Metro y pol¨ªtica
LA CIUDAD de Madrid ha vivido una jornada sin Metro y, pese al car¨¢cter fundamental de este medio de transporte en grandes urbes, no se ha producido el caos que se tem¨ªa, fuera de las inevitables molestias en la circulaci¨®n rodada, eternas esperas en las paradas de autobuses y alteraciones en el cumplimiento de las jornadas laborales. Aun a pie forzado es inevitable la comparaci¨®n con huelgas de estos mismos empleados durante el r¨¦gimen anterior, recibidas desde el poder con tan lamentable alarma que se recurr¨ªa al Ej¨¦rcito y se militarizaba a los obreros. Las nuevas molestias de las huelgas legales no deben hacer olvidar antiguas arbitrariedades y desmesuradas presiones ejercidas sobre los obreros.En el plano de la solidaridad ciudadana debe destacarse la actitud de la mayor¨ªa de los automovilistas (los de Madrid). En algunas paradas de autobuses, la Polic¨ªa Nacional invit¨® a usuarios ¨²nicos de veh¨ªculos particulares a tomar viajeros en su mismo trayecto. Es m¨¢s que dudoso que la fuerza p¨²blica pueda tomarse estas bien intencionadas atribuciones, pero es socialmente despreciable la actitud, en situaciones como la de ayer en Madrid, de tanto ?conductor solitario?.
Hechas estas consideraciones, el conflicto del Metro madrile?o se abre sobre un doble frente, sindical y pol¨ªtico. Ambos desbordan el ¨¢mbito concreto de los problemas de los trabajadores de la Compa?¨ªa del Metropolitano, lo cual no debe ocultar la realidad de que ¨¦stos, en su negociaci¨®n, parten de unos salarios hartos bajos y que su apoyo a la huelga es total, por encima de diferencias sindicales o pol¨ªticas.
Laboralmente, Comisiones Obreras -mayoritaria en el comit¨¦ de empresa- est¨¢ llevando un pulso a la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno, que impone fuertes l¨ªmites al crecimiento salarial de empresas p¨²blicas deficitarias. Prueba de fuerza indirecta por cuanto el Metro de Madrid a¨²n no es empresa p¨²blica a todos los efectos, aunque se encuentra bajo intervenci¨®n estatal y con una ley de municipalizaci¨®n ya aprobada y que ser¨¢ efectiva a medidados de a?o.
As¨ª las cosas, esta prueba de fuerza de CCOO tambi¨¦n se dirige sobre UGT (que ha tenido que apoyar la huelga) y el acuerdo-marco firmado por esta central sindical con la CEOE. Romper el acuerdo-marco en una empresa como el Metro de Madrid, cuyo convenio no puede albergar importantes diferencias con el de la EMT, tambi¨¦n en dif¨ªcil negociaci¨®n, colocar¨ªa a la central socialista ante una seria contradicci¨®n.
Y este pulso sindical se remite indefectiblemente a los problemas de las coaliciones municipales de izquierda en los ayuntamientos. Las diferencias PSOE-PCE y el apagamiento de este ¨²ltimo en ayuntamientos como el de Madrid van a dilucidarse a trav¨¦s de las centrales sindicales correspondientes de cada partido. Puede decirse que CCOO (al margen de la mejor o peor raz¨®n de sus reivindicaciones en el Metro madrile?o) est¨¢ procediendo a ayudar con su fuerza sindical a los concejales comunistas.
Este an¨¢lisis por elevaci¨®n de una discusi¨®n colectiva en una empresa de transportes de una gran ciudad puede parecer en exceso maquiav¨¦lica para un ciudadano no habituado a los usos y costumbres democr¨¢ticos; no es as¨ª: son pr¨¢cticas pol¨ªticas leg¨ªtimas y juegos inevitables con las siempre cambiantes correlaciones de fuerzas. Por ello, el principal punto de meditaci¨®n de la jornada de ayer en un Madrid sin Metro no son las molestias de los usuarios, la fluidez del tr¨¢fico o la insolidaridad c¨ªvica, sino si existe una estrategia global del PCE, apoyado por Comisiones Obreras, para reivindicar mayor espacio al sol en las coaliciones municipales de izquierda, y si el Gobierno de UCD est¨¢ procurando que se pudran las negociaciones de los trabajadores con los ayuntamientos de izquierda para poner en dificultades a los alcaldes socialistas, apearles de sus laboriosamente conseguidas peanas de moderaci¨®n o enfrentarlos con sus bases sindicales.
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