El terrorismo, un componente de la vida cotidiana
Bulent Ozturkmen, subsecretario adjunto del Ministerio de Comercio, tuvo suerte esa ma?ana del 8 de abril, ya que las r¨¢fagas de metralleta disparadas contra ¨¦l en pleno centro de la ciudad no le interesaron ning¨²n ¨®rgano vital y, aunque herido de gravedad, sobrevivir¨¢ al atentado. Centenares de personas no tienen, cada mes, esa suerte, y mueren en atentados terroristas, v¨ªctimas de una espiral de violencia pol¨ªtica que no ha hecho sino crecer desde 1975, hasta alcanzar el nivel actual de cincuenta muertos por semana.Al llegar al poder, en noviembre. del a?o pasado, el primer ministro Suleyman Demirel prometi¨® acabar con el terrorismo en cien d¨ªas, algo que, a todas luces, no ha conseguido. Grupos armados pertenecientes a todo el abanico ideol¨®gico del extremismo pol¨ªtico act¨²an con mayor o menor impunidad o eficacia a lo largo y ancho del pa¨ªs.
Con frecuencia, los terroristas cometen asesinatos de polic¨ªas, funcionarios gubernamentales, sindicalistas, universitarios o miembros de un grupo pol¨ªtico contrario. Otras veces se trata de simples acciones d¨¦ terrorismo indiscriminado, como ametrallamientos de caf¨¦s, restaurantes, o atentados contra los transe¨²ntes de una calle cualquiera. Otras, en fin, la violencia pol¨ªtica se mezcla con el fanatismo religioso, como ocurri¨® en la matanza de Kahramanmaras, al sur de Turqu¨ªa, en diciembre de 1978, cuando grupos de extrema derecha asesinaron a casi doscientas personas, pertenecientes a la secta musulmana chiita, llamados alevi en Turqu¨ªa.
Altan Oyinen, secretario general adjunto del Partido Republicano Popular, en la oposici¨®n desde noviembre pasado, declar¨® a EL PA?S, en Ankara, que la violencia pol¨ªtica ha crecido en Turqu¨ªa durante los ¨²ltimos cuatro meses (Gobierno conservador de Demirel), y lo atribuye a que los gobernantes s¨®lo se preocupan de perseguir a los extremistas de izquierdas y ?cierran los ojos ante el terrorismo de la ultraderecha?.
La raz¨®n de esta connivencia, a?ade Oynien, es que el Partido de la Justicia, en posici¨®n minoritaria en el Parlamento, necesita el apoyo del Movimiento Nacionalista, un peque?o partido de ideolog¨ªa ultraderechista que encabeza Alpasaln Turkes, coronel retirado, y al que se acusa de mantener relaciones con los terroristas de la extrema derecha, y especialmente con los llamados ?lobos grises?.
Durante la ¨²ltima etapa de gobierno de Bullent Ecevit, contin¨²a el dirigente del Partido Republica no Popular, se persigui¨® por igual a ambos extremismos y, a pesar de las reticencias que un partido socialdem¨®crata y miembro de la Internacional Socialista tiene ante este tipo de acciones, hubo que imponer la ley marcial en veintiuna de las 67 provincias turcas. Los conservadores de Demirel han mantenido la ley marcial en pr¨¢cticamente el mismo n¨²mero de provincias.
El secretario general del Partido de la Justicia, Nahit Mentese, rechaza esas acusaciones contra el actual Gobierno y asegura que ?cualquier actividad terrorista ser¨¢ castigada, venga de donde venga?. Mentese, que ha ocupado cinco carteras ministeriales distintas con anteriores Gobiernos de Demirel manifest¨® que ?nuestro punto de vista es que las acciones terrorista est¨¢n organizadas por el comunismo internacional?.
La grave crisis econ¨®mica, el alt¨ªsimo ¨ªndice de desempleo, la miseria de los gecekondu, o barrios de chabolas, avivan disturbios sociales, que a veces son aprovecha dos por los activistas pol¨ªticos y que con frecuencia terminan en derramamiento de sangre. Una huelga o la ocupaci¨®n de un centro de trabajo puede convertirse en una batalla campal entre los huelguistas y el Ej¨¦rcito y traducirse en centenares de muertos, como ocurri¨® el pasado mes de febrero en la ciudad mediterr¨¢nea de Esmirna.
