?Qu¨¦ hacer?: las propuestas del FMI y de la OCDE
Las familias -como revela la en cuesta a las familias espa?olas (v¨¦ase sus resultados en EL PA?S del 6-4-1980)- est¨¢n m¨¢s pesimistas que nunca sobre el futuro econ¨®mico del pa¨ªs; el 24% de ellas tiene un parado en casa, y el 28 % de los que trabajan conocen que la empresa en que lo hacen padece graves dificultades; m¨¢s del 60% de los consumidores opinan que los precios subir¨¢n m¨¢s este a?o 1980 que en el pasado. Esta mala situaci¨®n no va a mejorarse por la pol¨ªtica econ¨®mica: el 81% de las familias ignoran que el Gobierno tenga programa alguno que aplicar, y el 60% afirma que el Gobierno no hace lo necesario para corregir este estado de cosas.Las empresas han ratificado esta opini¨®n general en el registro de sus expectativas, cuya ca¨ªda constituye una segura se?al que anticipa el descenso futuro en los ya d¨¦biles ritmos de producci¨®n actuales.
La pregunta de ?qu¨¦ hacer? trata de contestarla la misi¨®n del FMI reconociendo previamente el punto en el que se halla situada la econom¨ªa espa?ola y su ajuste a la crisis. El tono voluntariamente discreto y a moderaci¨®n de los adjetivos aplicados que caracterizan a los informes de las misiones del FMI tienen en el de este ejercicio una excepci¨®n en el grito de ¨¢nimo que recibe la pol¨ªtica econ¨®mica aplicada en el pasado: ?Las medidas de saneamiento econ¨®mico adoptadas en 1917 han alcanzado un ¨¦xito estimable para mejorar la posici¨®n exterior de la econom¨ªa espa?ola y reducir la tasa de inflaci¨®n. Estas medidas se instrumentaron en medio de un proceso de cambio social y pol¨ªtico profundo. Conseguir todo eso es un logro importante que pocos pa¨ªses han conseguido igualar.?
El aliento de ese elogio parec¨ªa necesario, porque inmediatamente es preciso que esas dificultades no han desaparecido en 1980 y que las tenemos delante no son menores que las existentes en 1977. Es la proclamaci¨®n de esta dura verdad, su difusi¨®n en la opini¨®n p¨²blica y su participaci¨®n por todos los ciudadanos el principio por el que debe iniciarse el ?qu¨¦ hacer frente a la crisis? Los altos precios de la energ¨ªa y el lento crecimiento del comercio mundial, que est¨¢n ya con nosotros en 1980, han impuesto el regreso a la mayor¨ªa de las econom¨ªas nacionales a la cr¨ªtica situaci¨®n de 1974. As¨ª rotundo, as¨ª de claro, as¨ª de desalentador. Por desgracia, Espa?a no es excepci¨®n, sino regla de este retorno a un pasado dif¨ªcil.
Ese regreso al dif¨ªcil pasado lo impone el empobrecimiento relativo del pa¨ªs por la ca¨ªda de su relaci¨®n real de intercambio: la marcha de nuestros precios de importaci¨®n y de los de exportaci¨®n hacen que las cantidades compradas de importaciones por un volumen dado de exportaciones sean mucho menores. Reconocer ese empobrecimiento irremediable es el primer estado de conciencia que la pol¨ªtica econ¨®mica debe crear en todos los ciudadanos. Ese mensaje lanzado permanentemente al pa¨ªs por quienes lo dirigen es la primera e impopular prenda que hay que pagar para dar respuesta a la cr¨ªtica situaci¨®n de los ochenta.
Sin embargo, la misi¨®n del FMI nos advierte que ese regreso al pasado al que obliga a todos los pa¨ªses la elevaci¨®n del precio de la energ¨ªa tiene en el caso de Espa?a dos graves matizaciones adicionales: las crecientes cifras de paro y la necesidad de preparar el ingreso en la CEE. El reto que suponen estos dos datos de la posici¨®n espa?ola para la pol¨ªtica econ¨®mica debe encontrar su respuesta en lo que la misi¨®n del FMI califica, como,?la urgente necesidad de adoptar medidas directas que permitan destinar m¨¢s recursos a la inversi¨®n sin aumentar la inflaci¨®n?.
La satisfacci¨®n de esa urgente necesidad? hacia la que, llaman nuestra atenci¨®n los t¨¦cnicos del FMI no podr¨¢ lograrse si no se reconoce como tal por toda la sociedad espa?ola y si no se presta por todos los ciudadanos un esfuerzo continuado y perseverante.
