Liberia
ALGO DE lo que ha sucedido en Liberia aparece como un trasplante de ciertas luchas pol¨ªticas y sociales en Estados Unidos: tras el golpe de Estado popular hay una ayuda de los negros radicales de Estados Unidos, una influencia y un deseo de recuperar la idea original de Liberia como ?tierra de promisi¨®n?, como tras el Gobierno del presidente Toibert hab¨ªa intereses del Departamento de Estado -un enclave dentro de una zona africana inquieta-, econ¨®micos -las minas de hierro, el caucho del que sale una buena parte de las ruedas de autom¨®vil del mundo- y de pol¨ªtica racial. Mientras la CIA desmiente su partici paci¨®n, la embajada de Estados Unidos se ha apresurado a quemar sus documentos y a dispersar sus diplom¨¢ticos. por miedo a una repetici¨®n del caso de Ir¨¢n. No se puede prescindir de estos elementos, porque est¨¢n en la historia del pa¨ªs y en su curiosa fundaci¨®n, que en algunos aspec tos recuerda la de Israel (un Israel negro). No en vano en su origen hay un fundador, blanco, jud¨ªo -Yehudi Ashmun-, con toda su dosis de irredentismo b¨ªblico, y una sociedad de explotaci¨®n colonial, la American Colonization Society. Se trataba de crear el primer Estado de esclavos negros liberados con la gran causa racial del regreso a Africa, como reparaci¨®n hist¨®rica; pero tambi¨¦n un Estado capaz de trabajar para la econom¨ªa de una metr¨®poli que fing¨ªa no serlo. Se podr¨ªa ver un ensayo de lo que luego han sido otras independencias en el mundo, por la v¨ªa del neocolonialismo o de la colonizaci¨®n invisible, seg¨²n las frases de los recientes soci¨®logos. De esa forma ha funcionado hasta ahora. Con otros componentes: la poblaci¨®n ind¨ªgena que se encontraba en el territorio -la "Costa del Grano?, explotada ya desde antes por lo que se llam¨® con el pintoresco nombre de Real Compa?¨ªa Brit¨¢nica de Aventureros-, con su cultura propia -los mansignos, los bant¨²s-, su diversificaci¨®n en tribus, sus dialectos, sus religiones -a las que se superpusieron, luego, el cristianismo y el islamismo- y sus independentismos. Todo ello ha sido revuelto despu¨¦s por las continuas erupciones africanas. Para tratar de cortar la agitaci¨®n que penetraba en el pa¨ªs, Toibert sigui¨® una l¨ªnea fuerte, que ahora se ha quebrado.
El movimiento del sargento Samuel K. Doe -que durar¨¢ lo que dure- aparece con una vocaci¨®n de izquierdas. Reacciona contra las matanzas y las prisiones sufridas por los partidos de la oposici¨®n: abre las puertas de las c¨¢rceles, promulga una subida inmediata de salarios y habla de un cambio radical de clases. No parece ahora, y por la escasez de informaciones -ha de advertirse que la inmensa mayor¨ªa de las que llegan a Occidente son de procedencia americana-, que haya encontrado ninguna resistencia, ni que la facci¨®n del Ej¨¦rcito joven que se ha alzado sea combatida por los tradicionales. Habla de unidad nacional, incluso recupera para el Gobierno un par de ministros que lo eran ya con William Tolbert; no se manifiesta, pues, hasta el momento como antiamericano. Pretende se?alar que la mala situaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica del pa¨ªs se deb¨ªa casi exclusivamente a Tolbert y a una minor¨ªa de explotadores. Pero habr¨¢'un desarrollo posterior, como sucede en toda revoluci¨®n; y tambi¨¦n, como en todos los casos, es imprevisible.
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