El separatismo y los enfrentamientos religiosos son otros dos grav¨ªsimos problemas que debe afrontar Turqu¨ªa. Hace justamente una semana que activistas kurdos y armenios anunciaban en L¨ªbano la creaci¨®n de un frente unido para luchar contra el Gobierno de Ankara. Por primera vez en la historia grupos armados de las dos nacionalidades (el Ej¨¦rcito Secreto Armenio y el Partido Obrero del Kuidist¨¢n) se mostraban dispuestos a colaborar en la lucha contra el poder central.
Si los kurdos han creado ya serios problemas en el Ir¨¢n revolucionario, el f¨¢cil imaginar lo que un brote nacionalista puede producir en Turqu¨ªa, donde vive una poblaci¨®n kurda de ocho millones de personas, el doble de la de Ir¨¢n En cuanto a los nacionalistas armenios, sus acciones se han dejado sentir especialmente contra embajadores turcos en Europa occidental.
La amenaza del fundamentalismo isl¨¢mico tambi¨¦n est¨¢ presente en un pa¨ªs fronterizo con Ir¨¢n, donde el 98% de la poblaci¨®n es musulmana, aunque de mayor¨ªa sunita, y en el que existe un Estado laico que protege la libertad de cultos, seg¨²n los principios difundidos por Mustaf¨¢ Keinal Ataturk, el creador de la Turqu¨ªa moderna.
Un Ej¨¦rcito expectante
El Ej¨¦rcito, encargado ya de velar por el orden y la seguridad en las grandes ciudades turcas, mantiene por el momento una actitud expectante. No hace mucho, sin embargo, que el jefe del Alto Estado Mayor, general Kenan Evren, lanzaba una advertencia a los pol¨ªticos y declaraba que ¨¦l y otros oficiales trataban de frenar su impaciencia y esperaban que un r¨¦gimen parlamentario fuese capaz de resolver los problemas del pa¨ªs. El general Evren, de quien se lleg¨® a hablar como posible candidato a la presidencia de la Rep¨²blica si contin¨²a el actual impasse, hizo unas declaraciones en febrero pasado al diario Gunaydin en las que calificaba de ?critica? la situaci¨®n deTurqu¨ªa y en las que aseguraba que la ?autoridad del Estado? tendr¨ªa que ser restaurada ?de un modo u otro?.
Afirmaciones an¨¢logas del general Evren abundan en los medios informativos turcos desde principios de a?o, incluida una en la que considera los graves problemas actuales de Turqu¨ªa al pago de la factura de ?a?os de tolerancia y errores?. Por parte de los Gobiernos civiles, naturalmente.
El comunicado entregado por Kenan Evren a principios de a?o al presidente de la Rep¨²blica, Fahri Kototurk, se interpret¨® como un ultim¨¢tum en medios occidentales. ?Frente a la anarqu¨ªa, la crisis econ¨®mica y los movimientos separatistas, el Ej¨¦rcito no puede permanecer en silencio?, afirmaba el comunicado dirigido al presidente.
En la c¨¦ntrica plaza Taksin, de Estambul, es f¨¢cil ver media docena de tanquetas militares, con sus ametralladoras semicubiertas por una lona. Soldados en traje de campa?a, a veces con boina azul celeste, a veces con casco de acero, y casi siempre con la bayoneta calada en el fusil ametrallador, patrullan, en grupos de tres o cuatro, las calles c¨¦ntricas de Estambul, Ankara y Esmirna. Si los militares turcos deciden realmente intervenir directamente en la vida pol¨ªtica, tienen tres opciones, comenta un militante del Partido Republicano Popular en Estambul: echar al Gobierno, como ya hicieron en 1961 y 1975; colocar a un alto jefe militar, quiz¨¢ al propio general Evren, en la presidencia de la Rep¨²blica, mediante presiones en la Gran Asamblea Nacional o, por ¨²ltimo, dar un gol pe de Estado ?cl¨¢sico?, e imponer una dictadura militar. Esta ¨²ltima posibilidad, impensable hace alg¨²n tiempo, no lo es tanto ahora cuando se piensa que las crisis de Ir¨¢n y Afganist¨¢n y el debilita miento del flanco sureste de la OTAN podr¨ªan hacer deseable para, la Alianza y para Washington la existencia en Turqu¨ªa, el ?hombre enfermo de Europa?, de un r¨¦gimen pol¨ªtico f¨¦rreo que acabe con la subversi¨®n interior y garantice la fidelidad en pol¨ªtica exterior.
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