Nos falta Gobierno
La derrota del partido en el poder se ha consumado. En estos momentos, Espa?a aparece gobernada por un partido a quien le ha vuelto la espalda todo el sur de la naci¨®n, y ha perdido catastr¨®ficamente en las dos grandes regiones o nacionalidades, como Catalu?a y Euskadi, que son el mayor exponente de nuestra sociedad industrial, y vienen produciendo, a Io largo del tiempo, torrentes caudalosos de la t¨¦cnica, la investigaci¨®n, el empresariado, la pol¨ªtica y la cultura. El volumen de la derrota es escalofriante. En el Pa¨ªs Vasco solamente ha alcanzado, el partido en el poder, seis diputados, de los sesenta que tiene el Parlamento, y, en Catalu?a, han alcanzado diecinueve esca?os, de los 135 que componen la C¨¢mara.Ahora, el Gobierno, mediante sus ?barones? o sus elaboradores de explicaciones y de notas dir¨¢n -como se ha hecho recientemente- que el Gobierno no ha tomado parte en esas elecciones auton¨®micas, y que est¨¢ libre de cualquier resultado, cuando -dicen- ha contribuido decisivamente a crear las autonom¨ªas y a traer la democracia. Hay que prepararse a o¨ªr y a leer estas ocurrencias. Lo que sucede es que, en este pa¨ªs, a pesar de las espectaculares operaciones de secuestro de la libertad que se realizan desde el poder, no resulta f¨¢cil enmudecer todas las voces, ni secar todas las plumas. En las elecciones a esos dos Parlamentos auton¨®micos ha concurrido Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico, que es el partido en el poder, que ha posibilitado la creaci¨®n del Gobierno y su composici¨®n. En una democracia como la nuestra gobierna un partido o una alianza de partidos. Y, en nuestro caso, el Gobierno es monocolor. Es un Gobierno UCD. Y, precisamente, este partido es quien ha sucumbido sin gloria, y rid¨ªculamente, en el Pa¨ªs Vasco y en Catalu?a. A esto hay que a?adir el gran rev¨¦s de Andaluc¨ªa que, en aquellas ocho provincias, se denuncia al Gobierno como culpable de no haber alcanzado el autogobierno, a la manera de los vascos y los catalanes, y constituye, por ello, una defecci¨®n muy grave de Madrid. Nuestro Gobierno actual es raqu¨ªtico, con todas las muestras del raquitismo patol¨®gico. Cabeza muy grande (direcci¨®n presidencialista) y barriga tremenda (pesebre pol¨ªtico). Estamos, pol¨ªticamente,democr¨¢ticamente, ante una grave anormalidad.
El asunto es todav¨ªa peor si se analiza la composici¨®n de los Parlamentos de una y otra nacio nalidad. En Catalu?a, la izquierda pura y tradicional ha alcanzado 74 puestos en el Parlamento.
Los 43 de los nacionalistas triunfadores -Convergencia i Uni¨® tienen una identidad pol¨ªtica o ideol¨®gica probablemente de centro; pero, es un centro que nada tiene que ver con la invenci¨®n pol¨ªtica del se?or Su¨¢rez; su capitalizaci¨®n principal es la nacionalista, mientras que el centro que representa al Gobierno es estatalista. As¨ª es que su parentesco es m¨ªnimo. Ya lo ha dicho Jordi Pujol, el triunfante: ?Catalu?a ya no es un pe¨®n dentro del juego de ajedrez de los pol¨ªticos de Madrid.? Catalu?a pasa a poder, pol¨ªticamente, de un nacionalismo liberal y reformista, y de una izquierda. Frente a este tremendo bloque de izquierdistas y nacionalistas constituido por 118 diputados, que es el pronunciamiento popular de los catalanes, Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico ha conseguido solamente diecinueve esca?os. El actual Gobierno de Madrid no puede ni asomar la nariz por Catalu?a.
En cuanto al Pa¨ªs Vasco, el mismo bloque constituido por los nacionalistas -que tampoco tienen nada que ver con UCD-, m¨¢s los dos grupos de la izquierda constituidos por Euskadiko Ezkerra y Herri Batasuna, a los que hay que a?adir la izquierda socialista, componen otro pronunciamiento popular que se parece a Madrid como un huevo a una casta?a. No tiene nada que ver. Son realidades diferentes.