Cinco condiciones para aumentar la inversi¨®n sin elevar la inflaci¨®n
Las condiciones para destinar m¨¢s recursos a las inversiones sin elevar la inflaci¨®n son cinco, seg¨²n indica la misi¨®n del FMI:
- Moderar el crecimiento de los costes de trabajo (salarios y seguridad social), ?una necesidad continuada?para vencer las fuerzas que han estado y est¨¢n detr¨¢s de la inflaci¨®n.
Conseguir a toda costa un ahorro p¨²blico positivo capaz de financiar un volumen mayor de inversiones.
Aumentar la corriente de ahorro financiero /(privado) con la que apoyar las inversiones.
Ampliar la liberalizaci¨®n exterior de la econom¨ªa como fuente de presi¨®n para una mayor eficacia en el empleo de recursos y contrarrestar las presiones inflacionistas.
- Asegurar la competitividad exterior de la producci¨®n espa?ola adoptando las anteriores decisiones y vigilando el tipo de cambio de la peseta.
En esos cinco frentes debe dar talla de s¨ª la pol¨ªtica econ¨®mica, contando con el indispensable esfuerzo de la poblaci¨®n, porque las actuaciones en esas cinco direcciones no son gratuitas. Todas son costosas y necesarias. Ese car¨¢cter mixto de la pol¨ªtica econ¨®mica frente a la crisis es un rasgo de fundamental importancia.
El informe de la misi¨®n del FMI se refiere con m¨¢s extensi¨®n a la segunda y tercera, pero coloca id¨¦ntico acento de importancia en cada una de esas cinco actuaciones mencionadas. En este mismo sentido han de entenderse nuestros comentarios que glosar¨¢n las propuestas a las que la misi¨®n del FMI dedica m¨¢s espacio, pero a las que no concede mayor prioridad.
El mayor ahorro del sector p¨²blico como una necesidad apremiante
El a?o 1979 estuvo marcado por una permanente dificultad del sector p¨²blico para mantener su d¨¦ficit dentro de los l¨ªmites que no amenazasen gravemente a la estabilidad. Esta propensi¨®n deficitaria del sector p¨²blico debe encontrar remedio y el camino para conseguirlo es que la Hacienda p¨²blica espa?ola aumente su ahorro para financiar las inversiones necesarias. Es decir, que como cualquier agente econ¨®mico, la Hacienda reduzca sus gastos corrientes de consumo y eleve sus ingresos corrientes. Las presiones sobre el presupuesto para atender a crecimiento de los gastos corrientes son incontables -afirma la misi¨®n del FMI- y van a continuar si¨¦ndolo en el futuro. Hay mil millones para ello: la mejora en la calidad y cobertura de los beneficios sociales solicitada por la poblaci¨®n, las subvenciones a empresas para mantener sus actividades (cuya continuidad niegan los datos de la crisis y la nueva configuraci¨®n de precios relativos), el crecimiento del gasto de la Hacienda local, el car¨¢cter crecientemente deficitario de las tasas de determinados servicios p¨²blicos.
La existencia de esos motivos no pueden negarse. Pero su reconocimiento debe servir para resistir las distintas apelaciones a la expansi¨®n del gasto p¨²blico de consumo. La misi¨®n del FMI sugiere como un medio necesario existentes para el control del gasto p¨²blico.
Por otra parte, el ahorro p¨²blico reclama actuaciones del lado de los ingresos.Tres propone la del FMI: reducir los m¨¢rgenes de evasi¨®n fiscal por una mmejor aplicaci¨®n de la norma vigente, acelerar el ritmo de la reforma tributaria en curso y corregir las tarifas de los servicios p¨²blicos en l¨ªnea con la evoluci¨®n de los costes.
