Hitler, de la droga del fervor popular a las anfetaminas
Albert Speer es uno de los pocos hombres todav¨ªa vivos que puede afirmar haber conocido de cerca a Adolf Hitler. A finales del a?o pasado el Instituto Aspen, de Berl¨ªn, organiz¨® un sorprendente encuentro entre el antiguo arquitecto, ministro de Armamento y hombre de confianza del F¨¹hrer, y Alan Bullock, historiador de la Universidad de Oxford y autor de Hitler, un estudio de la tiran¨ªa. Era la primera vez que se ve¨ªan. Este resumen de su conversaci¨®n revela nuevos aspectos del magnetismo y la personalidad paranoica de Hitler.
Allan Bullock. Hitler resulta hist¨®ricamente un enigma, una contradicci¨®n que mucha gente se resiste a aceptar. Por un lado, se dan los extraordinarios acontecimientos de 1930 a 1941, es decir, la progresi¨®n desde una situaci¨®n insignificante en la pol¨ªtica al dominio de Europa. Once a?os de triunfos casi ininterrumpidos que s¨®lo tienen precedente en Napole¨®n y Alejandro Magno. Por otro lado, hay una figura en modo alguno impresionante, un hombre de una educaci¨®n no muy amplia, una conversaci¨®n aburrida, intolerante, que no ten¨ªa las cualidades de que se supon¨ªa dotados a Napole¨®n y a Alejandro Magno. ?Qu¨¦ opina usted de esto?Albert Speer. Hitler fue un hombre que utiliz¨® al m¨¢ximo las debilidades de su ¨¦poca. Si usted afirma ahora que Hitler era, por un lado, primitivo, y que, por otro lado, tuvo grandes ¨¦xitos, a m¨ª me gustar¨ªa se?alar que Hitler tuvo ¨¦xito mientras fue superior en el terreno militar. Cuando tal superioridad dej¨® de existir, como en Rusia, cometi¨® error tras error.
La superioridad de un pa¨ªs relativamente peque?o como Alemania fue, al fin y al cabo, el resultado de que las otras potencias, Inglaterra y Francia especialmente, permaneciesen ciegas e indiferentes durante tanto tiempo que no se dieron cuenta de la amenaza de Hitler y le permitieron tomar la delantera en el rearme entre 1936 y 1939.
Las dos ¨¦pocas del F¨¹hrer
Bullock. Yo veo un contraste sorprendente entre los siete u ocho primeros a?os de la carrera pol¨ªtica de Hitler, es decir, desde el momento de la toma del poder hasta las derrotas sufridas frente a Mosc¨² en diciembre de 1941 y los ¨²ltimos a?os.Speer. Ya en 1942 los m¨¢s allegados a Hitler notaron en ¨¦l un cambio importante, una especie de rigidez, y sintieron una gran tristeza porque estaba perdiendo su capacidad para tomar decisiones arriesgadas.
En un libro que va a ser editado pronto en Nueva York, un psiquiatra americano, el profesor Heston. de la Universidad de Minnesota, ha estudiado todas las recetas que su m¨¦dico personal. Morell, le dio a Hitler. El autor muestra muy claramente que Hitler tomaba cantidades ingentes de anfetaminas, parte en inyecciones diarias y parte en p¨ªldoras que tomaba durante el d¨ªa.
El profesor Heston demuestra que esto altera la personalidad, con cierta tendencia a la rigidez y a la indecisi¨®n. He comparado lo que ¨¦l dice en su libro con el m¨ªo y nuestras conclusiones son casi exactamente iguales.
Para mantener su fuerza de mente y su energ¨ªa, Hitler necesitaba la droga de la aprobaci¨®n, es decir, el aplauso entusi¨¢stico del pueblo. Hoy resulta casi imposible imagin¨¢rselo. Pero yo estuve con ¨¦l en varias ocasiones, conduciendo por entre las multitudes: ten¨ªa poderes hipn¨®ticos.
Donde quiera que apareciese, se te saludaba con el mismo entusiasmo, tanto en la ¨®pera como en un mitin p¨²blico. Esto le infund¨ªa vitalidad. Y cuando se vio repentinamente alejado de este elemento de ?revitalizaci¨®n?, es decir, desde el momento en que se encerr¨® en su cuartel de guerra, en 1939, algo le faltaba. As¨ª, pues, me parece admisible que en estas circunstancias recurriera a las anfetaminas en sustituci¨®n de lo que anteriormente le hab¨ªa servido como una especie de droga.
Bullock. ?Por qu¨¦ rompi¨® el contacto con la gente? ?Por qu¨¦ hab¨ªa dejado de ganar?
