Una gran orquesta: la Sinf¨®nica de Radio Hamburgo
Orquesta Sinf¨®nica de la Radio del Norte de Alemania Director: Yuri Ahronovitch. Obras de Mozart y Tschaikowsky. Teatro Real 15, 16 y 17 de febrero.
La Sinf¨®nica de la Radio del Norte de Alemania es, sin duda, una de las grandes orquestas europeas. La calidad individual de sus componentes, la cohesi¨®n entre las diversas secciones y en ellas mismas, ese ?tocar unido? que es mucho m¨¢s que un simple ?tocar a la vez? y, de modo especial, la magn¨ªfica flexibilidad, hacen del conjunto sinf¨®nico hamburgu¨¦s algo ejemplar, una de esas cimas de profesionalidad que se alcanzan de tarde en tarde.Creada en 1945, al terminar la guerra mundial, su director, Hans Schmidt-Isserstedt, la llev¨® en poco tiempo a l¨ªmites de alta perfecci¨®n y a posibilidades de m¨¢ximo rendimiento: lo que en toda orquesta, sobre todo si est¨¢ al servicio de las emisiones radiof¨®nicas, es virtud necesaria. No podr¨ªa darse sin una versatilidad como la de los hamburgueses, capaces de pasar de Mozart a Strawinsky, de Beethoven a Boulez, de Schubert a Tschaikowsky a Werner Henze o Lutoslawski Desde hace treinta a?os, por el ?podium? de la NDR han desfilado los primeros maestros de nuestro tiempo (Furtw?n gler, Celibidache, Karajan, Fricsay, Schuricht, Klemperer entre ellos) y un director como Rosbaud supo poner en pie, con los sinf¨®nicos hamburgueses, todo el repertorio de vanguardia.
Este es el soberano ?instrumento? que ahora nos ha visitado, dirigido por la batuta segura, implacable, superefusiva, neorom¨¢ntica, de Yuri Ahronovitch. Su Quinta, de Tschaikowsky, tan ?prepat¨¦tica? como la cuarta, levant¨® de su asiento a los habituales de los viernes, esta vez no para marcharse, sino para aclamar insistentemente a maestro y conjunto hasta arrancarles un encore: el pizzicato de la aludida cuarta.
La orquestaci¨®n de Tschaikowsky, tan bien calculada y combinada, es siempre generosa. Si se realiza con m¨¢xima exactitud, total afinaci¨®n, virtuosismo de ejecuci¨®n, moldeable densidad sonora, fuerte ritmo interno y libertad expresiva, de generosa se convierte en espectacular explosi¨®n, en hoguera atizada por el inmenso fuelle temperamental de Ahronovitch .
Antes, la Sinfon¨ªa Haffner y la obertura de La flauta m¨¢gica nos hablaron de un Mozart instalado en el mismo atrio del romanticismo: ¨¢gil, transparente, arquitect¨®nico y human¨ªstico. Gran concierto y ¨¦xito fuera de serie.
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