Terrorismo habitual
El mi¨¦rcoles d¨ªa 17 de febrero me publicaron una carta con el t¨ªtulo que figura m¨¢s arriba. Me aprestaba a enviar una rectificaci¨®n, pues no desempe?o mis funciones en Par¨ªs, sino en Pau, pero entre tanto me han llegado dos o tres cartas que me han sorprendido. Para resumirlas utilizar¨¦ una frase de una de ellas, ?lamento, sin embargo, que hayas omitido referirte a tantos y tantos asesinatos de todos los signos?.El resorte que me movi¨® a escribir la carta anterior fue el bochornoso espect¨¢culo de una sala de justicia, donde se hac¨ªa la apolog¨ªa del asesinato, donde algunos de los presuntos asesinos re¨ªan del espect¨¢culo dram¨¢tico de una de las supervivientes describi¨¦ndose malherida por el suelo con el cad¨¢ver de su marido encima, donde el p¨²blico insultaba a los testigos y a los abogados de la acusaci¨®n privada y donde los defensores dec¨ªan que se hab¨ªa asesinado ?por m¨®viles patri¨®ticos?. Sin que la en¨¦rgica y digna actitud del tribunal pudiera impedirlo. Al final hablaba del horror de que tres a?os despu¨¦s sigan ocurriendo cosas parecidas a las juzgadas. No veo por, qu¨¦ ello supone una distinci¨®n entre unos y otros asesinatos, seg¨²n el signo de los asesinos, a no ser que se considere menos condenable asesinar por la espalda a un paseante de La Concha que a un abogado en su despacho.
Es cierto que pon¨ªa entre par¨¦ntesis ??infortunada Yolanda!?; inevitablemente a m¨ª, como a muchos, me horroriza m¨¢s, matices del horror, que unos individuos torturen a una joven casi adolescente y abandonen luego su cad¨¢ver que el asesinato de ese paseante, sin que por ello tal asesinato me parezca menos asesinato; como seguramente me hubiera horrorizado a¨²n m¨¢s si la v¨ªctima hubiera sido un ni?o.
Sobre el tema ?terrorismo y pol¨ªtica? se han escrito millares y millares de p¨¢ginas. No quiero entrar siquiera en el tema cuando existen medios pac¨ªficos para la contestaci¨®n (libre debate y acci¨®n de masas). Distinto ser¨ªa, en todo caso, si un muro impidiera toda marcha; me viene a la memoria aquel jefe hist¨®rico del FLN que, interrogado durante la batalla de Argel y torturado hasta la muerte, dijo a un coronel franc¨¦s que con mucho gusto cambiar¨ªa las bombas de sus atentados por los ca?ones, tanques y aviones del Ej¨¦rcito adversario. En todo caso, hay dos distinciones precisas: la violencia institucionalizada, d¨®nde la haya, y la violencia espont¨¢nea o reactiva, la violencia concebida como medio (brutal y vituperable) para un fin, la que se considera como medio normal de debate (?la dial¨¦ctica de los pu?os y de las pistolas?).
Pero no es momento de casu¨ªsticas, es momento de defender a ultranza nuestro breve ¨¢mbito de convivencia, asaltado por todos lados, y esos embriones de v¨ªas pac¨ªficas, para conquistar parcelas de democracia donde imponer creciente libertad y creciente justicia y despu¨¦s, esperamos muchos, parcelas de socialismo. Pero es preciso marchar frente a la barbarie: ??Tu verdad?, no, la verdad, y ven conmigo a buscarla, la tuya gu¨¢rdatela.?
(c¨®nsul general de Espa?a)
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