La crisis y la econom¨ªa espa?ola: el ajuste productivo
La estructura de la producci¨®n espa?ola ha sido claramente afectada por la crisis, y ello se pone de manifiesto a trav¨¦s del cuadro adjunto.El an¨¢lisis se ha efectuado distribuyendo el per¨ªodo 1970-1977 en dos subper¨ªodos distintos: el anterior a la crisis (1970-1974) y el posterior a la misma (1974-1977). Respecto a estos dos subper¨ªodos se han analizado los sectores cuya producci¨®n ha aumentado de peso relativo en ambos, los sectores cuya producci¨®n ha perdido peso relativo tanto antes de la crisis como despu¨¦s de la misma y, Finalmente, los sectores que presentan comportamientos diferentes en cada uno de los subper¨ªodos considerados.
Para los tres grupos indicados de sectores, cuya clasificaci¨®n encontrar¨¢ el lector por columnas, se ha analizado tambi¨¦n el hecho de si la crisis ha reforzado o atenuado las tendencias anteriormente apuntadas. Los resultados de este an¨¢lisis son los que se reflejan en las filas correspondientes del cuadro. As¨ª, por ejemplo, la industria qu¨ªmica presenta en ambos subper¨ªodos crecimientos en su peso relativo dentro del PIB, pero entre, 1974 y 1977 se ha acelerado notablemente el crecimiento de este sector respecto a la tendencia mantenida en el subper¨ªodo anterior. La crisis, en consecuencia, ha tenido un efecto positivo sobre el mismo.
Una de las preguntas que suelen hacerse no s¨®lo quienes habitualmente se ocupan de los temas econ¨®micos, sino tambi¨¦n los restantes ciudadanos de nuestro pa¨ªs, preocupados por las continuas declaraciones acerca de la crisis econ¨®mica y maltratados por los efectos de la misma, es la de si realmente la econom¨ªa espa?ola est¨¢ respondiendo de modo positivo ante el fen¨®meno de la crisis o si, por el contrario, permanece estacionada en la situaci¨®n anterior a su comienzo. En definitiva, todos queremos saber si nuestro pa¨ªs avanza en el proceso de asimilaci¨®n-superaci¨®n de la crisis econ¨®mica o si se encuentra incapacitado para reaccionar positivamente ante ella.
Pero responder a esta pregunta en los momentos actuales resulta, cuando menos, tarea comprometida y, en todo caso, labor compleja que dif¨ªcilmente puede finalizarse sin mayores perspectivas temporales que las que proporciona el relativamente corto per¨ªodo de los a?os transcurridos desde 1974 hasta hoy. Posiblemente el lector se escandalice de que los cinco a?os transcurridos desde el comienzo de la crisis no nos proporcionen todav¨ªa perspectiva temporal suficiente para enjuiciar su evoluci¨®n. Pero cuando la crisis alcanza, como en esta ocasi¨®n ocurre, dimensiones estructurales -?geol¨®gicas? casi- y su proceso ha de extenderse previsiblemente a la mayor parte incluso de la d¨¦cada que ahora iniciamos, cinco a?os constituyen, sin duda, un per¨ªodo insuficiente para intentar cualquier an¨¢lisis con pretensiones de definitivo.
Adelantada esta advertencia, parece que la pregunta con que se iniciaba este trabajo obliga a ofrecer respuesta que la satisfaga, aunque tal respuesta deba necesariamente plantearse desde la perspectiva de un cuadro de hip¨®tesis no totalmente contrastadas. Por otra parte, como en otros trabajos recientes del Equipo de Coyuntura Econ¨®mica ha comentado los aspectos m¨¢s relevantes del ajuste en el ¨¢mbito de los precios, que est¨¢ siendo muy positivo, y en el de otras variables financieras, nos limitaremos en ¨¦ste al an¨¢lisis del ajuste de producci¨®n a las cambiantes condiciones impuestas por la crisis a la econom¨ªa esna?ola
Tecnolog¨ªa, petr¨®leo y crisis
Intentar a estas alturas ordenar de alg¨²n modo razonable las causas y or¨ªgenes aparentes o reales de la crisis que hoy sufre la econom¨ªa mundial quiz¨¢ parezca tarea in¨²til a quienes durante los ¨²ltimos a?os no han dejado de recibir cada d¨ªa diagn¨®sticos y opiniones m¨¢s o menos fundamentadas sobre el origen, las causas y el sentido de la crisis actual.