Acaba de producirse en Espa?a el gran suceso pol¨ªtico e hist¨®rico de las autonom¨ªas. En funci¨®n de nuestro particular y original pluralismo pol¨ªtico, ni siquiera podemos aspirar a un Estado federal. Los Estados federales que funcionan en el mundo se apoyan, o en el partido ¨²nico de direcci¨®n centralizada, o en el bipartidismo. En estos Estados la pol¨ªtica est¨¢ concentrada, y los autogobiernos o los Estados no son otra cosa que la ruptura del centralismo, la diversificaci¨®n de las actividades y de las responsabilidades en los sucesos econ¨®micos, sociales, pol¨ªticos y, culturales. La cultura, la lengua y las ideas son id¨¦nticas. Aqu¨ª, por la impericia de los pol¨ªticos y de los gobernantes -o por nuestro fatalismo hist¨®rico- hemos llegado a una situaci¨®n mucho m¨¢s avanzada, y probablemente ut¨®pica, de lo federal. Las palabras acertadas de Tr¨ªas Fargas, que el otro d¨ªa escandalizaron al presidente del Gobierno, no eran otra cosa que el deseo de un Estado federal que emparentara con el que rige Estados Unidos, y que funciona perfectamente, porque all¨ª se dan todas las bases para lo federal. Pero aqu¨ª resulta que, aparte de los cuatro grandes partidos que componen el Parlamento del Estado, existen otros, que no tienen nada que ver con esos cuatro que est¨¢n en el Parlamento, y que son, precisamente, los que han triunfado aparatosamente en el Pa¨ªs Vasco y en Catalu?a. La UCD, el PSOE, el PC y CD no tienen nada que hacer en esas dos nacionalidades. Y menos
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que nadie UCD y CD, que son el centro y la derecha del Estado. Su representaci¨®n parlamentaria en aquellas nacionalidades es rid¨ªcula. Por eso no se tiene de pie que UCD siga gobernando en este pa¨ªs ni un momento m¨¢s. Tiene que producirse una profunda y actual remodelaci¨®n del Gobierno, de manera que pueda seguir representando la titularidad del Gobierno de la naci¨®n y del Estado que, ahora mismo y desde el 20 de marzo, ya no tiene. El asunto no es f¨¢cil. Hacer un Gobierno con representaci¨®n vasca y catalana, en sus triunfadores, ser¨ªa ahora mismo meter dos grandes boas en la coalici¨®n, las cuales -l¨®gicamente- transferir¨ªan a su Gobierno y a su Parlamento la succi¨®n efectuada al raqu¨ªtico y desorientado Estado que tenemos delante de nosotros.
Hacer un Gobierno de socialistas y de UCD -que ser¨ªa otra f¨®rmula- no es una respuesta a Catalu?a ni al Pa¨ªs Vasco, puesto que en esas dos nacionalidades ninguno de esos partidos poseen cr¨¦dito ni asistencia suficiente.
Pero como en pol¨ªtica, igual que en equitaci¨®n, no hay vallas insuperables, asistimos a un momento trascendental, donde las respuestas tienen que darse empezando por el respeto que merecen esos pronunciamientos populares de Catalu?a, el Pa¨ªs Vasco y de Andaluc¨ªa; y en la necesidad de que el ?Estado de las autonom¨ªas? no sea una mera agarradera de poder, una sucia cuca?a de los pol¨ªticos, sino una organizaci¨®n jur¨ªdica de nueva planta, que sea respetuosa, inicialmente, con la Constituci¨®n.
En cualquier pa¨ªs democr¨¢tico del mundo, estos reveses ya habr¨ªan obligado, por razones de costumbre y de decoro pol¨ªtico, a presentar la dimisi¨®n de su cargo al presidente del Gobierno; en lugar de esto, acaba de decir en Catalu?a, con sinceridad sobrecogedora, ?que dar¨ªa dinero por mantenerse en el poder?. Su primera reacci¨®n ha consistido en crear, despu¨¦s de tres a?os, un comit¨¦ ejecutivo de su propio partido y compuesto por los titulares de aquellos grupos que fundaron esa oportunista fabricaci¨®n desde el poder para ganar las elecciones primeras de 1977, y luego las de 1979 con bastantes apuros; y tener que vivir en el Parlamento de manera peligrosa y con la autoridad en precario.
Esas personalidades, entre las cuales figuran algunos personajes de bastante respeto y con brillantes cualidades personales, no deben prestarse a ser vulgares aprovechados de poder, con ambiciones pol¨ªticas de dudosa presentaci¨®n, y a cualquier precio, cuando est¨¢ enjuego nada menos que la fabricaci¨®n de un Estado y la realizaci¨®n de cambios profundos en la sociedad. Un comit¨¦ ejecutivo es algo irr¨¢s serio que una guardia pretoriana, puesto que pretores ya tiene. La conservaci¨®n y defensa de la democracia -por otro lado- no demanda ahora mismo convocatorias de lealtades, ni invitaciones a las deslealtades, sino que exige reconocer el hecho, que todo el pa¨ªs comenta, de que una vez que ellos solos ya no representan a toda la naci¨®n -como es obligado- ni tampoco pueden ser titulares del Estado, tal como est¨¢n, deben empezar por reconocer los fracasos y contribuir a conformar otra situaci¨®n, donde lo menos importante es la supervivencia de personajes. Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®fiez parece que dice en un libro, de pr¨®xima aparici¨®n, ?que en Espa?a nos sobra Administraci¨®n y nos falta Estado?. Ya nos falta algo m¨¢s: nos falta ahora Gobierno.
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