Yugoslavia: las consecuencias de una sucesi¨®n pol¨ªtica
La enfermedad y la eventual desaparici¨®n -al menos, pol¨ªticamente- del mariscal Tito, una de las m¨¢s recias personalidades contempor¨¢neas, parad¨®jicamente, sucede en un buen momento. Hay quien vive a destiempo y muere inoportunamente. Tito, que ha sabido vivir y luchar con ¨¦xito por la independencia nacional, con la heterogeneidad compleja de su pueblo, se desliza su desaparici¨®n cuando, todav¨ªa, est¨¢ presente la reacci¨®n mundial ante la intervenci¨®n sovi¨¦tica en Afganist¨¢n.Las declaraciones de Breznev en Pravda -el pasado d¨ªa 13- sutilmente intentan disociar a los Gobiernos del continente de las represalias -por otra parte, condicionadas por la coyuntura electoral interna- de los norteamericanos. La tesis del secretario general del PCUS es que la distensi¨®n y la coexistencia siguen siendo el mejor sistema para la supervivencia y que la intervenci¨®n en Afganist¨¢n se est¨¢ desorbitando desde la Casa Blanca, es decir, se olvida que, por ser territorio fronterizo, por las necesidades del propio equilibrio que exige la paz mundial, Afganist¨¢n cae dentro del ¨¢rea de influencia sovi¨¦tica. Despu¨¦s de todo, para el Kremlin, tanto Taraki antes, como Amin despu¨¦s, y hoy, Karmal, todos se reclaman del marxismo-leninismo como criterio ¨²ltimo de Gobierno. Para los sovi¨¦ticos, en fin, a Afganist¨¢n se ha acudido. para poner orden y evitar una situaci¨®n ca¨®tica en los aleda?os de una zona vital de convulsi¨®n.
Si, en cierta medida, se puede entender no muy bien la impetuosidad de la reacci¨®n americana en el caso afgano, incluyendo la Olimp¨ªada, -tan mal como la inercia primera en Ir¨¢n-, tambi¨¦n aparece como inquietantemente disparatada la invasi¨®n sovi¨¦tica en Kabul.
En todo caso, una simplificaci¨®n maniquea no aclarar¨¢ mucho. Tal vez, para lograr una aproximaci¨®n m¨¢s realista, ser¨ªa ¨²til referirse al dato objetivo musulm¨¢n en sociedades con una trama social fuertemente tradicional. En efecto, tanto en Ir¨¢n como en Afganist¨¢n, se han producido reacciones puristas antieurocentristas como respuesta a dos distintos esquemas ?occidentales?: contra el euroamericanismo liberal y contra el modelo sovi¨¦tico centralista. Salah Bechir, en un reciente art¨ªculo, llega a esta conclusi¨®n, que enlaza por la ra¨ªz a dos revoluciones -Jomeini, Amin- y que puede dar luz complementaria a la invasi¨®n sovi¨¦tica. El marxismo islamizado de Amin estaba bordeando la revuelta, si no contra la ideolog¨ªa del Kremlin, s¨ª contra su estrategia, es decir, Amin descubr¨ªa la complejidad y disparidad de los intereses nacionales. Este hecho, por otra parte, se ha evidenciado en la actitud de las Naciones Unidas. El voto en la Asamblea General, sobre la invasi¨®n rusa en Afganist¨¢n, no ha sido ambiguo: 104 pa¨ªses, de un lotalposible de 152, le han dicho a Mosc¨² que se retire. As¨ª, la comunidad de naciones reafirma que la tesis de la soberan¨ªa limitada va en contra de las reglas del juego internacional.
