Fernand¨® de los R¨ªos o el dilema de la libertad
EL GRUPO parlamentario Socialista acaba de rendir homenaje a Fernando de los R¨ªos en un acto m¨¢s de los muchos que desde la universidad o la pol¨ªtica se est¨¢n dispensando, con ocasi¨®n del centenario de su nacimiento, a esta figura representativa de una Espa?a que no pudo ser. Su personalidad y su ejemplo, en cualquier caso, como los de Aza?a, Besteiro, Ortega, Giner de los R¨ªos (de quien don Fernando era pariente), Madariaga, Mara?¨®n P¨¦rez de Ayala y tantos otros nombres que dieron lustre a una ¨¦poca, superan ya determinadas adscripciones partidistas o ideol¨®gicas. As¨ª, sus recordatorios no deben ser meramente funerales o de partido, sino una meditaci¨®n sobre la. aparente irrepetibilidad de aquella generaci¨®n intelectual y sobre el desierto cultural y la mediocridad pol¨ªtica que significan nuestros d¨ªas.Fernando de los R¨ªos, socialista y hombre profundamente liberal, fue reputado sa?udamente por sus enemigos pol¨ªticos de revolucionario extremista; respetuoso con la religi¨®n y las creencias, fue representado corno perseguidor de la Iglesia cat¨®lica, y se argument¨® en su contra con la pobreza intelectual y hasta el racismo detenerle por jud¨ªo de origen y confesi¨®n.
Una l¨ªnea intelectual en cierto modo paralela a la de Besteiro le condujo a unirse al partido de Pablo Iglesias tras haber recibido una educaci¨®n para la libertad, la solidaridad y el progresismo en la Instituci¨®n Libre de Ense?anza. Su encuentro con Lenin, en el viaje que en los primeros a?os de la revoluci¨®n bolchevique hizo a Petrogrado para estudiar de cerca aquella gigantesca convulsi¨®n, adquiere, desde nuestra perspectiva, dimensiones hist¨®ricas. ??Libertad? ?Para qu¨¦??., aduc¨ªa Viadimir Illich al representante de los socialistas espa?oles, que, al escuchar la exposici¨®n de los planes y problemas del nuevo r¨¦gimen sovi¨¦tico, descubr¨ªa la dictadura f¨¦rrea que ya estaba conform¨¢ndose.
La pregunta de Fernando de los R¨ªos y la repregunta del gran revolucionario a¨²n siguen resonando en la historia de la civilizaci¨®n y los modelos sociales. En aquel di¨¢logo en una modesta habitaci¨®n de un hotel de Petrogrado qued¨® planteada la gran cuesti¨®n, a¨²n por dilucidar, del futuro del socialismo.
Acaso por su talento y su cultura (fue un eminente cient¨ªfico de la filosof¨ªa del Derecho), Fernando de los R¨ªos fue objeto de persecuci¨®n y olvido, por encima de la cuota de represalias que le hubiera correspondido por su significaci¨®n pol¨ªtica, revolucionaria o ministerial. Juristas y pol¨ªticos de sus caracter¨ªsticas habr¨ªan sido dirigentes ensalzados, en aquellos mismos tiempos, en monarqu¨ªas como la brit¨¢nica, la belga, la neerlandesa o la sueca, pero en la Espa?a cainita de los a?os treinta, cuyos reflejos a¨²n subsisten, hombres como Fernando de los R¨ªos quedaban atrapados en una sutil red de recelos y fanatismos. Y este hombre, modelo de liberalismo, termin¨® sus d¨ªas recibiendo en el exilio americano el respeto y la amistad del matrimonio Roosevelt (sobre quienes tuvo gran influencia) y el silencio o la denigraci¨®n de las nuevas autoridades de su patria.
La rememoraci¨®n de su figura conlleva dos reflexiones entrecruzadas: la desaparici¨®n de los intelectuales de la actual escena pol¨ªtica y la ca¨ªda en picado de los principios del liberalismo y de la tolerancia, que parecen haber desaparecido del tejido social. Cuarenta a?os de pesimismo hist¨®rico no pueden haber terminado con la veta del pensamiento espa?ol, pero el caso es que nuestros intelectuales no han encontrado lugar en las instituciones de la democracia ni han sabido o podido conducir y animar el cambio social. La m¨¢s somera de las comparaciones entre el papel pol¨ªtico y social desempe?ado por escritores, fil¨®sofos, cient¨ªficos, cineastas, pintores, poetas, de la d¨¦cada de los a?os treinta y la situaci¨®n actual resulta desoladora.
No es, por tanto, de extra?ar el aldeanismo de nuestra vida pol¨ªtica y social. Aparte de las serias resistencias a abrir ventanas hacia modelos sociales m¨¢s libres y tolerantes. Todo Occidente deriva, por imperativos del cambio tecnol¨®gico que se aproxima y de la segunda y corregida edici¨®n de la guerra fr¨ªa hacia unas relaciones sociales presididas por la intolerancia y por un conservadurismo antiintelectual. La pregunta de Fernando de los R¨ªos en un destartalado hotel de San Petersburgo sigue en pie porque los hados de la historia han concitado los ¨²ltimos intereses del revolucionarismo y del conservadurismo; por la derecha y por la izquierda sigue plante¨¢ndose, ahora en una sospechosa coincidencia, la repregunta de ??Libertad? ?Para qu¨¦??. Los que verdaderamente aman la libertad no se preguntan nunca por sus fines, sino por sus or¨ªgenes.
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