Sin embargo, sin una hip¨®tesis de partida acerca de esas causas, dif¨ªcilmente puede responderse con sensatez a la pregunta de si la econom¨ªa espa?ola est¨¢ adapt¨¢ndose a las mismas v superando sus efectos en el ¨¢mbito de la producci¨®n. En definitiva, si lo que constituye ese entramado profundo que los economistas denominamos estructura productiva est¨¢ alter¨¢ndose en nuestro pa¨ªs, como consecuencia de la crisis, en el sentido que conviene a su superaci¨®n.
En un apretado resumen, seguramente dos factores se disputan la primac¨ªa respecto a las causas de la crisis actual: los precios del petr¨®leo y el cambio tecnol¨®gico. Incluso si este resumen se efectuase atendiendo a la prioridad temporal de estas hip¨®tesis explicativas, f¨¢cilmente se comprobar¨ªa c¨®mo la opini¨®n m¨¢s generalizada ha comenzado achacando la crisis econ¨®mica mundial a la elevaci¨®n de los precios del petr¨®leo, para posteriormente, y de modo limitado, a?adir el cambio tecnol¨®gico como elemento esencial y factor desencadenante del proceso de crisis.
Sin embargo, el an¨¢lisis m¨¢s actualizado comienza ya a coincidir con la apreciaci¨®n de que la profunda revoluci¨®n tecnol¨®gica que ha venido experimentando la econom¨ªa mundial en las ¨²ltimas d¨¦cadas -pr¨¢cticamente desde el principio de la d¨¦cada de los a?os cincuenta- ha conducido a unos procedimientos de producci¨®n y a una estructura del consumo basados esencialmente en la energ¨ªa. La energ¨ªa se ha convertido as¨ª en el factor clave -y quiz¨¢ tambi¨¦n en el elemento m¨¢s representativo- de nuestra civilizaci¨®n. De esta forma. consumos de energ¨ªa r¨¢pidamente crecientes no han podido menos que conducir. en un mundo de recursos energ¨¦ticos limitados, a fuertes tensiones. que han acabado por traducirse en impactos brutales sobre los precios de estos productos en 1974 Y en los meses finales del pasado a?o.
Las fuertes elevaciones en los precios de la energ¨ªa est¨¢n, a su vez, constituyendo el germen de un nuevo y profundo proceso de cambio tecnol¨®gico, espoleado por las tensiones provocadas por tales precios. Cambio tecnol¨®gico- y precios de la energ¨ªa no son, en definitiva, m¨¢s que aspectos distintos de un largo e intenso proceso de innovaci¨®n en los procedimientos de producci¨®n y de cambio en la estructura del consumo, que se autoalimenta a s¨ª mismo, y que ha tenido una eclosi¨®n violenta en 1974 y en 1979, a trav¨¦s del fen¨®meno alarmante de la escalada -inconcebible quiz¨¢ hace escasamente un quinquenio- de los precios de los productos petrol¨ªferos.
Resulta necesario subrayar que esta interpretaci¨®n de las causas de la crisis a?ade una importante consecuencia a todo el proceso: la aparici¨®n de un nuevo capital cada d¨ªa m¨¢s productivo por unidad de su propio coste -consecuencia del profundo y extenso proceso de innovaci¨®n tecnol¨®gica- ha ocasionado una amplia obsolescencia de los antiguos equipos de capital. Adem¨¢s, la obsolescencia del viejo capital se ha visto tambi¨¦n acrecentada por los cambios en los precios relativos de los distintos inputs producidos, en buena parte, por los procesos inflacionistas derivados de los nuevos precios internacionales de la energ¨ªa.
Como consecuencia inevitable de ese acelerado proceso de obsolescencia del stock de capital la inversi¨®n, e incluso la propia estructura del comercio exterior. han experimentado tambi¨¦n profundos cambios. a los que necesariamente habr¨ªa que referirse para comprobar hasta qu¨¦ punto la econom¨ªa espa?ola ha respondido a lo largo de estos a?os al reto que la crisis mundial le ha impuesto.