?C¨®mo juzgar esta preocupaci¨®n y consejos sobre el comportamiento del sector p¨²blico dados por la misi¨®n del FMI? Nuestra respuesta es que la preocupaci¨®n no puede estar m¨¢s justificada y que sus consejos habr¨ªan de seguirse fiel y r¨¢pidamente por nuestra Hacienda p¨²blica. La reforma del sector p¨²blico deber¨ªa constituir una de las orientaciones fundamentales de la polit¨ªca econ¨®mica del futuro inmediato. Nuestro sector p¨²blico gasta mal, y pese a ello, propende a un desequilibrio peligroso y creciente entre sus gastos e ingresos corrientes El reconocimiento de esta situaci¨®n obliga, en primer t¨¦rmino a convertir a la ordenaci¨®n del gasto p¨²blico en objetivo prioritario del Gobierno, sino de la com¨²n preocupaci¨®n de todos los partidos y m¨¢s a¨²n de aquellos que hacen descansar sobre el sector p¨²blico sus esperanzas de dar respuestas a la crisis. Mientras los gastos corriente ( y especialmente los gastos de transferencia) contin¨²en creciendo al ritmo actual, mientras sus previsiones presupuestarias se desborden ampliamente, mientras los gastos de inversi¨®n no se ejecuten al ritmo previsto, se realizar¨¢ una mala administraci¨®n del sectro p¨²blico que se pagar¨¢ muy cara por la econom¨ªa.
A esa reforma del gasto p¨²blico espa?ol deber¨ªa acompa?arla la apelaci¨®n al mayor ahorro p¨²blico que tan oportunamente se realiza en el informe de la misi¨®n del FMI. Una despreocupaci¨®n entendida sobre el d¨¦ficit presupuestario y la insuficiencia financiera del sector p¨²blico constituyen dos conclusiones precipitadas y err¨®neas de un keynesianismo mal entendido y peor aplicado. Ning¨²n argumento, econ¨®mico avala la defensa de un desequilibrio financiero sin limitaciones del sector p¨²blico y mucho menos en una situaci¨®n como la espa?ola actual, con d¨¦ficit y necesidades tan importantes de ahorro. De ah¨ª la pertinencia del atender a necesidad tan perentoria por une actor tan destacado como es el sector p¨²blico. Las tres acciones propuestas por la misi¨®n del FMI est¨¢n plenamente justificadas, Reducir la evasi¨®n fiscal apunta hacia el vac¨ªo fundamental que hoy se aprecia en el proceso de reforma tributaria: la necesaria y retrasada modificaci¨®n de la Administraci¨®n y el d¨¦ficit de informaci¨®n que ¨¦sta padece. Acelerar, la reforma fiscal para lograr una mayor suficiencia de ingresos constituye una propuesta pertinente econ¨®mica y pol¨ªticamente. Econ¨®micamente, puesto que los posibles d¨¦ficit del sector p¨²blico constituyen un mal lleno de efectos adversos. Pol¨ªticamente, ya que la aparente paralizaci¨®n de la reforma tributaria se ha denunciado una y otra vez en el ¨²ltimo a?o. Un paso adelante en el proceso reformador convencer¨ªa a todos de que el ¨¢nimo de cambio fiscal existe en UCD y que nadie ha inclinado realmente al partido del centro hacia la derecha, cuya comprobaci¨®n m¨¢s evidente se encuentra en detener las decisiones que afectan a la reforma de la imposici¨®n primero, para rectificarla m¨¢s tarde. La alineaci¨®n de los precios de los servicios p¨²blicos con el crecimiento de los costes constituir¨ªa una medida coherente para evitar la extensi¨®n del c¨¢ncer del subvencionismo, origen fundamental del d¨¦ficit cr¨®nico del sector p¨²blico.
La reforma del sistema finaciero: requisito necesario, seg¨²n el FMI, para aumentar el ahorro
La liberalizaci¨®n del sistema financiero ha constituido la reiterada respuesta de los economistas espa?oles a los problemas que planteaba su reforma. Y esa misma respuesta se encuentra en los informes de los organismos internacionales. En, esa direcci¨®n de liberalizar el sistema financiero se dieron importantes pasos adelante en los meses de julio y agosto de 1977. Algunos de esos pasos se han desandado, y lo cierto es que hoy los prop¨®sitos. reformadores flaquean. Por esta raz¨®n es alentador encontrar quienes, con ¨¢nimo sereno y resuelto, siguen aconsejando, como lo hacen. los miembros de la misi¨®n del FMI, seguir adelante en este proceso inacabado. No es posible confiar en la realizaci¨®n de un ahorro mayor sin ampliar la gama de vencimientos de los t¨ªtulo en el mercado para ajustarlos a la preferencias de los ahorradores No est¨¢ tampoco justificado pedir un mayor ahorro mientras el rendimiento de los activos financieros sea, en t¨¦rminos reales, negativo dado que muchos rendimientos de ahorro se sit¨²an por debajo de crecimiento de los precios. La liberaci¨®n plena de tipos de inter¨¦s cualquiera que sea el plazo de pr¨¦stamo o el cr¨¦dito, y una mayor ,adaptaci¨®n a los plazos en que se manifiestan las preferencias de los ahorradores, constituyen dos conclusiones obligatorias para inspirar la reforma necesaria del sistema financiero.
