A prop¨®sito de la disoluci¨®n de la escuela freudiana de Par¨ªs
El anuncio por Jacques Lacan de la disoluci¨®n de la Escuela Freudiana de Par¨ªs, que ¨¦l mismo fund¨® en 1964, ha conmocionado a los medios psicoanal¨ªticos internacionales y provocado m¨²ltiples reacciones negativas entre los disc¨ªpulos del propio Lacan. Considerado en ocasiones como el Lutero del psicoan¨¢lisis, Lacan prosigue desde hace muchos a?os una guerra sin treguas contra la Asociaci¨®n Internacional de Psicoan¨¢lisis (IPA), a la que acusa de haber pervertido el descubrimiento y el proyectos freudianos. Al disolver su propia escuela, Lacan parece indicar que la perversi¨®n se hab¨ªa introducido en su propio seno. V¨ªctor G¨®mez Pin, que desde 1975 se halla en psicoan¨¢lisis did¨¢ctico con Jacques Lacan, intenta sintetizar la problem¨¢tica te¨®rica en la que la disoluci¨®n de la Escuela Freudiana se inscribe e interpretar el p¨¢rrafo central de la carta en que Lacan la anuncia.
Lo esencial de la operaci¨®n freudiana consiste en poner de relieve que tras los fen¨®menos de conciencia que constituyen el marco, o en cualquier caso el reflejo, de nuestra vida social y natural, se oculta un ¨¢mbito que no responde a la l¨®gica de la conciencia, que alza frente a ¨¦sta una radical alteridad, y que, por consiguiente, s¨®lo puede ser calificada como lo inconsciente. En su an¨¢lisis de los sue?os o de los actos fallidos, Freud descubre un mecanismo rigurosamente articulado, pero en el que no rigen ninguno de los principios sobre los que reposa la conciencia como tal: no hay all¨ª tiempo lineal, no se da la dicotom¨ªa entre representaci¨®n de cosa y representaci¨®n de palabra, hay indiferencia al principio de contradicci¨®n, no rige el principio de identidad. Una l¨®gica donde no rigen ni el principio de identidad ni el de contradicci¨®n, donde pueden darse dos en uno y donde no cabe decir A = A, una l¨®gica de este tipo no es una l¨®gica ordinaria, no es una l¨®gica del sentido. Ahora bien, esta l¨®gica que trasciende el sentido se revela en el seno mismo de este ¨²ltimo. Contemplando el dominio donde cada cosa est¨¢ escindida de todas las dem¨¢s y es indivisa con respecto a s¨ª misma, el dominio donde las representaciones de cosas se distinguen de las representaciones de palabras, es decir, donde no se confunden cosas y palabras, contemplando el mundo ordinario, por as¨ª decirlo, es como descubriremos las muestras del otro funcionamiento, que no es un funcionamiento paralelo al primero, sino que lo abarca, da cuenta de ¨¦l, lo ,reduce. Para caracterizar a los procesos constitutivos del inconsciente, Freud utiliza los t¨¦rminos de condensaci¨®n y desplazamiento. Pues bien, la operaci¨®n psicoanal¨ªtica consiste en mostrar que condensaci¨®n y desplazamiento constituyen aquello en que, bien mirados, se agotan todos y cada uno de los fen¨®menos de conciencia. Si la condensaci¨®n y el desplazamiento encuentran su paradigma en la formaci¨®n del sue?o, cabe entonces decir que la operaci¨®n psicoanal¨ªtica consiste en mostrar c¨®mo la l¨®gica del sue?o (en modo alguno sue?o calderoniano) se reduce nuestro comercio en la vida social y natural.El espacio psicoanal¨ªtico
Si la operaci¨®n psicoanal¨ªtica pone de relieve la primac¨ªa de la otra l¨®gica, la vocaci¨®n del psicoan¨¢lisis es lograr que el sujeto llegue a asumir tal primac¨ªa. Proyecto tanto m¨¢s arduo cuanto que supone una radical puesta en tela de juicio de los presupuestos sobre los que la identidad misma del sujeto se sustenta. El espacio anal¨ªtico se define como el horizonte donde se dan las condiciones de posibilidad de aquella asunci¨®n y de esta puesta en tela de juicio.
El psicoanalizado est¨¢ en la sesi¨®n con todo el bagaje de identificaciones que constituyen su personalidad social y, como en todas partes, est¨¢ dispuesto a defender a sangre y fuego estas identificaciones. Y, sin embargo, por el hecho mismo de hallarse. en el espacio de la relaci¨®n anal¨ªtica, nada repugna tanto al sujeto como el conjunto de estas identificaciones. El psicoanalizado est¨¢ en la sesi¨®n no por imperativo de su personalidad (aunque una quiebra de ¨¦sta haya podido constituir la ocasi¨®n del psicoan¨¢lisis), sino por imperativo de aquello que en ¨¦l desconf¨ªa sistem¨¢ticamente de todas las identificaciones mediante las cuales se ha forjado, las denuncia -en t¨¦rminos lacanianos- como ?su obra en lo imaginario?. Y podemos ya indicar lo que distingue a la relaci¨®n anal¨ªtica de toda otra relaci¨®n en que interviene la palabra. Propio es de esta ¨²ltima el esperar que el interlocutor acepte la presentaci¨®n -mir¨ªfica que el sujeto hace de s¨ª mismo. En la relaci¨®n anal¨ªtica, por el contrario, el sujeto sabe que su discurso es progenitura de la impotencia y que va a ser entendido como tal progenitura.. En cualquier lugar donde intervenga la palabra, si tal espera y tal saber emergen, ese lugar se erige de inmediato en espacio de la relaci¨®n anal¨ªtica. Lo cual no debe inducirnos a pensar que las circunstancias y el ceremonial en que Freud la inserta constituyen en cierto modo algo superfluo.