En definitiva, la adaptaci¨®n a la crisis est¨¢ exigiendo a la econom¨ªa espa?ola cambios profundos en sus procesos de producci¨®n, y estos cambios tienen un reflejo claro, tanto en la diferente combinaci¨®n de inputs que todo proceso de producci¨®n consume como en la estructura de outputs oproductos que se obtienen del mismo. Detectar, en consecuencia, si durante los ¨²ltimos a?os ha cambiado apreciablemente tanto la composici¨®n de los inputs utilizados en la producci¨®n espa?ola como la de los productos obtenidos, constituye un camino razonable para averiguar hasta qu¨¦ punto se est¨¢ llevando a t¨¦rmino el proceso de ajuste productivo requerido por la crisis.
Crisis y utilizaci¨®n de factores productivos
Resulta casi un t¨®pico decir que la crisis ha producido un cambio profundo en las posibilidades de empleo de la econom¨ªa espa?ola. Desde los 13,2 millones de puestos de trabajo que nuestra econom¨ªa ven¨ªa absorbiendo en 1974 hasta los 12,4 millones de empleos que ha suministrado en 1979, existe una p¨¦rdida de m¨¢s de 800.000 puestos de trabajo, que constituyen un pasivo imputable -desde luego con raz¨®n- a la crisis y cuyas consecuencias de todo orden est¨¢ experimentando d¨ªa tras d¨ªa el ciudadano espa?ol. de una forma cada vez m¨¢s pr¨®xima e inmediata. La p¨¦rdida de oportunidades de empleo constituye -junto con las tensiones inflacionistas- el fen¨®meno m¨¢s claramente perceptible de entre los que han caracterizado la situaci¨®n de crisis en estos a?os.
Sin embargo, esta realidad innegable ha de contraponerse a,otro fen¨®meno quiz¨¢ menos evidente. Desde 1974 hasta 1979 la econom¨ªa espa?ola ha aumentado el volumen de su producci¨®n en m¨¢s de un 11 % en t¨¦rminos reales, lo cual significa que ha venido creciendo acumulativamente por t¨¦rmino medio a un ritmo del 2,2% anual, mientras que el empleo se ha reducido, por t¨¦rmino medio, a un ritmo acumulativo anual del 1,3%.
La situaci¨®n qpe acaba de describirse es, sin duda, una situaci¨®n nueva. En ¨¦pocas anteriores a la crisis econ¨®mica los crecimientos en la producci¨®n se alcanzaban en nuestro pa¨ªs mediante crecimientos en el empleo. A partir de la crisis econ¨®mica los crecimientos en la producci¨®n se alcanzan pese a la existencia de reducciones en el nivel de empleo. Ello evidencia que algo est¨¢ cambiando profundamente en la estructura de los procesos productivos.
Pero el an¨¢lisis no quedar¨ªa completo si no se observase tambi¨¦n lo que parece haber ocurrido con el otro factor que interviene en la funci¨®n de producci¨®n de cualquier econom¨ªa: el capital. Pudiera suceder que la reducci¨®n en el volumen de empleo de la mano de obra hubiese sido compensada por una mayor utilizaci¨®n de capital, lo cual justificar¨ªa los crecimientos observados en la producci¨®n, pero sin que pudiera concluirse que se estaba llevando a t¨¦rmino un cambio profundo en la estructura de los procesos productivos del pa¨ªs. Para expresarlo en t¨¦rminos precisos, cabr¨ªa pensar tambi¨¦n que los cambios anteriormente indicados estuviesen originados por una simple sustituci¨®n de factores dentro de la misma estructura de producci¨®n, pero no por un cambio m¨¢s profundo en la propia estructura de los procesos de producci¨®n.
Los datos relativos a la evoluci¨®n del stock de capital de la econom¨ªa no parecen autorizar el mantenimiento de la hip¨®tesis que acaba de indicarse. Por el contrario, m¨¢s bien parecen apuntar al hecho -todav¨ªa no totalmente demostrablede que se est¨¢ produciendo un cambio m¨¢s profundo en los procesos de producci¨®n que una mera sustituci¨®n de factores.
En efecto, diversas estimaciones del stock de capital de la econom¨ªa espa?ola est¨¢n poniendo de manifiesto que entre 1974 y 1979 el aumento de ese stock se ha venido produciendo a un ritmo acumulativo anual pr¨®ximo al 7,5%, mientras que en los cinco a?os anteriores a la crisis -es decir, entre 1969 y 1974- el ritmo de crecimiento del stock de capital fue del 10,1% anual. En consecuencia, entre 1974 y 1979 la econom¨ªa espa?ola no s¨®lo ha reducido en t¨¦rminos absolutos su nivel de empleo, sino que, adem¨¢s, ha reducido tambi¨¦n sustancialmente su tasa neta de acumulaci¨®n de capital y, pese a todo ello, ha seguido aumentando su producci¨®n en t¨¦rminos reales, aunque, sin duda, a ritmos m¨¢s reducidos.
