Clausura de las primeras jornadas literarias de Barcelona
Mesa redonda en torno a la narrativa espa?ola
El mi¨¦rcoles pasado, coincidiendo con la fiesta librera de San Jorge, se clausuraron en Barcelona las primeras jornadas literarias, que organiz¨® la editorial Bruguera, con una tumultuosa mesa sobre narrativa espa?ola y un c¨®ctel final en el tradicional pub Boccaccio.
La mesa, coordinada por Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, puso en discusi¨®n, con un p¨²blico numeroso, a Rafael Alberti, luan Mars¨¦, Juan Eduardo Z¨²?iga, Joaqu¨ªn Marco y Luis Su?¨¦n, que se fueron refiriendo a distintas fases de la narrativa espa?ola de posguerra, para dejar paso a un di¨¢logo movidito con el p¨²blico. Los novelistas presentes -Mars¨¦ y Z¨²?iga- se mantuvieron, cada uno a su manera, ajenos al debate est¨¦tico, con la excepci¨®n de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, que dio un claro ejemplo de moderador nada moderado.Efectivamente, Juan Mars¨¦ dijo que pasaba de teor¨ªas literarias, contest¨® con displicentes monos¨ªlabos, llenos de seco humor catal¨¢n y abundantemente re¨ªdos, y en cuanto a Juan Eduardo Z¨²?iga, cont¨® con una ternura algo sorprendente en aquella escena los momentos de guerra civil cotidiana durante el cerco de Madrid, a que se refiere su ¨²ltimo libro.
Rafael Alberti habl¨® de la injusticia general respecto a su generaci¨®n -la del 27 o la de la Rep¨²blica, nombre que el poeta prefiere-, y en lo que se refiere a la predilecci¨®n por la poes¨ªa, y, tras nombrar de pasada la existencia de cineastas, pintores y musicos, hizo una n¨®mina de novelistas mezclada de recuerdos personales, en la que record¨® a Antonio Espina: ?Le conoc¨ª en casa de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez?; a Benjam¨ªn Jarn¨¦s, a Max Aub, del que resalt¨® la originalidad y las fuentes vitales de su novela posterior a la guerra civil; a Rosa Chacel, a Eduardo Blanco Amor, a Claudio de la Torre, primer premio Nacional de Literatura, y a quien dijo deber el segundo, que se lo llev¨® el propio Alberti, porque ?me present¨¦ gracias a su consejo?, y m¨¢s tarde, a Bacarisse.
Le sigui¨®, hablando de la narrativa realista, el cr¨ªtico Joaqu¨ªn Marco, que habl¨® de los ?t¨®picos esenciales? de la evoluci¨®n novel¨ªstica. De la de los a?os cuarenta, puso como ejemplo que hasta La fiel Infanter¨ªa, de Garc¨ªa Serrano, tuvo problemas de censura. De los sesenta, la necesidad objetiva o sentida como tal de una est¨¦tica realista, que produjo primero cosas como Central El¨¦ctrica, y luego otras, como El Jarama, de S¨¢nchez Ferlosio. M¨¢s tarde, en la siguiente d¨¦cada, habl¨® de la influencia de la novela contempor¨¢nea europea y del boom latinoamericano. Barral, Carlos Barral -que anim¨® el debate-, respondi¨® con datos y fechas de edici¨®n que todas estas corrientes eran mucho m¨¢s contempor¨¢neas.
Toc¨® el turno a la joven novela, que fue defendida por el joven cr¨ªtico Luis Su?¨¦n, de los que dijo que ?coinciden con la madurez y las mejores novelas de la generaci¨®n del cincuenta?. Habl¨® del cuidado del lenguaje, importancia de las referencias culturales universalistas, rechazo a jdscripciones generacionales o program¨¢ticas, cierta tendencia a formas tradicionales de narraci¨®n y, sobre todo, replanteamiento del papel del novelista como replanteador de la reallead y ampliador de un mundo propio.
Naturalmente, hubo l¨ªo. Para empezar, Joaqu¨ªn Marco dijo que la situaci¨®n ten¨ªa un lado bueno, que era la anarqu¨ªa total, y que, por tanto, de ah¨ª pod¨ªa salir cualquier cosa. Dijo adem¨¢s que ya que se dec¨ªa que fondo es igual que forma, y que ya que forma hay mucha, lo ¨²nico que falta es fondo. En seguida se pas¨®, claro -aunque s¨®lo fuera al calor de algunos nombres mencionados, y en presencia de V¨¢zquez Montalb¨¢n-, a la c¨¦lebre antolog¨ªa Nueve nov¨ªsimos, de Castellet, de la que el senior presente dijo que fue una m¨¢quina pensada editorialmente, hecha por Castellet y asesorada por Gimferrer. Carlos Barral -a quien el p¨²blico ped¨ªa que subiera a la mesa- confirm¨® estos extremos, y a?adi¨®: ?En origen, eran diez. Por eufon¨ªa, sali¨® uno. Nunca nos lo perdonar¨¢?. In¨²tilmente se le pidi¨® que dijera qui¨¦n.
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