la supervivencia de los cuarenta a?os pasados, mediante el cambio de algo para que no cambie nada, como ese enfrentamiento ligado a las alternativas para un poder que no es el poder pr¨®ximo a la realidad de cada comunidad hist¨®rica, sino el poder remoto que trata de reducir esa realidad al com¨²n denominador de siempre, en nombre de los mismos vagos conceptos de siempre.
Y se ve tambi¨¦n la desfiguraci¨®n de los que parec¨ªan objetivos muy claros. Porque nadie pens¨® que la salida sin ruptura de la dictadura franquista iba a dar paso a un sistema parlamentario con mayor¨ªa de izquierdas, pero tampoco se ve¨ªa necesario un ?consenso? peligrosamente desmovilizador, en el cual la oposici¨®n dejara de ser oposici¨®n para responder al enga?o de la ?alternativa de poder?. Una alternativa que, para empezar, exige el aislamiento de parte de esa izquierda. Lo cual, afectar¨¢ a ?toda? la izquierda; es decir, tambi¨¦n a la extraparlamentaria, por razones obvias, y a la que no milita en las disciplinas de los partidos, pero act¨²a, influye y vota.
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