Los datos que acaban de exponerse parecen apuntar hacia el hecho de que algo est¨¢ cambiando en los procesos productivos de la econom¨ªa espa?ola. Ese cambio en los procesos de producci¨®n, todav¨ªa no completamente definido, pero ya claramente perceptible, constituye uno de los principales indicios disponible de absorci¨®n de la nueva tecnolog¨ªa, cuyo desarrollo y aplicaci¨®n est¨¢ siendo, a su vez, aceleradamente incentivado por la crisis y las tensiones por ella originadas.
El segundo de los aspectos que deben analizarse para averiguar hasta qu¨¦ punto la econom¨ªa espa?ola est¨¢ respondiendo y asimilando las tensiones provocadas por la crisis es el de las variaciones en la estructura de la producci¨®n; es decir, los cambios ocurridos en el peso relativo de los distintos sectores productivos dentro del PIB.
El gr¨¢fico adjunto se?ala c¨®mo ha variado la producci¨®n entre 1970 y 1977 y, a trav¨¦s del mismo, f¨¢cilmente se comprueba c¨®mo la industria textil, la de la construcci¨®n, la industria alimentaria, el comercio y los restaurantes y los restantes servicios han experimentado descensos de cierta consideraci¨®n en sus pesos relativos dentro de la producci¨®n espa?ola. Por el contrario, la industria de la energ¨ªa y el agua, la producci¨®n y primera transformaci¨®n de metales, la metalurgia de transformaci¨®n, las restantes industrias manufactureras, la extracci¨®n y transformaci¨®n de productos minerales, la industria qu¨ªmica, las instituciones financ¨ªeras y los seguros, los transportes y comunicaciones y, finalmente, la construcci¨®n de material de transporte, han ganado en importancia relativa dentro de la estructura de la producci¨®n en los ¨²ltimos a?os.
En definitiva, los datos disponibles demuestran que a lo largo de estos a?os ha cambiado sustancialmente la estructura de la producci¨®n. Pero estos cambios, de alg¨²n modo, son tambi¨¦n una prueba de la respuesta de la econom¨ªa espa?ola a las tensiones originadas por la crisis. A este respecto, en el cuadro adjunto se refleja la incidencia espec¨ªfica de la crisis en la estructura de la producci¨®n para esos sectores, que se han clasificado en tres grupos: primero, aquellos cuyo peso relativo en la producci¨®n ha ido en aumento a lo largo de todos los a?os considerados; segundo, aquellos otros sectores cuyo peso relativo dentro del PIB ha ido en descenso a lo largo del per¨ªodo 1970-1977, y, finalmente, los sectores que presentan cambios en la tendencia evolutiva de su peso relativo dentro de la producci¨®n, si se considera esa evoluci¨®n a lo largo de dos subper¨ªodos distintos, separados por la crisis (1970-1974, de una parte, y 1974-1977, de otra).
Para estos tres grupos de sectores se ha analizado, adem¨¢s, la incidencia de la crisis en su peso relativo dentro de la estructura de la producci¨®n y las conclusiones se ofrecen en el referido cuadro. A trav¨¦s del mismo puede comprobarse c¨®mo la crisis ha afectado de modo diferente a los distintos sectores, potenciando o reduciendo, en algunos casos, la tendencia observada respecto a la producci¨®n de los mismos y, en otros, alterando totalmente el sentido de esa tendencia. La respuesta de la econom¨ªa espa?ola a la crisis, reflejada a trav¨¦s de los cambios que se han producido en la estructura sectorial del PIB queda, de este modo, claramente se?alada.
La inversi¨®n y el ajuste productivo
Otro aspecto en que se manifiesta el ajuste de la econom¨ªa espa?ola ante la crisis son alaunos de los fen¨®menos que se han presentado en el ¨¢mbito de la inversi¨®n. La informaci¨®n disponible es muy escasa -por no decir inexistente- y dif¨ªcilmente puede formularse a trav¨¦s de ella una versi¨®n completa de las alteraciones que se han venido produciendo en esta pero existen aspectos sobre los que interesa insistir bajo esta ¨®ptica.
