No se sabe lo que es peor
Dicen eso ?de que los ¨¢rboles no dejan ver el bosque?. La soluci¨®n no es otra que meterse en el bosque para dejar de ver los ¨¢rboles. Eso hago yo. Recientemente, y en este peri¨®dico, ese buen intelectual que es Pedro La¨ªn Entralgo se?al¨® las tres insuficiencias que ten¨ªa la Monarqu¨ªa de Alfonso XIII y que motivaron su destronamiento. La inteligencia, las fuerzas sociales y los procesos auton¨®micos. Ninguna de esas tres cosas fueron asimiladas o integradas por la ¨²ltima Monarqu¨ªa, y, sin embargo, se?ala La¨ªn que las tres figuran en la actual Monarqu¨ªa de Juan Carlos I. Ocurre que despu¨¦s el profesor examina los comportamientos de todas ellas en la actualidad y se ensombrece.Vamos a meternos en el bosque para ver, brevemente, todo esto. Empecemos por la inteligencia. La ¨²nica contribuci¨®n de la inteligencia acreditada en el franquismo, por independiente, o por contestar¨ªa, o por rigurosa de saberes, o por actitud cr¨ªtica, ten¨ªa dos ¨²nicas preocupaciones de identidad y de protesta: la liquidaci¨®n del r¨¦gimen de Franco, y el advenimiento de la libertad. La figura m¨¢s representativa y m¨¢s locuaz fue la de Madariaga. Pero la indigencia de soluciones para fabricar la democracia que se correspondiera con la sociedad espa?ola de este ¨²ltimo tercio de siglo era enorme. Madariaga ten¨ªa en sus ¨²ltimos a?os una desorientaci¨®n enorme en esta materia, y solamente fue v¨¢lida su frase respecto, a la creencia en ?una democracia gobernada?, que hoy es todo un deseo y hasta una angustia apremiante. Madariaga ten¨ªa descalificaciones previas y poco rigurosas, y no buena informaci¨®n. De otro lado, y a estas alturas, la libertad ya no se puede entender si no se pregunta para qu¨¦, y el modo m¨¢s inteligente de salvarla.
Sobre la vida espa?ola cayeron las nuevas generaciones pol¨ªticas y democr¨¢ticas de 1977, que no ten¨ªan m¨¢s que estas dos palabras en el coraz¨®n y en la cabeza: libertad y democracia. Pero ?c¨®mo? Felipe Gonz¨¢lez, una de las mejores cabezas de esas generaciones, acaba de decir esto en la C¨¢mara de Comercio brit¨¢nica: ?La Constituci¨®n, fruto de un compromiso que abre la perspectiva de un Estado democr¨¢tico y de las autonom¨ªas, no es suficiente por s¨ª misma, hay que desarrollarla, y exige un proyecto pol¨ªtico. El Gobierno no tiene todav¨ªa un proyecto de Estado resultante para cuando acabe este proceso de reestructuraci¨®n del Estado, y soportamos tensiones e inseguridades pavorosas.? No ha habido hasta la fecha un proyecto de Estado porque primero hubo un largo entretenimiento entre reforma y ruptura. Y cuando la legislatura de 1977 se pronunci¨® por la ruptura, se mostraba el conflicto entre dos formas de sociedad (la socialista y la occidental). Y cuando esto se hab¨ªa ventilado en la Constituci¨®n, y los socialistas hac¨ªan un poco su Bab Godesberg en su c¨¦lebre congreso de identidad, se convocaban las elecciones municipales, donde se disputaba el pluralismo pol¨ªtico, las bases sociol¨®gicas y electorales. Cuando se dispon¨ªa a comenzar el desarrollo constitucional, los vascos no esperaron, ni tampoco los catalanes, y se tuvieron que aprobar los estatutos de Guernica y de Sau por el m¨¦todo del tira y afloja de la pol¨ªtica, en lugar de haber hecho, en primer lugar, un proyecto de Estado, con la autonom¨ªa dentro, y con el rigor de la obra cient¨ªfica e ideol¨®gica bien hecha. Estamos todav¨ªa sin Estado, y con dos nacionalidades que tienen ya Parlamento, y tendr¨¢n inmediatamente Gobiernos.