Speer. Tiene algo que ver con el hecho de que se consideraba un ?se?or de la guerra?, que ten¨ªa que vivir en el cuartel. A esto hay que a?adir posiblemente un acontecimiento que tuvo un efecto demoledor sobre sus m¨¢s pr¨®ximos consejeros. En los primeros d¨ªas de la guerra no se notaba entusiasmo en Alemania; la gente se comportaba como atontada. Orden¨® a su Leibstandarte, su guardia personal, que desfilase por Berl¨ªn; ¨¦l pensaba que los alemanes, por su amor a los militares, se ver¨ªan sobrecogidos de entusiasmo ante tal espect¨¢culo. Pero no acudi¨® nadie a la Wilhelm-Platz, que normalmente estaba abarrotada de gente.
Creo que sab¨ªa muy bien que es ta guerra no era popular entre los alemanes.
Estoy seguro de que esta fue una de sus m¨¢s graves decepciones, y esto explica el que dijera que el pueblo alem¨¢n no se merec¨ªa sobrevivir si ¨¦l no ganaba la guerra. Pero no comparto la opini¨®n de algunos que opinan que ya entonces Hitler preve¨ªa el resultado,
Hitler hubiera preferido, sin duda alguna, una guerra menor; y si los ingleses se hubieran mantenido al margen, tanto mejor. Pero Hitler, poco antes del comienzo de la guerra, hab¨ªa afirmado en Obersalzberg: ?No debe ser una guerra incruenta, porque estas batallas florales en las que se saluda a los soldados con flores desmoralizan a las tropas. Y si esto ocurre, el Ej¨¦rcito alem¨¢n no valdr¨¢ ya nada.? De modo que ten¨ªa que ser una guerra sangrienta y as¨ª lo anunci¨®.
Bullock. En 1940-1941, cuando Hitler hab¨ªa conquistado ya Francia, e Inglaterra no estaba desempe?ando un papel activo y Estados Unidos no hab¨ªa entrado todav¨ªa en la guerra, Hitler pod¨ªa haber utilizado todas sus energ¨ªas, su talento de organizaci¨®n y los hombres como usted para poner a Europa bajo control alem¨¢n. Si no hubiera atacado a la Uni¨®n Sovi¨¦tica y Estados Unidos no hubiera declarado la guerra, ?no hubiera podido asegurarse la hegemon¨ªa alemana en Europa hasta finales del siglo XX?
Speer. Siempre es dif¨ªcil responder una pregunta hipot¨¦tica. Qu¨¦ duda cabe de que si Hitler hubiera sacrificado el ataque a Rusia hubiera podido bloquear Gibraltar desde Espa?a, ganar control de todo el Mediterr¨¢neo y, finalmente, contando con las simpat¨ªas ¨¢rabes, obtener el petr¨®leo de los ingleses.
Por otra parte, el miedo a un ataque ruso no era en modo alguno infundado. Le preocupaba el gran potencial de Rusia, pero de los informes y de las pel¨ªculas que vio sac¨® una imagen de una Rusia d¨¦bil. Esta impresi¨®n cobr¨® fuerza con la guerra finlandesa. Posteriormente, llegaron informes del encuentro de las tropas alemanas y rusas en la frontera; todos estaban de acuerdo en que los rusos estaban mal preparados y pobremente equipados.
Ah¨ª le fall¨® su intuici¨®n. Todav¨ªa recuerdo que unos d¨ªas despu¨¦s de firmar el armisticio con Francia, Hitler le dijo a Keitel que ?una campa?a contra Rusia, con lo que ahora sabemos de la fuerza de nuestros soldados, ser¨ªa un juego de ni?os. Podr¨ªamos hacer con ellos lo que quisi¨¦ramos?. Fue un error de juicio, pero tengo que a?adir algo: creo que podr¨ªa haber ganado en Rusia, y la guerra hubiera tomado un rumbo muy diferente si no hubiera expresado tan abiertamente cu¨¢les eran sus objetivos.
Siempre se r¨ªen de m¨ª cuando insisto en que lo que Hitler persegu¨ªa era el dominio del mundo, no s¨®lo de Europa; el dominio de Europa no era m¨¢s que un paso hacia la meta final. Cuando digo dominio del mundo no me refiero a que, por ejemplo, ¨¦l hubiera nombrado al presidente de Estados Unidos, sino que Alemania ser¨ªa la potencia mundial dirigente y tendr¨ªa poder absoluto para imponer lo que fuera en el mundo, incluyendo en Estados Unidos.