Estas propuestas se han defendido previamente por otros muchos economistas espa?oles y su necesidad y conveniencia se han reclamado desde estas mismas p¨¢ginas. Confesemos que sin conseguir respuesta positiva alguna por parte de la pol¨ªtica econ¨®mica. Confiemos en que la contestaci¨®n sea otra, para los t¨¦cnicos del FMI.
No hay, por tanto, y frente a las innegables dificultades actuales, justificaci¨®n alguna para la pasividad. A la pregunta de ?qu¨¦ hacer?, la misi¨®n del FMI responde con la existencia de un conjunto de quehaceres: decirle, al pa¨ªs la cruda verdad sobre su delicada posici¨®n econ¨®mica, orientar las decisiones hacia esa ?urgente necesidad? de aumentar las inversiones sin elevar la inflaci¨®n, para lo que deber¨¢n cumplirse las cinco condiciones expuestas con anterioridad y sobre cuya aceptaci¨®n deber¨¢ girar una pol¨ªtica econ¨®mica responsable.
El informe de la OCDE: los tres defectos de la pol¨ªtica econ¨®mica de ajuste a la crisis
Quiz¨¢ el aspecto m¨¢s destacado del informe 1980 de la OCDE so bre Espa?a sea la ? valoraci¨®n general que el mismo realiza de nuestra pol¨ªtica de ajuste a la crisis desde sus comienzos en 1973-1974. Tres son los defectos sobre los que la OCDE llama nuestra atenci¨®n:
1. La econom¨ªa no ha contado con el tratamiento prioritario de sus problemas por la pol¨ªtica. La atenci¨®n prestada a los urgentes y graves problemas econ¨®micos ha sido secundaria y discontinua.
2. Las medidas necesarias de pol¨ªtica econ¨®mica para luchar con la crisis no se han aplicado con la necesaria resoluci¨®n y con la debida perseverancia. Existen demasiadas acciones iniciadas y no terminadas. La reforma del sistema financiero se comienza en 1977, y se detiene despu¨¦s con consecuencias costosas para la Administraci¨®n de la pol¨ªtica monetaria: la reforma de la financiaci¨®n de la Seguridad Social discurre con lentitud, si es que se ha iniciado; los programas de reajuste de los sectores productivos se han demorado constantemente y el programa de construcci¨®n de viviendas -que, nadie discute en su necesidad y conveniencia, pero que la falta permanente de coordinaci¨®n de distintas autoridades impide materializar-, son otros tantos ejemplos de este defecto de la pol¨ªtica econ¨®mica espa?ola de ajuste a la crisis.
3. La excepcional rigidez de las rentas y los costes ha impedido un mejor comportamiento de los precios. Los salarios y otras retribuciones han crecido muy por encima de las ganancias de la productividad con el consiguiente aumento de los costes. La limitada desaceleraci¨®n de los incrementos salariales, conseguida desde 1977 en una econom¨ªa muy debilitada en su desarrollo, con un 10% como tasa de paro y con una moderada marcha de los precios de importaci¨®n, constituyen una prueba de esa rigidez de costes y el escaso aval que la misma concede a la estabilidad econ¨®mica.
Esos tres defectos de la pol¨ªtica espa?ola de ajuste a la crisis indican alguna de las cosas que hay que hacer.
Ante todo, la pol¨ªtica tiene que tomarse en serio la econom¨ªa y concederle un tiempo continuado y la debida prioridad. Sin esta condici¨®n, las decisiones sobre los problemas econ¨®micos se ir¨¢n posponiendo todos los d¨ªas y agrav¨¢ndose cada hora.
En segundo lugar, resulta necesario disponer de un programa de actuaci¨®n econ¨®mica que se aplique resuelta y continuadamente. Un programa que no sea s¨®lo una declaraci¨®n de intenciones de lo que piensa hacerse cuando llegue el d¨ªa oportuno, que no se sabe bien a qu¨¦ mes y a qu¨¦ a?o pertenece. Las medidas que deben adoptarse deben describirse operativamente y fechar su aplicaci¨®n por la pol¨ªtica econ¨®mica.