Las hip¨®tesis que habitualmente se manejan cuando se estima el Stock de capital de una econom¨ªa son muy simples y parten de la informaci¨®n que suministra la contabilidad nacional. De este modo, y tomando como valor inicial la estimaci¨®n del stock de capital para un a?o determinado, se corrige esa estimaci¨®n para los a?os sucesivos mediante la adici¨®n de las inversiones brutas en cada a?o y la deducci¨®n de las amortizaciones estimadas para los mismos. Cuando no existen otros problemas, la estimaci¨®n de las amortizaciones suele efectuarse en funci¨®n del volumen de la producci¨®n y del propio stock de capital existente, y los resultados obtenidos pueden considerarse m¨¢s o menos aceptables, aunque no pueda perderse de vista el hecho de la relativa heterogeneidad de las sucesivas adiciones anuales al stock inicial de capital.
Pero, si bien la metodolog¨ªa descrita puede ofrecer, en condiciones normales, resultados aceptables, es evidente que, cuando se produce un intenso proceso de obsolescencia, la valoraci¨®n de las amortizaciones conforme a las hip¨®tesis descritas pierde todo su sentido y las cifras del stock de capital resultantes no pueden considerarse significativas.
Como es conocido, la obsolescencia no representa m¨¢s que la p¨¦rdida de valor del capital antiguo, como consecuencia de la aparici¨®n de nuevos bienes de capital con mayores capacidades productivas, lo cual hace que, autom¨¢ticamente, ese capital ya existente pierda parte de su valor. Puesbien. este es Posiblemente uno de los fen¨®menos m¨¢s t¨ªpicos de la crisis actual, en cuyo fondo y origen se encuentra un intenso proceso de renovaci¨®n tecnol¨®gica.
Pero la obsolescencia no se limita a desvalorizar el stock existente de capital, sino que, debido a esa desvalorizaci¨®n. produce tambi¨¦n un fuerte efecto negativo en la inversi¨®n, pues quienes tienen queinvertir son, en buena medida, tambi¨¦n propietarios del antiguo capital devalorizado. Adem¨¢s, si el proceso de cambio es muy r¨¢pido -como ahora ocurre-, la incertidumbre de los inversores aumenta notablemente. Por ello, no es de extra?ar que los procesos de inversi¨®n de toda econom¨ªa se vean especial y negativamente afectados por tales circunstancias y los instrumentos habituales de la pol¨ªtica econ¨®mica para incentivar las inversiones pierdan la mayor parte de su eficacia.
La aton¨ªa inversora de la econom¨ªa espa?ola a partir de la crisis refleja en buena medida el conjunto de fen¨®menos que acabamos de describir. Mientras que en 1969 la formaci¨®n bruta de capital alcanz¨® el 25,7% del PIB, y en 1974 tal porcentaje se elevaba ya al 28,1%, en 1979 s¨®lo represent¨® un 21,2% del PIB. Detr¨¢s del hundimiento de la inversi¨®n en nuestro pa¨ªs es necesario buscar como causas, en absoluto despreciables, la del intenso proceso de obsolescencia del stock de capital existente y la de los restantes fen¨®menos que acompa?an a tal proceso.
Un aspecto adicional que cabe destacar en el comportamiento de la inversi¨®n es el del cambio de protagonsmo que se ha producido en el ¨¢mbito de esta variable. Mientras en 1969 la inversi¨®n de las administraciones p¨²blicas s¨®lo representaba el 9,8% de la formaci¨®n bruta de capital de la econom¨ªa espa?ola, y en 1974 este procentaje se reduc¨ªa al 8,6%, en 1979 la in versi¨®n de- las administraciones p¨²blicas alcanza ya un 11% del total de la formaci¨®n bruta de capital. El cambio de tendencia que muestran tales porcentajes c¨®mo la crisis de la inversi¨®n a partir de 1974 se ha producido esencialmente en el ¨¢mbito de la inversi¨®n privada, m¨¢s fuertemente sometida al conjunto de fen¨®menos antes descritos.
?Cabe esperar alg¨²n cambio sustancial en el comportamiento de la inversi¨®n en los pr¨®ximos a?os? La pregunta ofrece gran inter¨¦s, pero, desgraciadamente, a la misma no puede darse en estos momentos una respuesta concluyente. Las estimaciones para 1979 parecen apuntar bien hacia una contenci¨®n de su ca¨ªda o hacia una relativa recuperaci¨®n de nuestras inversiones, apoyada en el comportamiento de la inversi¨®n p¨²blica, pero fundamentada b¨¢sicamente en una aparente recuperaci¨®n de las Inversiones privadas.
