El heredero al trono de Rusia conf¨ªa en reinar alg¨²n d¨ªa
Ya en su adolescencia se percat¨® de algunas cosas extra?as. Las visitas de casa hac¨ªan alarde de gran consideraci¨®n hacia su abuela materna, de la que, por cierto, era imposible encontrar ninguna foto con menos de veinte a?os de edad. Los libros sobre la revoluci¨®n rusa, y en particular aquellos que narraban la vida de la familia imperial, eran literatura prohibida. Tuvo que esperar a cumplir dieciocho a?os, el 4 de mayo de 1967, para que le dijesen la verdad: ?Eres biznieto del zar Nicol¨¢s II, y heredero leg¨ªtimo del trono de Rusia.?
Ese d¨ªa, Alexis Vasilievich Durassow d'Anjou Dolgoruky Chichkov Romanov, duque de Durazzo y zarevich de Rusia, ¨²nico nieto de la ¨²nica hija del zar que tuvo descendencia, la gran duquesa Mar¨ªa Nicolaiev (EL PA?S, 10 de febrero de 1980), tuvo la impresi¨®n de que se le ca¨ªa una ?capa de plomo sobre sus espaldas?, al tiempo que prestaba juramento de recoger la antorcha familiar.?Por qu¨¦ desde 1967, trece a?os de silencio antes de decidirse, a principios de 1980, a revelar su verdadera identidad? ?Por expresa voluntad de mi abuela, que en su testamento redactado en febrero de 1970, pocos meses antes de su muerte, fij¨® un plazo de diez a?os para que se descubriese su verdadera identidad, ya que cre¨ªa que, en esta nueva d¨¦cada, sus dos hermanas a¨²n con vida, Anastasia y Olga, habr¨ªan muerto y la revelaci¨®n no perjudicar¨ªa a nadie.?
Tambi¨¦n por deseo de su abuela, por la que fue educado durante sus primeros veintid¨®s a?os, el pr¨ªncipe Alexis se ha instalado en Espa?a, concretamente en un pisito del barrio de Salamanca, de Madrid, donde, tras probar fortuna trabajando en una compa?¨ªa de seguros, vive de una pensi¨®n que le gira una asociaci¨®n de exiliados ucranianos y se dedica a escribir un libro, ?que cerrar¨¢ definitivamente el dossier de los Romanov?.
Otros dos motivos atrajeron al pr¨ªncipe hacia Espa?a: el sentimiento de residir en un pa¨ªs donde se encontraba seguro, y el convencimiento de que aqu¨ª, en Madrid, exist¨ªan numerosas pruebas de que el rey Alfonso XIII, sabiendo que la zarina y sus cuatro hijas no hab¨ªan perecido en la matanza de la familia real el 17 de julio de 1918 en Ekaterimburgo, hizo todo lo que estaba a su alcance para salvarlas, intentando, sin ¨¦xito, traerlas a Espa?a.
De los veintid¨®s a?os de convivencia con su abuela, Alexis tiene el recuerdo de numerosas an¨¦cdotas. Sin embargo, se apresura a a?adir: ?Mi abuela era una persona comedida en sus juicios y si criticaba a los soviets nunca lleg¨® a insultarlos tach¨¢ndoles, por ejemplo, de monstruos. A m¨ª?, afirma, ?tampoco me educ¨® nunca en el odio.?
No me seduce la emigraci¨®n
Pero no s¨®lo se vive de recuerdos, y antes de que su interlocutor le pregunte qu¨¦ proyecta hacer ahora que sabe qui¨¦n es y que lo puede pregonar, el pr¨ªncipe, con el ¨¢rbol geneal¨®gico a sus espaldas, se apresura a contestar: ?La emigraci¨®n no me seduce. Desde hace 62 a?os no ha aprendido nada, pero tampoco ha olvidado. El tiempo se par¨® para ellos en 1918?.Alexis d'Anjou Durassow Dolgoruky ve m¨¢s bien su porvenir en un poder sovi¨¦tico exangue, que, para evitar la fragmentaci¨®n del imperio integrado por pueblos enfrentados, tendr¨¢ que recurrir a la instituci¨®n mon¨¢rquica. ?Soy el hombre?, nos dir¨¢, ?que puede reconciliar a los rusos y a los no rusos, y estoy dispuesto a discutir con los actuales dirigentes acerca del futuro de Rusia, siempre y cuando cese la tiran¨ªa que sufre el pueblo.?
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