El holocausto
Bullock. ?Puedo abordar ahora la pregunta m¨¢s dif¨ªcil, es decir, el holocausto, la exterminaci¨®n oficial de millones de jud¨ªos? Se ha sugerido que Hitler tan s¨®lo dio un impulso general a tal acci¨®n. ?Cree que Hitler estaba al corriente de ello, que fue ¨¦l quien dio las ¨®rdenes?Speer. En mi opini¨®n est¨¢ totalmente fuera de la cuesti¨®n que se tomasen tales medidas sin que Hitler diera las ¨®rdenes. Todav¨ªa existen las actas de mis conversaciones con Hitler, que cubren cerca de mil puntos, y puede verse su insistencia en que le mantuvieran informado de todos los detalles. De manera que es imposible que en una cuesti¨®n tan importante, y la cuesti¨®n de los jud¨ªos fue la m¨¢s importante de su vida, no se le hubiera informado o que ¨¦l no diera las ¨®rdenes. El dio las ¨®rdenes, y no hay la menor duda de ello.
Tambi¨¦n ser¨ªa il¨®gico pensar de otra forma, aunque sea tan s¨®lo por el discurso que Himmler dio a los gauleiters (jefes de distrito) en 1943. All¨ª estaban Schwarz, el ministro de Hacienda del Reich, ¨ªntimo amigo de Hitler, y Amann, un ¨ªntimo amigo de la ¨¦poca de la guerra, entre otros. Himmler explic¨® lo que ocurr¨ªa, que se estaba asesinando a los jud¨ªos, a mujeres y a ni?os. Es cierto que dijo que era un secreto que ?debemos llevarnos a la tumba, no debemos cont¨¢rselo jam¨¢s a nadie ... ?. Pero al d¨ªa siguiente iba a haber una reuni¨®n con Hitler en el cuartel central. Himmler debe haber Calculado que uno de estos ?amigos? coger¨ªa a Hitler y le dir¨ªa: ?Himmler nos ha contado algo, ?de qu¨¦ se trata? ?
Bullock. S¨ª, como pensamos usted y yo, fue responsable personal de este crimen ¨²nico, ?c¨®mo era posible que mantuviera oculta esta obsesi¨®n patol¨®gica de hombres como usted?
Speer. En los diarios de Spandau escrib¨ª todo aquello que recordaba todav¨ªa durante mi cautiverio. Es evidente que Hitler se expres¨® con frecuencia sobre el destino de los jud¨ªos, de tal forma que no quedaba la menor duda de sus intenciones. Todo el mundo conoce el discurso que hizo ante el Reichstag el 30 de enero de 1939. All¨ª dijo: ?Si el movimiento jud¨ªo internacional logra provocar una nueva guerra mundial, el final no ser¨¢ la destrucci¨®n de los pueblos germanos, sino la desaparici¨®n de la raza jud¨ªa en Europa.?
Bullock. El error que cometimos todos fue el considerarlo pura ret¨®rica, aunque ten¨ªa un significado absolutamente literal. No nos tomamos a Hitler en serio.
Speer, usted era una de las pocas personas, especialmente en la fase final, en cuya compa?¨ªa Hitler se sent¨ªa a gusto. Le gustaba hablar con usted de sus grandes planes de construcciones en Berl¨ªn. Quiz¨¢ ve¨ªa en usted el gran arquitecto que ¨¦l pod¨ªa haber sido. Supongamos que las circunstancias de los primeros a?os de su vida hubieran sido diferentes, que hubiera nacido en una familia de la clase media, con una buena situaci¨®n econ¨®mica, y que hubiera ido bien en los estudios. ?Cree que hubiera sido un buen arquitecto, o cree que albergaba en si una man¨ªa destructora que ten¨ªa que encontrar salida?
Speer. Me resulta dif¨ªcil cuando habla usted de arquitectura hablar de Hitler como si fuera un colega. Pero creo que hay algo que se muestra claramente en Hitler y en sus ideas. Era incapaz de diversificar. Los mismo que en la pol¨ªtica. Tiene una idea que extrae por intuici¨®n y se puede ver en los planos que realiz¨® durante tres, cuatro, cinco a?os; siempre la misma idea, sin ninguna variaci¨®n. Un arquitecto se enfrenta a un problema intentando resolverlo desde todos los ¨¢ngulos posibles para encontrar, finalmente, la soluci¨®n correcta. Hitler era incapaz de hacerlo.
A esto hay que a?adir su man¨ªa de grandeza; construir un peque?o hotel no le dejaba satisfecho, sino que desde el principio pensaba en construir edificios tremendos como el Arco del Triunfo de Berl¨ªn.
Hay algo que tengo que decir, aunque cuando lo digo me hace parecer rid¨ªculo: los edificios que Hitler plane¨® conmigo son los m¨¢s claros ejemplos de su objetivo de gobernar el mundo. Por as¨ª decirlo, ya hab¨ªa planeado los documentos de su dominio del mundo, aun antes de que se empezaran a desarrollar los acontecimientos. La negligencia y la indolencia de Occidente le dieron la oportunidad de ponerlos en pr¨¢ctica.
Copyright 1980, The Observer
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