As¨ª las cosas, el mariscal Tito pol¨ªticamente coadyuva a algo por lo que siempre luch¨® en el plano internacional. Puede decirse que vivi¨® y, si desaparece ahora, lo hace muy oportunamente. Trascendi¨® su aureola de guerrillero partisano anti nazi para convertirse en tenaz contestatario autogestionario de Mosc¨². Los tanques rusos y americanos no llegaron a entrar en Yugoslavia para expulsar a los alemanes. Fue uno de los grandes constructores de una original pol¨ªtica internacional -iniciada en 1955, en Bandung- de la no alineaci¨®n, como posici¨®n, ante la guerra fr¨ªa, de equidistancia entre los bloques. Veinticuatro a?os m¨¢s tarde, cuando las guerras entre las superpotencias por el Tercer Mundo interpuesto, desdibuja el perfil equilibrado de la no alineaci¨®n, cuando la VI Conferencia de La Habana consagra a Fidel Castro como su heredero, Tito pasa la antorcha, vuelve renqueante a su sitio y se retira a morir en Centroeuropa, en el momento en que la tensi¨®n en Centroasia puede, as¨ª, inmunizar y, en gran medida, evitar la tentaci¨®n del Kremlin de aplicar su doctrina de la soberan¨ªa limitada.
En efecto, con mayor o menor fundamento, el temor a la posible intervenci¨®n rusa en Yugoslavia lleva a?os desasosegando a los es.trategas occidentales y a los mandos de la OTAN. Por otra parte, el Acta de Helsinki, formalizando el statu quo territorial, la inviolabilidad de las fronteras europeas (excepto de forma pac¨ªfica, acordada Y de conformidad con el derecho internacional) y la renuncia al uso de la fuerza, no llega a proscribir -seg¨²n la f¨®rmula propuesta por Rumania- cualquier tipo de actividad militar en el territorio de otro de, los Estados participantes, Los compromisos -pr¨¢cticamente ?de honor?- de Helsinki no son suficiente garant¨ªa de supervivencia para los Estados Firmantes, tal como las promesas del llamado ?tercer cesto? de aquella Conferencia para la Seguridad y Cooperaci¨®n Europea tampoco han sido plenamente efectivas en el terreno de la informaci¨®n, la cultura y los contactos humanos.
Por ello, parad¨®jicamente, la mayor tranquilidad para los sucesores de Tito -al menos, en el plano internacional- est¨¢ en la nueva tensi¨®n euroasi¨¢tica y en la contundencia de la respuesta mundial -no s¨®lo china y americana- al reto moscovita en Afganist¨¢n. El voto del Tercer Mundo, en la Asamblea General de la ONU, enfrenta con 87 de los 92 pa¨ªses de la Conferencia de No Alineados, y con 46 de los 49 de la Organizaci¨®n de la Unidad Africana. De la Liga Arabe s¨®lo vot¨® a favor de la URSS el Yemen del Sur. Entre los no alineados destacan los votos condenatorios de Tanzania (y, naturalmente, de Yugoslavia) y las abstenciones de India, Argelia, Benin. Congo, Guinea Conakri, Guinea Bissau, Madagascar. Nicaragua. Siria y Zambia, y las ausencias de Libia. Chad, Cabo Verde, Seychelles y Rumania.
Un amago de intervenci¨®n del Pacto de Varsovia en Yugoslavia no cabe duda que pondr¨ªa en marcha los mecanismos de alarma de la OTAN. incluso en declaraciones como la del lunes, sobre nuestro eventual ingreso en la Alianza. Pero la defensa de Yugoslavia no vendr¨¢ s¨®lo por la advertencia atlantista o por la formulaci¨®n ocasional de una imposible ?doctrina Carter?, cortada por el patr¨®n Truman, sino, tambi¨¦n, en gran medida, por la solidaridad mundial que en los foros internacion¨¢les se ha patentizado ahora. El sentido com¨²n, que es, tambi¨¦n, coexistencia y subsistencia, se tendr¨¢n que imponer nuevamente. El nivel de las respuestas provoca as¨ª un efecto multiplicador y, en consecuencia, una garant¨ªa complementaria que, en el caso del neutralismo yugoslavo, adquiere una significaci¨®n peculiar. Es cierto que la neutralidad activa es un lujo minoritario y, aunque discutible, puede ser incluso ut¨®pica en el subdesarrollo, pero en pa¨ªses occidentales europeos perif¨¦ricos, l¨¦jos de lafinlandizaci¨®n, lejos de la suicida tentaci¨®n de la indiferencia a la defensa com¨²n europea, el caso de Yugoslavia -y su fortaleza dentro de su equidistancia- debe ser un dato a incluir en el proceso de toma de decisiones a la hora de calcular alianzas y concertar pactos. Los europeos, y especialmente los espa?oles, tenemos que meditar con cautela.
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