Por otra parte. el componente de inversiones extranjeras dentro de la inversi¨®n total de nuestra econom¨ªa ha crecido espectacularmente y ¨¦llo puede considerarse como indicio racional suficiente de que el proceso de innovaci¨®n tecnol¨®gica que gerieralmente incorpora la inversi¨®n extranjera se est¨¢ acelerando en los ¨²ltimos meses. El crecimiento de la inversi¨®n espa?ola en el extranjero permite -junto con los datos de inversi¨®n extranjera en Espa?a- fundamentar tambi¨¦n la hip¨®tesis de un cierto deslizamiento tecnol¨®gico entre pa¨ªses, lo que cuadrar¨ªa adem¨¢s con los cambios en la estructura de la producci¨®n que anteriormente hemos comentado. Lamentablemente, la informaci¨®n disponible en este ¨¢mbito no permite m¨¢s que avanzar hip¨®tesis aparentemente razonables, pero no establecer conclusiones m¨¢s concretas respecto al sentido e intensidad del proceso de ajuste real de la econom¨ªa espa?ola a las nuevas condiciones impuestas por la crisis.
Ajuste productivo y pol¨ªtica economica
Al principio de este trabajo se formulaba una pregunta acerca de si la econom¨ªa espa?ola estaba ofreciendo, en sus aspectos productivos, signos suficientes de haber iniciado, al menos, el proceso de adaptaci¨®n y superaci¨®n de la crisis. Aunque la evidencia disponible no es muy extensa -como el lector, sin duda, habr¨¢ advertido-, los intensos cambios que se han producido en la estructura de la producci¨®n, las nuevas relaciones que pueden ya detectarse en la utilizaci¨®n de la mano de obra y del capital y los signos que comienzan a intuirse, m¨¢s que a comprobarse, en el ¨¢mbito de las inversiones, hacen pensar en una respuesta positiva a la pregunta inicialmente formulada. Por debajo de nuestros actuales problemas de coyuntura, origin¨¢ndolos en buena medida y, sobre todo, agrav¨¢ndolos notablemente, la econom¨ªa espa?ola est¨¢ iniciando el camino de una respuesta definitiva a los retos de la crisis.
Terminar aqu¨ª este art¨ªculo deJaria posiblemente al lector en una situaci¨®n de duda razonable acerca de dos aspectos de cierta trascendencia. El primero, respecto a la capacidad de la econom¨ªa espa?ola para reaccionar ante la crisis con relativa rapidez. El segundo, sobre las causas que est¨¢n provocando la reacci¨®n que a lo largo de este art¨ªculo se ha tratado de describir. La respuesta a ambas preguntas tiene un com¨²n denominador, y ¨¦ste no es otro -para desesperaci¨®n, quiz¨¢s, de liberales a ultranza- que la pol¨ªtica econ¨®mica.
La respuesta de la econom¨ªa espa?ola a la crisis, si bien se ha retrasado m¨¢s de tres a?os despu¨¦s de comenzada ¨¦sta, no se ha caracterizado por su lentitud, sino por su rapidez, pues ese retraso no es achacable a nuestra econom¨ªa, sino a la inadecuaci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica aplicada durante los primeros a?os de la crisis. En definitiva, tal respuesta no pudo ponerse en marcha hasta que una nueva pol¨ªtica econ¨®mica permiti¨® al fin que la no despreciable flexibilidad de nuestra econom¨ªa se manifestase.
Del mismo modo, los ajustes productivos que aqu¨ª se han se?alado han respondido tambi¨¦n a una razonable pol¨ªtica econ¨®mica que ha facilitado las condiciones para que, en un marco de mayor libertad, el mercado pudiese desempe?ar su cometido, y que ha impulsado, adem¨¢s, responsablemente esos cambios al potenciar sin interferencias la transmisi¨®n de los mensajes impl¨ªcitos en las variaciones de los precios relativos. Perseverar en una pol¨ªtica econ¨®mica de tales caracter¨ªsticas ampliand¨® su contenido e intensificando muchos de sus aspectos constituye, sin duda, requisito indispensable para proporcionar una respuesta ajustada a las exigencias que la crisis nos impone.
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