Los incrementos salariales han sido la causa principal y permanente de la inflaci¨®n
El tercer defecto de la pol¨ªtica espa?ola de ajuste es quiz¨¢ al que el informe de la OCDE concede una mayor presencia. Nos referimos, claro est¨¢, al comportamiento de las rentas, de los costes y de los precios a lo largo de la crisis econ¨®mica. Los dos grandes males que resumen la crisis con la que hemos iniciado los ochenta, son bien conocidos: de una parte, una inflaci¨®n aguda, y de otra, un estancamiento perceptible en las tasas de crecimiento econ¨®mico. La econom¨ªa espa?ola -afirma el informe de la OCDE- no puede permitirse el lujo de continuar permanentemente colocada en este plano de estancamiento y de inflaci¨®n. Salir de ¨¦l no es tarea f¨¢cil, y no lo es porque el diagn¨®stico de nuestros males sea complicado, sino porque los remedios resultan dif¨ªcilmente aceptables por la poblaci¨®n. La OCDE habla claro a los ciudadanos espa?oles cuando nos dice ?que una condici¨®n absolutamente esencial para liberar a la econom¨ªa espa?ola del estancamiento con inflaci¨®n que padece es la moderaci¨®n en el crecimiento de las rentas nominales. Los incrementos en los costes del trabajo (salarios y cuotas de la Seguridad Social) y otras rentas en dinero han sido, en el pasado reciente, la causa principal y permanente de la inflaci¨®n?. Y concluye que mientras este comportamiento no se modifique no resultar¨¢ posible vencer la propensi¨®n inflacionista de la sociedad espa?ola. Sin mejorar el comportamiento en la inflaci¨®n de costes, nada de lo necesario resultar¨¢ posible: ni conseguir el ajuste exterior ni aumentar la inversi¨®n y el empleo, objetivos b¨¢sicos del ajuste interno.
En efecto, Espa?a no podr¨¢ obtener el necesario reajuste de su balanza de pagos sin reducir sus costes y precios. El informe de la OCDE coloca un acento dram¨¢tico sobre la importancia de este punto: Espa?a en el pasado ha podido exportar m¨¢s y ganar cotas en los mercados exteriores, gracias al bajo nivel relativo de sus costes de trabajo. El crecimiento del comercio mundial tir¨® de nuestras exportaciones, que, pese a todo y para ganar presencia, necesitaron devaluaciones peri¨®dicas del tipo de cambio. Hoy este proceso ha concluido. Espa?a no tiene, frente a los nuevos pa¨ªses industriales, ventaja comparativa en los costes de trabajo. Nuestra econom¨ªa ha perdido su vieja ventaja en los costes relativos, y los nuevos pa¨ªses industriales los arrebatan pedidos y presencia en los mercados de muchos productos, creando excesos de capacidad perceptibles en muchas de nuestras instalaciones industriales. Exportar en estas condiciones es una tarea imposible sin reducir los costes, esto es, sin moderar las peticiones de elevaciones de rentas nominales y sin aumentar la productividad.
Esa reducci¨®n de los costes tiene tambi¨¦n todas las caracter¨ªsticas de una condici¨®n vitalmente necesaria para realizar el ajuste interno de la econom¨ªa, es decir, para elevar las inversiones y el empleo. Sin la moderaci¨®n de los costes es imposible hacer nada en la pol¨ªtica econ¨®mica: ni el ajuste exterior podr¨¢ realizarse ni el interno tampoco. Contando con el cumplimiento de esa condici¨®n, es posible -y necesario- hacer m¨¢s cosas, y ese quehacer adicional toma para la OCDE dos rumbos fundamentales en el frente interno: reajustar las l¨ªneas de producci¨®n afectadas por la crisis, lo que, a su vez, requiere la realizaci¨®n de un esfuerzo fundamental y continuado que aumente las inversiones, y obtener el ahorro necesario para financiarlas.