La inteligencia estuvo representada, por designaci¨®n real, en las primeras Cortes constituyentes, y no, pudo evitar una Constituci¨®n ambigua, que obliga a estar -como dice Felipe Gonz¨¢lez- en per¨ªodo constituyente, y de manera indefinida. Tenemos, por ello, una democracia interina y provisional. Cuando aquella inteligencia contra Alfonso XIII se instal¨® en la Rep¨²blica, sigui¨® siendo cr¨ªtica, e inc¨®moda para el Poder, y el ?no es esto, no es esto? de Ortega fue una manifestaci¨®n generalizada. Pocos a?os despu¨¦s lo rubricar¨ªan Aza?a y ese gran historiador socialista que fue Ramos Oliveira. ?Qu¨¦ hace, o qu¨¦ dice, ahora la inteligencia? Funda tribunas, o seminarios de estudios, y escribe bagatelas brillantes. Est¨¢ m¨¢s en las academias que en la pol¨ªtica, vive c¨®modamente de la renta de su linaje intelectual. No le pasa a Su¨¢rez por sus seminarios, para que conozca el Estado; ni reprende a su valido Fern¨¢ndez Abril, que no sabe nada de econom¨ªa (cuando la ciencia econ¨®mica es b¨¢sica, incluso para fabricar el orden mundial); ni advierte a los socialistas que no saben c¨®mo se purga el socialismo de marxismo, para su identidad, corno el socialismo de Occidente, guardando las esencias; ni se?ala a los comunistas que no se puede meter gato por liebre sin gato; ni informa a la derecha que lo que llamaba ?valores y principios? ya no son aqu¨¦llos, sino otros, porque la historia no es un acueducto, sino lo que se mueve, aquello que dec¨ªa Galileo de la Tierra. La inteligencia est¨¢, solemnemente, en la libertad, como Marujita D¨ªaz est¨¢, jubilosamente, en ?banderita, t¨² eres roja; banderita, t¨² eres gualda?..Pero nada m¨¢s. Esto es como un rompecabezas sin modelo.
El otro componente, el de las fuerzas sociales, no puede funcionar si no se fumigan las relaciones industriales de sus perturbadores componentes pol¨ªticos. En este asunto nuestro atraso tiene, exactamente, cien a?os. Hay que sacar un spray sobre los dirigentes obreros, y decirles: ?O el partido, o los sindicatos?, sin que esto quiera decir que dejen de ser socialistas, o comunistas, o ¨¢cratas, o lo que quieran. Los sindicatos no pueden ser otra cosa que instrumentos sociales para mejorar ?las condiciones de trabajo? -en la ideolog¨ªa social del siglo-, mientras que los partidos son las opciones pol¨ªticas para alcanzar el Poder, y hasta para mudar la sociedad y el Estado. Las patronales, a su vez, lo que ¨²nicamente pueden defender es la empresa, y no los instintos primarios de explotaci¨®n conservadora. Ni su escudo puede ser el Gobierno, porque est¨¦ mandando la derecha. No hay democracia, ni pa¨ªs, ni Constituci¨®n, ni sistema pol¨ªtico que funcione en las postrimer¨ªas de este siglo sin este ?pacto social? de tres: los sindicatos, las patronales y el Gobierno. El Gobierno debe figurar en el pacto, porque dirige la pol¨ªtica econ¨®mica con el liberalcapitalismo corregido. Pero esto tampoco funciona. Los sindicatos son pol¨ªticos; los patronos, tambi¨¦n. Y el Gobierno da conciertos de arpa, y adem¨¢s malos. M¨¢s inflaci¨®n, m¨¢s paro, m¨¢s evasi¨®n de capitales, de tecnolog¨ªa y de iniciativa, menos moral inversora, menos productividad, m¨¢s caro el dinero y crecimiento cero, seg¨²n acaba de decir ese gran banquero que es S¨¢nchez Asia¨ªn.
Y, finalmente, el tema de los procesos auton¨®micos. Parece claro que, por circunstancias diversas, hist¨®ricas y pol¨ªticas, hay una corriente popular, en todas las regiones, de ?autogobernarse?; Madrid, pol¨ªticamente, aparece descapitalizado. El Estado es ya una entidad gaseosa. Se aspira a liberarse de Madrid, que es la repulsa al Estado unitario. Y esta es la crisis profunda de ahora mismo, y que exige una gran empresa pol¨ªtica e hist¨®rica que hay que hacer, y que tiene consecuencias econ¨®micas y sociales tremendas; y, sin embargo, el est¨®mago pol¨ªtico y social de Espa?a, en estos momentos, es el de un pajarito. Un Estado de autonom¨ªas -que es lo que hay que fabricar- hay que verlo, y hay que prefigurarlo, desde la Constituci¨®n, desde el Poder judicial, desde las Fuerzas Armadas, desde la cultura, desde la hacienda, desde la econom¨ªa, desde la educaci¨®n. ?Y qui¨¦n est¨¢ viendo esto? Lo ¨²nico que sabemos es que los vencedores en las elecciones al Parlamento del Pa¨ªs Vasco lo han sido a costa, jubilosamente, de Madrid; de la derrota de Madrid. Y los vencedores de Catalu?a poco tienen que ver pol¨ªticamente con Madrid. Y hasta los andaluces se dirigen a Tartessos en una fabulosa y prehist¨®rica vuelta atr¨¢s, y han mandado a hacer pu?etas a quienes representaban al Gobierno de Madrid.
La otra noche me contaba el embajador de Suiza los or¨ªgenes, los m¨¦todos, las motivaciones, la pr¨¢ctica noci¨®n de los riesgos, la sagacidad sobre la conveniencia, para la construcci¨®n de ese federalismo ejemplar y dif¨ªcil. Y me asombraba de este pa¨ªs nuestro, tan fant¨¢stico, tan ut¨®pico, tan irreal, tan so?ador y tan m¨¢gico. As¨ª nos ocurre. Estamos en proceso constitucional desde 1812.
Sinceramente, no s¨¦ lo que es mejor, en la aguda advertencia del profesor La¨ªn. Si el tiempo de don Alfonso XIII, sin nada de esto, o el tiempo de don Juan Carlos I, con todo esto.
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