Corrupci¨®n del espacio anal¨ªtico
El ceremonial freudiano tan s¨®lo es superfluo y, m¨¢s que superfluo, arma de la resistencia al psicoan¨¢lisis, cuando la dimensi¨®n radicalmente subversiva del descubrimiento del inconsciente se evapora. La erecci¨®n del ceremonial en criterio absoluto se plasma en lo que algunos dan en llamar psicoan¨¢lisis empiricista, cuyo punto de partida es el siguiente: se constata una inadecuaci¨®n entre el paciente y el universo -social o natural- que le rodea; el paciente no consigue armonizarse con su trabajo, con su familia, armonizarse con las restricciones -las leyes impuestas por la convivencia ciudadana. Viendo en esta inadaptaci¨®n a la vez el s¨ªntoma y la causa del sufrimiento de su paciente, el psicoanalista se propone entonces restablecer el equilibrio: conseguir que el paciente reanude su vida familiar, que integre dentro de ¨¦sta su vida er¨®tica, que renuncie a condenar las restricciones impuestas por la ley, pague sus impuestos, vea la necesidad de pagar sus impuestos, etc¨¦tera.
Para ver hasta qu¨¦ punto este proceder constituye una verdadera parodia, basta recordar que es propio de la situaci¨®n anal¨ªtica la bifurcaci¨®n de los intereses del sujeto: si su narcisismo se halla en contradicci¨®n con su pasi¨®n de verdad, si sus identificaciones imaginarias en el mundo social y natural constituyen tan s¨®lo un polo de la dial¨¦ctica global que le atraviesa, ?c¨®mo, sin traicionar al paciente, instaurar como criterio su plena integraci¨®n al orden dado? Gran parte de la obra de Lacan se reduce a un combate contra esta degradaci¨®n de la pr¨¢ctica, combate que explica su ruptura total con la internacional psicoanal¨ªtica y la creaci¨®n de la Escuela Freudiana de Par¨ªs en 1964, ?tan solo?, afirm¨® Lacan entonces, ?como lo he estado siempre en mi relaci¨®n a la causa del psicoan¨¢lisis?.
Restauraci¨®n del sentido
Quince a?os m¨¢s tarde, la disoluci¨®n de la Escuela muestra -que Lacan no ha escapado nunca a esta soledad. Sus disc¨ªpulos le han seguido lejos en lo que respecta a la formaci¨®n de los psicoanalistas y a la liberaci¨®n de la pr¨¢ctica del sometimiento al ceremonial. En un extremo, sin embargo, no han podido sino retraerse. All¨ª justamente donde Lacan lleva hasta las ¨²ltimas consecuencias la hip¨®tesis fundamental del psicoan¨¢lisis, a saber, que el horizonte del sentido, el dominio donde rigen el principio de identidad y el principio de no contradicci¨®n, encuentra a la vez su fundamento y su p¨¦rdida en algo que le trasciende. El esfuerzo de Lacan se concentra en los ¨²ltimos a?os en una desesperada guerra contra la primacia del sentido, del sentido como tal, identificado por ¨¦l a la religi¨®n, o sea al rechazo de asumir aquello (lo real, la materia, lo contradictorio) que nos determina. La guerra contra la primac¨ªa del sentido tiene en la obra de Lacan dos vertientes:
Vertiente te¨®rica la primera, con la puesta en evidencia de la analog¨ªa funcional entre lo inconsciente y la noci¨®n ling¨¹¨ªstica de significante. Pues el signo lingu¨ªstico tiene dos dimensiones que posibilitan dos lecturas. Cabe acentuar en el signo la dimensi¨®n imaginaria, situando al significado como fundamento de la pura relaci¨®n sin subsistencia, que es el significante; cabe as¨ª hacerse c¨®mplice de la primac¨ªa del sentido. Cabe, por el contrario, acentuar en el signo la dimensi¨®n insubsistente, viendo en el significado el resultado de una dial¨¦ctica interna a esta misma insubsistencia; horizonte este ¨²ltimo en el cual afirmar que el lenguaje es el marco donde para nosotros se inscriben las cosas equivale a decir que el mundo no nos es dado m¨¢s que bajo la modalidad de nuestra propia impotencia.
Vertiente pr¨¢ctica la segunda, que se manifiesta en la originalidad radical de la sesi¨®n anal¨ªtica lacaniana, pero, sobre todo, en el hecho de que Lacan ha extendido el universo de la otra l¨®gica al espacio ordinario, al espacio social, concretamente a sus expresiones p¨²blicas, sus escritos, seminarios o conferencias, pero asimismo sus sesiones cl¨ªnicas de presentaci¨®n de enfermos. All¨ª donde Lacan interviene pasamos constantemente de ser afectados por mediaci¨®n del orden del sentido a quedar prendidos en los resortes del inconsciente. Esta oscilaci¨®n entre ambos registros es lo que hace particularmente indigerible tanto la obra como la personalidad misma de Lacan. Indigerible por esencia, ya que, identificado al universo del sentido, ?c¨®mo podr¨ªa el hombre abrirse a lo que le niega? ?La estabilidad de la religi¨®n procede de? hecho que el sentido es siempre religioso?, escribe Lacan en la carta anunciadora de la disoluci¨®n de la Escuela Freudiana. A una pregunta hecha hace unos a?os en Roma sobre el porvenir del psicoan¨¢lisis, Lacan expres¨® as! su pesimismo: ?La religi¨®n acabar¨¢ siempre por triunfar.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.