Los nuevos datos de costes y precios relativos han dejado al margen de la competencia y del mercado a sectores productivos enteros, que constituyeron centros de atenci¨®n del desarrollo industrial de los a?os sesenta y setenta. Una reconversi¨®n industrial profunda viene impuesta a la econom¨ªa espa?ola por los datos en los que la crisis se manifiesta. Tratar de evitarla es imposible y el prop¨®sito de diferirla es enormemente costoso. Los proyectos de reajuste industrial se han iniciado -como se afirma en el informe de la OCDE- parcialmente y con timidez, y a veces ni siquiera se han iniciado (como ocurre con los sectores del calzado y de los electrodom¨¦sticos). Poner m¨¢s voluntad y energ¨ªa en esta tarea es una conclusi¨®n f¨¢cil de alegar, pero muy dif¨ªcil de aplicar, porque afecta a muchos intereses y a bastantes puestos de trabajo. Llevar adelante los planes de reajuste industrial es, sin embargo, y por doloroso que resulte, una actuaci¨®n indispensable que la pol¨ªtica econ¨®mica deber¨ªa tratar de hacer aceptable tras hacerla comprensible a la opini¨®n p¨²blica espa?ola.
El reajuste productivo interno reclama un amplio programa de inversiones p¨²blicas y privadas
El reajuste de la producci¨®n demanda tambi¨¦n el aumento de la oferta de energ¨ªa, materias primas y productos agroalimentarios, que est¨¢n limitando todos los d¨ªas con sus escaseces y encarecimientos las posibilidades de desarrollo de la econom¨ªa. Sobre la necesidad de acelerar las inversiones en algunos de estos sectores insiste el informe de la OCDE.
El reajuste productivo interno constituye una denominaci¨®n tras de la que est¨¢n una serie amplia de tareas. Tareas imposibles sin la previa reducci¨®n de costes y precios, que hay que conseguir moderando el crecimiento de salarios y otras rentas monetarias. Pero, cumplida esa condici¨®n, el reajuste productivo interno reclama un amplio programa de inversiones p¨²blicas y privadas. Un programa que para las inversiones p¨²blicas deber¨ªa elaborarse con detalle, en cuanto a sus partidas y en cuanto al tiempo de su realizaci¨®n.
Ahora bien, ese aumento de las inversiones ser¨¢ imposible si el ahorro disponible -p¨²blico y privado- de la sociedad no aumenta. Y ese aumento necesario del ahorro reclama el crecimiento de la producci¨®n y de la renta para hacerlo menos costoso. Esas dos condiciones son las que llevan al informe de la OCDE a conceder una importancia prioritaria a todas las actuaciones de la pol¨ªtica econ¨®mica que refuercen el ahorro y el uso eficaz de los recursos para elevar la tasa de crecimiento de la econom¨ªa.
El mayor ahorro privado debe buscarse a trav¨¦s de una reforma del sistema financiero que liberalice plenamente sus actividades. Y, por supuesto, consiguiendo una moderaci¨®n de costes que aumente los excedentes empresariales (base del ahorro privado de las empresas) y reduzca la tasa de inflaci¨®n, principal freno del ahorro privado en cualquier sociedad.
Como las inversiones p¨²blicas deben aumentar, hay que financiarlas, y esa necesidad concede al ahorro p¨²blico su gran papel. No puede justificarse una despreocupaci¨®n por su cuant¨ªa, en manera alguna, y, en cualquier caso, es necesario que el d¨¦ficit que pueda existir en las liquidaciones de las actividades del sector p¨²blico se financie correctamente. El mercado de deuda p¨²blica debe ser eficiente y atender a los plazos y condiciones que pide el mercado. Por otra parte, ahorrar m¨¢s ser¨¢ m¨¢s factible si los recursos disponibles se administran mejor y la producci¨®n y la renta aumentan m¨¢s. Consejo general para cuyo cumplimiento la OCDE ofrece como medio la generalizaci¨®n de la competencia y el mercado como forma de administrar los recursos disponibles. Consejo con el que no se pretende una reducci¨®n de las dimensiones ni del papel del sector p¨²blico, sino la adopci¨®n de m¨¦todos de gesti¨®n econ¨®mica m¨¢s eficaces que la multiplicaci¨®n de las intervenciones y reglamentaciones directas sobre el proceso econ¨®mico.
Todas esas decisiones -moderaci¨®n de rentas y costes, programaci¨®n cuidadosa de las inversiones p¨²blicas, fomento del ahorro privado, consecuci¨®n de un mayor ahorro p¨²blico, extensi¨®n de la l¨®gica del mercado en la administraci¨®n de la econom¨ªa- tienen una contrapartida obligada: la voluntad y el esfuerzo de los ciudadanos, sin los que resultar¨¢ imposible llevarlas a cabo. Un esfuerzo que debe pedir una pol¨ªtica que conceda la prioridad que realmente tienen a los temas econ¨®micos.
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