El presidente, ante el Parlamento
DESDE su discurso de investidura, hace ya m¨¢s de un a?o el presidente Su¨¢rez ha cultivado su distanciamiento personal del Parlamento. A estas alturas del mandato del presidente es bien conocido su desagrado por los debates parlamentarios sobre pol¨ªtica general o su mera comparecencia ante los diputados para desarrollar o explicar la acci¨®n de su Gobierno. Bien es cierto que el presidente no est¨¢ estrictamente obligado a este tipo de debates o comparecencias, pero ellas dan vida a la instituci¨®n del Parlamento, son pr¨¢ctica arraigada en las democracias occidentales y mantienen una pol¨¦mica ¨²til sobre las opciones pol¨ªticas en los interregnos electorales.Los debates en el Parlamento sobre pol¨ªtica general o acerca de aspectos relevantes de la vida p¨²blica, con la intervenci¨®n del presidente del Ejecutivo, son la regla y no la excepci¨®n de las democracias liberales. Constituye un seno error el tratamiento entre dram¨¢tico y fr¨ªvolo con el que personalidades influyentes del partido en el Gobierno contemplan las confrontaciones parlamentarias; ni ¨¦stas tienen por qu¨¦ abocar sistem¨¢tica e indefectiblemente a una especie de censura moral del Gabinete (por ahora la conformaci¨®n de la C¨¢mara no hace presumible un voto de censura en toda regla), ni son precisamente un desfile de belleza en el que los partidos pol¨ªticos compiten irresponsablemente mirando a los palcos del p¨²blico o a la tribuna de prensa.
La avaricia -o la medrosidad- con que el partido en el Gobierno administra estas comparecencias parlamentarias es lo que distorsiona este tipo de debates que deber¨ªan ser una pr¨¢ctica pol¨ªtica habitual. En este contexto deber¨ªa contemplarse la prevista comparecencia del presidente Su¨¢rez ante el Parlamento en la segunda quincena de mayo. Poco, o nada interesan las disensiones en UCD -sobre la conveniencia o no de la intervenci¨®n de su presidente ante los diputados; lo que interesa es que el presidente explique al pa¨ªs, donde primero debe hacerlo, ante el Parlamento, la pol¨ªtica global de su Gobierno ante unos problemas p¨²blicos que son muy diferentes a los que se ofrec¨ªan ante los espa?oles en las pasadas elecciones generales. Y si para la intervenci¨®n del presidente Su¨¢rez se ha producido una remodelaci¨®n de su Gabinete, la cortes¨ªa parlamentaria exige alguna explicaci¨®n ante la C¨¢mara de mayor vuelo que las dadas anteriormente con ocasi¨®n de otros cambios en el Gobierno. Aunque bien es cierto que tras las elecciones auton¨®micas en Euskadi y Catalu?a UCD no est¨¢ en condiciones de alterar la correlaci¨®n de fuerzas pol¨ªticas a nivel estatal, y s¨®lo podr¨¢ proceder, como hasta ahora, a la simple sustituci¨®n de hombres intercambiables. Toda crisis que no supusiera ampliar la base parlamentaria del Gobierno y le fortaleciera democr¨¢ticamente no valdr¨¢ a la postre para nada. Y una crisis as¨ª, que necesitar¨ªa de un acercamiento sincero a los planteamientos auton¨®micos, no es previsible.
La ¨²nica recomposici¨®n de fuerzas que pudiera crear un nuevo equilibrio pol¨ªtico congruente con la realidad social del pa¨ªs es, hoy por hoy, inviable. Nos referimos, pos supuesto, a una remodelaci¨®n de la mayor¨ªa parlamentaria y del Gobierno que diera entrada en el poder del Estado, tanto en el Congreso como en el Ejecutivo, a los grandes ganadores de las consultas electorales del pasado mes de marzo.
La alianza de UCD con Convergencia Democr¨¢tica y el Partido Nacionalista Vasco tendr¨ªa como cimiento la similitud en t¨¦rminos socioecon¨®micos de las respectivas clientelas electorales y la tonalidad ideol¨®gica del modelo de sociedad que propugnan. Sin embargo, los contenciosos entre el poder central y los Gobiernos auton¨®micos hacen que la entrada de los nacionalistas en la mayor¨ªa parlamentaria y en el Gobierno sea pr¨¢cticamente descartable en lo que concierne a Catalu?a y casi inimaginable en lo que respecta al Pa¨ªs Vasco.
As¨ª pues, el presidente comparecer¨¢ ante el Congreso sin pieza de recambio a la actual composici¨®n de fuerzas en el Parlamento y en el Gobierno, ya que una minicrisis ministerial en el seno de UCD es un asunto puramente dom¨¦stico. Pero Su¨¢rez tendr¨¢ que exponer a los representantes de la soberan¨ªa popular, y a trav¨¦s de ellos a los ciudadanos que los eligieron hace un a?o, cu¨¢les son sus planes y sus programas para los tres a?os que le restan a. frente del poder ejecutivo.
Entre las elecciones de marzo de 1979 y el mes de mayo de 1980 han pasado cosas muy importantes: la victoria de la izquierda en las elecciones municipales, la aprobaci¨®n de los Estatutos de Guernica y de Sau, el viraje de la estrategia autonomista de UCD y el naufragio gubernamental de Andaluc¨ªa, el triunfo de la burgues¨ªa nacionalista en las elecciones para los Parlamentos vasco y catal¨¢n y el definitivo arranque de los Gobiernos auton¨®micos en ambos territorios, la incapacidad para erradicar o incluso frenar el terrorismo independentista, el aumento del talante abstencionista y la p¨¦rdida de votos tanto de UCI) como del PSOE, la agravaci¨®n de la crisis econ¨®mica m¨¢s all¨¢ de lo previsto, las repercusiones del curso hacia la guerra fr¨ªa en nuestra pol¨ªtica exterior, el - visible cambio de orientaci¨®n del Vaticano en lo que se refiere a las relaciones entre la Iglesia y el poder civil y al magisterio sobre delicados temas morales, la preocupante frecuencia, de conflictos jurisdiccionales por el retraso en reformar el C¨®digo de Justicia Militar de acuerdo con la Constituci¨®n, el retroceso en el campo de la libertad de expresi¨®n, el esc¨¢ndalo de la auditor¨ªa de Televisi¨®n Espa?ola... Aunque s¨®lo fuera por el hecho de que el panorama ha cambiado, el se?or Su¨¢rez est¨¢ obligado a reformular ante el Congreso los objetivos de su Gobierno y a explicar los caminos y los instrumentos mediante los que se propone alcanzarlos.
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